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Opinión
¿Banderas de España? A la derecha, en la sección infantil
Un grupúsculo fascista interrumpió la presentación del ‘Nudo España’ en La Casa del Libro como protesta por la presencia de Pablo Iglesias
«Fuera Podemos», gritaban, «aquí no os queremos». Portaban banderas de España, constitucionales, como constitucional es el artículo 2 y como constitucional es el 155. «Viva España», gritaban, «y visca Catalunya». Portaban banderas de España, constitucionales, y banderas catalanas, también constitucionales; sin estrellita, que no haya agravios.
«Que dé la cara, el coletas», gritaban, increpando a Pablo Iglesias durante la presentación de su panfleto Nudo España en La Casa del Libro. «¡Terrorista!», gritaban, y cómo. Lo hacían desde la sección infantil de la librería: con vista y suerte, entre rojigualdas y cuatribarradas, localizas Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes.
Ni exclusiva, ni novedad: el fascismo ultra ha relegado la estética preconstitucional y skinhead al ámbito doméstico. Los aguiluchos, las célticas y las esvásticas son indistinguibles de una mesa-camilla y, ¿para qué vas a sacar una mesa-camilla a la calle? Ni exclusiva, ni novedad: el fascismo callejero ha hecho suya la simbología constitucional.
Decía Ramón Espinar, Podemos Madrid, que «es un grave error pensar que toda la gente que cuelga la bandera de España en el balcón es facha». Decía Mauro Entrialgo, invitado al espacio de Podemos Otra vuelta de Tuerka, «es de noche, vais solos a pillar el metro, al llegar el tren en un vagón se ven varias banderas españolas y en otro no. ¿En cuál subís?».
La realidad, ¿qué marco teórico está apuntalando? «¿En cuál subís?».
Hay una tercera vía, propuesta por Marina Garcés. En Ciutat Princesa, la filósofa dice de las banderas que «no expresan la identidad eterna de las naciones, sino las relaciones de poder sobre las cuales se han construido y consolidado los Estados-nación actuales. Vistas desde esta historicidad contenciosa, no todas las banderas son iguales ni dicen lo mismo».
Quizás sea un grave error pensar que toda la gente que cuelga la bandera de España en el balcón es facha, pero también lo es pensar que, en la arena política, merece la pena disputar ese símbolo a los que entran encapuchados a una puta librería. Quizás merezca la pena recuperar el morado, temporada 31/39, para dejar en el armario la colección vintage del 78.
«No todas las banderas son iguales», grítalo, «ni dicen lo mismo».
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