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Food
La producción de alga nori ha caído en picado. Y el cambio climático tiene gran parte de la culpa
21 Noviembre 2019 17:46
Los makis son uno de los platos más populares de la cocina japonesa. Pero podrían tener los días contados debido al cambio climático. El motivo es que la producción de algas nori, que se utilizan para las preparaciones de pescado enrollado, se está viendo seriamente afectada por la subida de la temperatura del mar.
La Bahía de Tokio, situada al norte de la capital nipona y una de las zonas de producción de algas nori más importantes del mundo, ha experimentado en los últimos años una importante subida de la temperatura de sus aguas. Y ello está afectando al crecimiento de este tipo de algas.
El término nori hace referencia, en realidad, al resultado de secar y laminar diversas especies de alga roja comestibles. Estas algas se cultivan en “granjas” marinas que requieren unas condiciones determinadas, como que se trate de aguas poco profundas y a resguardo de tormentas y olas. La condición clave, sin embargo, es que la temperatura del agua esté por debajo de los 23 grados centígrados.
Debido a ello las algas solo se cultivan en invierno. Por su fragilidad, además, es imprescindible esperar a que el agua alcance la temperatura adecuada para sembrarlas. Esto solía ocurrir entre finales de septiembre y principios de octubre. Ahora, sin embargo, no se da hasta el mes de noviembre, obligando a retrasar la siembra y, por tanto, reduciendo el período de producción.
El cambio climático no es el único problema al que se enfrentan los productores. Y es que se da la paradoja que las medidas tomadas por el gobierno nipón para reducir la contaminación de los ríos también son perjudiciales para las algas. El problema es que, ahora, las aguas que desembocan en el mar están tan limpias que carecen de los nutrientes necesarios -como, por ejemplo, desperdicios agrícolas- para que las algas se desarrollen con normalidad.
La falta de alimento provoca que las algas crezcan menos, tengan un color más pálido y carezcan de su sabor característico, impidiendo comercializarlas. Por si fuera poco, la escasez de lluvias también contribuye al pobre desarrollo de las algas, ya que también aportan nutrientes al mar. Con todo, la producción de las algas ha caído a niveles del año 1972.
Las soluciones se antojan complicadas. Una alternativa sería trasladar la producción a zonas del país con un clima más frío, pero las costas niponas situadas al norte del país no tienen bahías resguardas de tempestades. Esto significa que se requeriría una enorme inversión económica para recrear las infraestructuras necesarias para la producción de algas.
Y es que además de cultivarlas, las algas deben someterse a un proceso industrial para convertirlas en las finas láminas que luego se utilizan en la cocina. Un proceso que no es precisamente barato. Tras “plantarse” en el mar suspendidas sobre redes, se empiezan a recolectar 45 días después de la siembra con máquinas automatizadas. Luego se secan y se someten a un proceso parecido al de la fabricación de papel para transformarlas en láminas de solo 3 gramos de peso.
La producción y recolección de algas nori es uno de los motores económicos del país, pero la caída de su producción podría dejar sin trabajo a pueblos enteros dedicados a esta actividad. A su vez, muchos productores están abandonando el negocio a consecuencia del descenso de la cantidad de algas que pueden recolectar.
En el caso de que la producción continúe cayendo al mismo ritmo, podría darse el caso que ésta no pudiera satisfacer la demanda, provocando un aumento del precio de la alga nori. Tampoco ayuda que la cocina japonesa se haya popularizado en todo el mundo, lo que ha hecho aumentar enormemente la demanda.
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