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Life
La pandemia y la cuarentena reciclaron viejos "mandatos": hay que ser productivos, estar en forma y aprovechar que por fin tenemos tiempo en casa. ¿Qué pasa si no tenemos ganas?
29 Abril 2020 19:03
Los primeros en entrar en aislamiento fueron los habitantes de Wuhan, en China, la ciudad donde comenzó el brote de coronavirus en diciembre del año pasado. Desde América Latina, las noticias sobre cómo los niños chinos intentaban voltear la app por la que recibían clases a distancia se leían como historias de otro mundo, demasiado lejanas para afectarnos. Después fue Italia, después España, y hoy...
Muy pronto, casi todos los países adoptaron medidas de aislamiento social, obligatorio o voluntario.
Con esta nueva vida cotidiana aparecieron muchísimas opciones de entretenimiento, formación y ejercicio: clases de yoga, zumba y pilates, cursos gratis para hacer a distancia, ciclos de cine, noches de fiesta por videollamada, etc.
Laura, quien trabaja como fotógrafa en Buenos Aires, empezó a sentirse abrumada. Scrolleando en Instagram encontró el mensaje que necesitaba: "You don`t have to “make the most” out of this". No TIENES QUE “sacar lo mejor de esto”.
"Fue el antídoto que necesitaba para la frustración que me inundaba cada vez que scrolleaba entre la stories de mis amigos y los veía siendo súper productivos durante sus cuarentenas", cuenta después de más de 20 días sin salir de su casa.
Es que aún en medio de una pandemia, sigue pesando el paquete de "mandatos" con los que lidiamos todos los días —estar fit, tener hobbys, un trabajo exitoso, una pareja feliz, una alimentación balanceada, ser productivos incluso cuando estamos descansando.
Todas las formas de pasar mejor este tiempo de incertidumbre son válidas y está bien que las incorporemos si nos hacen sentir bien, pero a veces el bombardeo de mensajes de este tipo (¡aprovecha para capacitarte! ¡aprovecha para ponerte en forma! ¡no te dejes estar! ¡stay positive!) puede tener el efecto contrario si nos frustra no poder seguir adelante como, según muestra Instagram, hace el resto.
En muchas ocasiones, estos "deber ser" y "deber hacer" salen de la boca (o las stories) de personas con buenas intenciones. Otras, son estrategias de marketing de empresas que necesitan que sigamos consumiendo como si nada hubiera cambiado.
"Esto nunca nos pasó, no es “normal”, pero hay una pretensión generalizada de que sigamos siendo los mismos", dice Alexia desde su departamento en Buenos Aires. Está en aislamiento con su novia desde hace casi tres semanas y los últimos días fueron difíciles. "Hablo con muchos amigos, les que viven solos, sobre todo, la están pasando mal, y mientras tanto en los trabajos se sigue exigiendo lo mismo o más y en Instagram todo parece ser alegría e hiperproductividad".
Nuevos mandatos indoors: termina tu tesis, lee más libros, haz gimnasia.
El filósofo coreano Byung-Chul Han alerta en "La sociedad del cansancio" sobre la explotación a la que nos sometemos nosotros mismos. “Se vive con la angustia de no hacer siempre todo lo que se puede (...) “Ahora uno se explota a sí mismo figurándose que se está realizando; es la pérfida lógica del neoliberalismo que culmina en el síndrome del trabajador quemado”, dijo a El País.
Andrés Aronowicz, psicólogo argentino, advierte que estás propuestas en apariencia inofensivas y bien intencionadas pueden volverse “invalidantes”, porque no tienen en cuenta las subjetividades, las maneras singulares con las que las personas lidian con el mundo y con lo que les pasa.
“Tener que ser extra eficientes, extra efectivos y querer hacer ahora lo que en general no queremos hacer en la vida normal -cuando estamos cerca a nuestros afectos, de las actividades que nos generan placer, ¡cuando estamos a la luz del sol!- es antisaludable", dice Aronowicz.
"Es cierto que ahora tenemos mayor disponibilidad de agenda, pero si no te da la gana en un día normal, por qué nos vamos a proponer hacer ciertas cosas en este momento en el que hay tantas emociones que no terminamos de entender”.
Aronowicz sí recomienda mantener una rutina: vestirse, bañarse, tener momentos de ocio después del trabajo, limitar los momentos de consumo de información. Todo eso, dice, es parte de un “autocuidado” razonable.
Pero la clave, para él, está en centrarnos en las actividades que nos motiven y nos hagan sentir bien aunque no impliquen ningún progreso o productividad y en entender que también habrá momentos más difíciles, cuando la incertidumbre de lo que nos pasa se nos vuelva más pesada.
“El desafío es estar atentos para percibir e identificar nuestras emociones. Y aceptar también las dificultades que todo esto nos puede generar: saber que eventualmente nos vamos a sentir mal y que las cosas pueden costar más”, explica.
Después de todo, lo que estamos viviendo es solo la versión pandemia de la toxic positivity de la que se alimentan muchas veces nuestras redes: esa tendencia a pretender que todo, siempre, está bien. Stay calm and... bla, bla, bla.
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