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Artículo Día __ de aislamiento: ¿podemos aprender de astronautas y solitarios de la Antártida? Life

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Día __ de aislamiento: ¿podemos aprender de astronautas y solitarios de la Antártida?

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Cottonbro | Pexels
 

La pandemia de Covid-19 nos tiene en cuarentena y eso trae consecuencias psicológicas que algunos ya resentimos. ¿Cómo enfrentan astronautas y científicos de la Antártida las experiencias extremas de aislamiento?

Laura Marajofsky

01 Abril 2020 22:11

La cuarentena por la pandemia de Covid-19 conlleva una serie de consecuencias en lo psicológico y emocional que algunos ya están empezando a sentir. Acabadas las series para “bingear” y los challenges para seguir, la sucesión de días parece agolparse sin nuestra libertad habitual.

Algunas otras situaciones excepcionales como ésta, que nos permiten observar y entender qué tipo de impacto tiene en nosotros el aislamiento, podrían llevarnos a la Antártida y el espacio.

Confinamiento espacial

Las películas nos muestran poco cómo se preparan los astronautas para pasar meses aislados en espacios reducidos, con gravedad cero y a miles de millas de la Tierra, pero para la NASA, una misión espacial de 10 a 14 días implica un entrenamiento previo de entre cinco y ocho años.

Ya que un astronauta puede pasar mucho tiempo, incluso años, en un pequeño espacio compartido con otras personas, el aspecto psicológico también es vital.

Saber optimizar el tiempo, mejorar la capacidad para formar equipos de trabajo y poder lidiar con situaciones de gran estrés en aislamiento resulta tan básico como estar en forma.

Seguro que ya estás pensando cuáles de estas habilidades te vendrían bien a esta altura de la cuarentena: no es necesariamente fácil lidiar con familia, pareja o hasta vecinos con los que nunca antes habías compartido tantas horas o superficie de contacto.

En 2016, cuatro mujeres pasaron un mes juntas en el contexto de la misión HERA, viviendo en una casa inflable de 148 metros cúbicos. Su rutina estuvo cuidadosamente programada para aprovechar al máximo cada jornada.

Cada día, estas futuras viajeras al espacio dedicaban 16 horas al trabajo, ciencia y ejercicio, incluyendo tareas científicas (experimentos de biología, geología y robótica), tiempo dedicado a las conferencias, al ejercicio físico, a las llamadas a sus familiares y a las comidas, que son las mismas que toman los astronautas de la ISS.

Si todavía no te sientes identificado, hay más. Durante este mes, a las científicas se les asignó para cultivar y cuidar plantas y criar algún un tipo de crustáceo. Después de todo, ese impulso por hacer jardinería indoors o en el balcón no estaba tan mal, ¿verdad?

Y atención, hace un mes, el diario El País informaba que de cara a viajes más largos al planeta Rojo, la NASA, la Agencia Aeroespacial Alemana y la Agencia Espacial Europea buscaban voluntarias para pasar 60 días en una cama con una elevación de seis grados en la zona de los pies a cambio de 16500 euros. Aunque ahora seguro estés pensando que ni por toda la plata del mundo te quedarías un día más en casa.

Solos en el hielo

Las misiones científicas en la Antártida son otro caso extremo que nos permite vislumbrar el entramado psicofísico que demanda una situación de gran aislamiento y cómo prepararse a nivel individual.

Mariano Arnaldo Memolli es médico egresado de la UNLP y, en 1990, cuando tenía 28 años, viajó a la Antártida por voluntad propia, regresando a fines de 1991, que son dos inviernos antárticos, es decir casi dos años calendario.

“La soledad y aislamiento tiene que ponerse en contexto, durante mi permanencia en la Antártida el uso de las redes sociales e internet era inexistente, no teníamos la demanda de la información que hoy ocurre. Se comunicaba con la familia por radio y esa conversación era abierta al mundo. No había grandes sectores para la recreación, sólo una cantidad de películas en videocassette, un metegol, juegos de mesa, una buena biblioteca y nuestra imaginación”, rememora Memolli.

¿Y tú te estás quejando con tu tablet a la mano y posibilidad de delivery en tu puerta?

“En el aislamiento, se sienten vacíos difíciles de entender que se manifiestan en la ansiedad”, cuenta en su rol de médico. “La principal particularidad es la falta de luz solar en invierno y gran parte del otoño y primavera. En esos momentos lo que llamamos cronobiología puede alterarse si no hay una conducta mecanicista que impida el desajuste del reloj biológico”.

¿Y los consumos y adicciones? De forma peculiar, si bien no estaba prohibido ni el consumo de alcohol ni el sexo, se consumía poco alcohol y el deseo disminuyó a nivel general. En ambos casos podría decirse que la prohibición siempre aumenta el deseo de incumplirla. Ahora bien, por el lado de la comida, siendo el mayor punto de gratificación, Memolli relata que una de las consecuencias directas del aislamiento fue un incremento del peso corporal.

“El mayor desafío era lograr un equilibrio de convivencia con la mayor justicia posible, tan difícil como caminar descalzo por la hoja de un bisturí. Las necesidades básicas estaban satisfechas, había comida, no era necesario utilizar dinero para la vida cotidiana, lo que ponía el foco del día a día en resolver cuestiones personales como el trabajo o las relaciones interpersonales. El abandono era la peor posibilidad, pero ocurría, las personas de la dotación experimentábamos esa sensación de no tener ganas y bajar los brazos. En lo físico y lo anímico, pero ahí es dónde aparecía la solidaridad y el grupo humano”.

Gabriel C. Bertoli es todo un experto en “invernadas”, como se las llama a las campañas de un año. Trabajó en Antártida en 2009 en la Base Jubany, en 2011, en Base Marambio, y luego de eso tuvo otras 5 campañas cortas.

“Al estar aislado, es fácil desesperarse si no tenés cosas para hacer. Yo soy ordenado y trataba de llevar mi trabajo día a día. De eso modo, estaba siempre ocupado. Creo que esa es la gran clave para poder estar un año aislado siempre con la misma gente y mantenerse entero: tener la mente ocupada", explica.

Luego del trabajo, continúa Bertoli, trataba de leer, dar caminatas por la base y después de la cena se reunían a ver una película, jugar ping pong o pool.

"Se puede hacer un paralelismo con lo que estamos viendo en estos días con la cuarentena obligatoria y la infodemia. Mucha gente se deja llevar por información que recibe y no sabe de dónde viene. Hay que tener cuidado con “perder la cabeza” en esas circunstancias. Tenemos que estar bien informados, pero no irnos al otro extremo”.

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