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entrevista
¿Somos los únicos seres vivos del universo? Entrevistamos a uno de los científicos del equipo que encontró agua en Marte y... sí: cuando eres astrofísico, tienes expectativas muy diferentes
¿Cuántos de ustedes tienen un primo, que tiene un vecino, que tiene un conocido, que tiene un tío que trabajó en la NASA hace como 4 décadas y habla sobre los encuentros con extraterrestres y la evidencia al respecto?
¿Alguien?
Por eso, mejor decidimos conversar con Julián Rodríguez-Ferreira, un colombiano que es Ingeniero Electrónico; Máster en Astrofísica y en Ingeniería Espacial del Observatorio de París y de la Universidad Paris-Diderot; Doctor en Astrofísica de la Universidad de París-Sud —donde trabajó en el Institut d’Astrophysique Spatiale (IAS), en el equipo que, entre otras cosas, confirmó por primera vez la existencia de agua en Marte en 2004.
¿Algo más? Sí, tiene un Posdoctorado en el Centre de Physique des Particules de Marsella, Francia. Actualmente, sus líneas de investigación son el desarrollo de instrumentos y plataformas para la observación terrestre y la radioastronomía.
¿Existe vida además de la nuestra en el universo?
Bueno, primero hay que definir cuál es el concepto de “vida”, para entonces sí poder salir a buscarla afuera de nuestro entorno, que es la Tierra. Y, aún hoy en día —aunque es un concepto bastante elaborado— hay muchos científicos que no logran ponerse de acuerdo en algunos puntos. Hay cosas que el común de la gente da por “vivas”, pero que en realidad se salen de la definición de lo que es un ser vivo, y no lo están.
Este es el caso del virus, que no es considerado un ser vivo, porque dentro de la definición de “ser vivo” se debe estar compuesto de al menos una célula, que debe tener la capacidad de auto-replicar su ADN (que sería algo así como el equivalente de reproducirse). El virus necesita de un huésped para poder replicar su ADN, y por eso es un organismo que no es un ser vivo aquí en la Tierra. En esos términos, podría casi considerarse extraterrestre, porque es difícil de ubicar dentro de lo que uno ve de la fauna y flora terrestre.
Ya definida la “vida”, ¿podemos salir a buscarla?
Una vez que se define lo que es “vida”, hay dos métodos para buscarla por fuera de la Tierra: se envía alguien o algo hacia algún sitio; o lo observamos a distancia con un telescopio, pero aquí la gran limitante es la tecnología, y nos preguntamos si es suficiente para poder buscar vida. Con respecto a su avance: en algunos de los libros de astronomía o física de los años 50 se da por hecho que en Marte hay vida. Se creía que había vida y debían encontrarla. Eso pasó porque cuando veían a Marte desde sus telescopios, encontraban que la superficie del planeta cambiaba con el tiempo, aparecían y desaparecían sombras, y veían los famosos canales que describió Schiaparelli (el astrónomo italiano que inspiró a Orson Welles para escribir La Guerra de los Mundos, sobre la invasión de marcianos en la Tierra).
En algunos textos dice que los marcianos vivían en las zonas ecuatoriales del planeta, que como estaba tan seco, debieron construir unas zanjas desde los polos, donde derretían agua para que bajara a través de dichos canales hasta el ecuador. Pero una vez que la tecnología permitió que sondas sobrevolaran Marte, se descubrió que no se trataba de un canal elaborado por marcianos, sino de un cañón mucho más grande y profundo que el Gran Cañón (Arizona, Estados Unidos), y que prácticamente parte el planeta en la mitad. Se descubrió también una atmósfera muy dinámica, y unas tormentas de arena —temporales y estacionales— ligadas a la época del año, que son tan fuertes que se levanta un tierrero que cubre toda la superficie del planeta.
Sucede que cuando la tecnología es limitada, puede hacerte ver o entender cosas que no son como parecen. Uno juzga según la evidencia, pero a esta hay que saberla entender e interpretar. Hace 50 años, cuando veíamos lo que ahora conocemos como tormentas de arena, pensábamos que se trataba de cultivos temporales, y por eso se asumió que había marcianos en aquel planeta. Y este ejemplo es para el planeta más cercano a nosotros en el sistema solar.
¿Entonces no existe la vida extraterrestre?
No he dicho eso. Una de las grandes conclusiones de la astronomía durante el siglo 20 —que le dio lugar al Premio Nobel de Física de este año a James Peebles, Michel Mayor y Didier Quelozes— es haber demostrado que hay otros planetas que orbitan otras estrellas. Nuestra estrella no es la única que cuenta con planetas. Esta demostración ha sido tan importante y trascendental que, habiendo observado tantísimos planetas -observando diferentes estrellas- se concluyó que por cada estrella hay al menos un planeta orbitándola. Esto cambió mucho la forma en que vemos y entendemos el universo, porque entendimos que, en términos de planetas habitables, dejamos de ser especiales porque es muy probable que existan muchos otros planetas como el nuestro.
¿Si hay más planetas como el nuestro, entonces hay más vida como la nuestra?
Exactamente. Comenzamos a jugar con la estadística: al principio decíamos que éramos el único planeta que existía en el universo; luego, el único que tenía vida; después los griegos dijeron que los otros planetas eran muy parecidos a la Tierra; entonces salimos en naves espaciales y nos dimos cuenta de que cada planeta del Sistema Solar es diferente, no existe alguno que se parezca a otro; y ahora comprobamos que hay otros planetas en otras estrellas.
Entonces, al determinar dónde ir a buscar vida se tiene en cuenta que cualquier organismo vivo de nuestro planeta depende del agua líquida para sobrevivir. Si un planeta está muy cerca a la estrella, se mantiene muy caliente y el agua —si la hay— se evapora; y si está muy lejos, el agua se congela. Aquí aparece algo denominado la “Zona de habitabilidad de una estrella”, que depende de su temperatura. Y aquí entra la estadística: nos preguntamos, ¿cuántas estrellas hay como el sol?, ¿y en cuáles aparece ese tipo de vida de zona de habitabilidad? Esto nos daría una pista de dónde ir a buscarlos, y multiplica las posibilidades de que haya vida. Sabemos que muy cerca, o muy lejos del sol no hay zonas de habitabilidad, y por lo tanto allí no habrá vida como la conocemos.
¿Y por qué solamente estamos buscando vida tal y como la conocemos?
Porque si no sabemos lo que estamos buscando, ¿cómo lo vamos a encontrar? Por eso es imposible buscar “cualquier tipo de vida” en “cualquier parte del Universo”, porque tendríamos que explorar todos sus rincones con una lupa. Por eso, primero se debe determinar qué vamos a buscar, y dónde lo vamos a hacer.
Por ejemplo, el agua llegó al planeta Tierra luego de su formación*. Al inicio, el planeta era roca fundida, luego, si había agua, estaría completamente evaporada y no se habría podido mantener una atmósfera. Por eso sabemos que el agua llegó una vez que la Tierra se empezó a solidificar. Entonces la pregunta es, ¿cómo llegó el agua, será que fue su llegada la que trajo la vida a la Tierra? Y, en ese caso, ¿seremos nosotros mismos extraterrestres en nuestro propio planeta?
Hasta ahora, la tecnología nos está permitiendo medir las atmósferas de otros planetas, que es lo que nos da pistas. Así sabemos que en Marte hay bastante metano, un agente contaminante que en la Tierra es producto de procesos biológicos: se produce por la descomposición de la materia orgánica… si se cae un árbol, o se muere una vaca, etc. Hoy en día, el mayor productor de gas metano en la atmósfera es el consumo masivo de vacas para ganadería. Cada una de ellas caga —literalmente— todo el día, y de sus pedos sale el metano. Entonces nos preguntamos, ¿por qué encontramos tanto metano en Marte? Y la duda es si lo medimos bien, por ejemplo. Y aún hay quienes creen que debajo de la superficie de Marte hay vida…
¿Es verdad que hay evidencia oculta de encuentros humanos con extraterrestres?
La vocación y el medio natural de un científico es comunicar. Yo investigo para entender más y para pasarle esa información a la humanidad. Entonces, pensar que alguien haya hecho un descubrimiento de este tipo y se lo guarde porque es un secreto de estado, es muy poco probable. Y sería muy difícil de ocultar, porque la ciencia es un proceso donde intervienen miles de personas, muchas. Ese concepto de la ciencia mística de la época de Galileo, donde él era el único que sabía (ni siquiera sus asistentes lo sabían todo) y era fácil guardar un secreto, hoy en día es extremadamente difícil. Por otro lado, éticamente, lo que el científico quiere es divulgar, por eso es muy difícil que muchos científicos se pongan de acuerdo para guardar un secreto.
¿En conclusión?
Sí debe haber otras formas de vida en el Universo. Estadísticamente hablando, ¿cuántos eventos aleatorios suceden una única vez? Muy pocos. Por ejemplo, pretender lanzar un dado millones de veces y que un solo número caiga una sola vez es muy poco probable. Así es que, es muy poco probable que la vida en este planeta sea un evento único en el universo. Además, ya sabemos que hay otros planetas con las mismas condiciones para albergar vida como la de acá. El gran problema son las inmensas distancias del universo, que son infinitas.
El día que encontremos vida extraterrestre, probablemente sea un organismo unicelular, no tan complejo como somos los seres humanos. ¿Y qué tal que haya vida, pero no lo suficientemente evolucionada como para ser inteligente y poder comunicarse con nosotros? ¿Qué tal que nosotros seamos los más evolucionados? También podría suceder que hayamos llegado tarde, y que ya el universo esté en tal estado de decadencia, que seamos muy pocos los que aún tengamos vida…
***
*Al momento de editar esta entrevista, nos encontramos con un texto de National Geographic en el que se explica que, como resultado de estudios realizados en 2014, se concluyó que parte del agua de la Tierra ha estado presente desde su nacimiento, hace 4.6 billones de años, cuando se estaban formando todos los planetas del Sistema Solar. Dicho estudio analizó una serie de meteoritos con la misma química presente en algunos aspectos de nuestro planeta, y formados en diferentes tiempos durante la historia de nuestro sistema planetario, con lo que se demostró que —al menos el 30%— del agua de la Tierra, y la roca de la misma, se formaron al mismo tiempo.
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