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Culture
El cantante de los Buzzcocks, muerto a la edad de 63 años, será recordado por difuminar la línea que separaba al punk del pop con himnos como ‘Ever Fallen In Love’
07 Diciembre 2018 14:05
—Vi a los Buzzcocks hace años y entonces ya estaban viejísimos —abrocha el último botón de su trenca—. ¿Qué van a salir hoy, en taca-taca? En cuanto acaben The Bite, nos vamos.
El punk habrá muerto, pero en 2009 la gerontofobia sigue viva y pateando. En la [1] de Apolo tocan The Bite y luego The Cute Lepers y luego los Buzzcocks.
—¿Qué van a salir hoy, con gotero?
Cuando acaban The Bite, cuando acaban The Cute Lepers, ese desprecio me sugestiona: pese a lo bien que suenan en directo Orgasm Addict y Harmony in My Head, cuando llega What Do I Get? me derrumbo. ¿Qué hago aquí? ¿Qué saco yo de todo esto? «What do I get, oh-oh, what do I get?», canta el Pete Shelley, arengando el pogo desde el escenario.
Nueve años más tarde, otro derrumbe: Pete Shelley, vocalista y líder de los Buzzcocks, moría ayer de un ataque al corazón a la edad de 63 años. Mi timeline de Twitter alterna críticas a la Constitución de 1978, en su 40 aniversario, con links de YouTube que me catapultan a Ever Fallen in Love y Ever Fallen in Love me catapulta a 2009.
—¿Qué van a salir hoy, en taca-taca? ¿Con gotero?
El punk habrá muerto, pero sus acólitos más ortodoxos jamás le perdonarán haberlo hecho con canas y sobrepeso. Desde su fundación en 1976, los Buzzcocks cometieron varios pecados capitales: (1) hacer indistinguibles las fronteras entre punk-rock y pop, (2) apostar antes por el single efectivo que por el álbum redondo y (3) envejecer.
Ever Fallen in Love me catapulta a 2009, al momento exacto de la proyección de Control donde la palabra «Buzzcocks» es traducida en los subtítulos como «zumbidos en la polla». El biopic de Ian Curtis, líder una banda contemporánea en tiempo y orografía a la de Pete Shelley como fueron Joy Division, termina con su suicidio a los 24 años.
Si el punk ha de morir, que al menos deje un bonito cadáver como el de Ian. Que muera a los 22 años en el Hotel Chelsea con una jeringuilla colgada del brazo, como Sid Vicious. Que muera a los 24 años en Cincinnati. Como Travis Criscola de The Cute Lepers. ¿Es que acaso conoces alguna alternativa?
—Vi a los Buzzcocks hace años y entonces ya estaban viejísimos.
Ever Fallen in Love me catapulta a mi colección de 12 pulgadas y ahí está: Singles Going Steady de los Buzzcocks. En la de 7 pulgadas, encuentro un mucho más conveniente (Millions Of People But) No One Like You de Pete Shelley en solitario. Lo pongo: «I thought you and I were friends / Still you made me cry / What else can I do?».
Aunque la canción sea de las que te empujan barranco abajo, no lloro. Si lo hiciera, como escribió Lester Bangs sobre el duelo posterior a la muerte de Elvis, en última instancia estaría llorando por mí mismo en 2009. Y, dime, ¿qué sacaría yo, de eso? «What do I get, oh-oh, what do I get?».
(Millions Of People But) No One Like You sigue dando vueltas en el tocadiscos, apurando sus últimas estrofas. «How can you tell me that I must be dreaming / You're waiting around, I've got nothing to do / So tired of waiting, I've only one lifetime / There's millions of people, but no one like you”. Hay millones de personas en el mundo, sí.
Pero, hoy, no queda ninguna como Pete Shelley.
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