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Evelyn, la prostituta sindicalista que se plantó ante los abusos de un burdel

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90 euros por noche de habitación. Sin días de descanso. Y jornadas de más de 10 horas. Evelyn Rochel denunció las condiciones abusivas del club de alterne Flowers (Madrid). Este viernes irá a juicio y su sentencia puede sentar un precedente

anna pacheco

14 Marzo 2018 10:02

Evelyn Rochel tenía 25 años cuando fue a parar a Ampuriabrava por casualidad. Eveyln es de origen colombiano y aterrizó en España hace más de diecisiete. Compró un librito, La Guía Secreta de España, suplemento de viajes publicado entonces por la extinta Interviú. Cerró los ojos y señaló con un dedo, como en las películas. Se fue a vivir donde le indicó su suerte. Al principio, estuvo de novia con un chico, pero eran muy jóvenes —"apenas 23 y 24 añitos", cuenta—. Acabaron rompiendo. Evelyn se fue a Gerona sola y empezó por su cuenta a buscar trabajo. Su familia, mientras, vivía en Colombia en una chabola. De la suerte que corriera Evelyn dependía, en gran parte, la propia suerte de su familia.

“Como muchas niñas me vine aquí con la intención de mandar dinero y mejorar la vida de nuestras familias de origen”, explica a PlayGround por conversación telefónica. Evelyn escuchaba conversaciones en el bar. Escuchaba historias de otras mujeres —”muchas latinas, brasileñas, mujeres como yo”— que se ganaban la vida ejerciendo el trabajo sexual. Se animó a hacerlo. En aquel momento aún seguía abierto el mítico club La Riviera en Barcelona (años más tarde cerraría en una macroinvestigación por corrupción policial). Ahí inició sus andaduras. Años más tarde acabó en el club Flowers (Las Rozas), otro club que pertenece al mismo grupo empresarial La Florida S.L, y donde trabajó más de 15 años. Este viernes 16, Evelyn se personará ante el juez para declarar contra esta misma empresa.

“Querían que trabajáramos de 5 de la tarde a 5 de la mañana. Sin descanso, con tacones. Solo con una hora para comer con unos tickets que ellos nos daban para gastar ahí. Sin un día de fiesta. Tenía que pedir permiso hasta para ir a hacer pis” (Evelyn Rochel)

Hoy, Evelyn ya no es esa “cría loquita y aventura”, como así se describe cuando empezó. Han pasado más de diez años y está llena de cicatrices —”mi sangre ha corrido por muchos puticlubs de España, hija”—. Evelyn está harta. “Un día abrí los ojos y me di cuenta de que era mayor y que había pasado casi todo el tiempo en puticlubs”. Esta mujer, que ahora tiene 42 años, organizó una revuelta sindical en el club Flowers cuando este trató de imponerles unas estrictas normas que ella se negó a acatar. “Nos venden que vivimos en un hotel y que somos independientes, pero a la práctica no es verdad”, explica. El club trató de implementar un horario estricto, algo ilegal ya que en principio no son trabajadoras por cuenta ajena.

“Querían que trabajáramos de 5 de la tarde a 5 de la mañana. Sin descanso, con tacones. Solo con una hora para comer con unos tickets que ellos nos daban para gastar ahí. Sin un día de fiesta. Tenía que pedir permiso hasta para ir a hacer pis”, explica. Las nuevas normas también cargaba a ellas la responsabilidad de aplicar al cliente un plus de 5 euros por cada media hora extra. Si se olvidaban, perdían el dinero. El servicio de limpieza, además, cada vez era peor. Solo quien daba más propinas —o sea, quien se dejaba más sueldo en el engranaje del propio complejo— conseguía tener la habitación más limpia. “Todo funciona así. Pagas por todo, por el recambio de sábanas, etc. Pero el dinero siempre va a parar a los mismos”, denuncia.

Habitación de Evelyn Roches en el club Flowers (Las Rozas, Madrid)

Evelyn se negó, concienciando a medio centenar de compañeras y las incitó para que hicieran una huelga de brazos cruzados. “Yo hasta me compré un bate de béisbol porque eso es lo que había visto en algunos artículos en internet”. El empresario, Antonio Herreros, reculó. Antes siquiera de que empezara la huelga, prometió que no aplicaría las normas. Aunque Evelyn asegura que las está aplicando en la actualidad a las que son nuevas.

Desde ese episodio, Evelyn ya estaba en el punto de mira, por agitadora. “Yo tengo ya 40 años, a mí ya me daba igual todo”, explica. Así que semanas después enfrentó otro conflicto laboral con la empresa por culpa de un cliente que, después de “magrearla y sobarla durante una hora”, se largó dándole una propina de 10 euros. “Esto es algo habitual. Pero yo le dije que no funciono con propinas. Él me había prometido que íbamos a subir a la habitación y yo perdí el tiempo con él. Es una falta de respeto”, explica. Discutieron y el empresario se puso de parte del cliente. A Evelyn la echaron de un trabajo en el que nunca estuvo contratada. Eso fue en febrero de 2017.

"Vivimos una situación de esclava, es un producto muy bien empaquetado, muy sofisticado. Lo único que espero es que se consigan derechos para las que vengan" (Evelyn Rochel)

Evelyn se atrincheró en su habitación número 113 durante cinco días. Quedarse sin trabajo implicaba también quedarse sin su habitación de 15 metros, sin su casa. Ella solo reclamaba un tiempo de margen para buscarse una salida. Se comprometía a pagar la disparatada tarifa de 90 euros por noche de la habitación como si se tratara de un hotel. Se lo negaron. “Me echaron como a un perro”. Ahora no tiene derecho a una indemnización, ni a paro, ni ha cotizado nada de cara a su jubilación. “Esto es mi caso, pero es el de todas las mujeres como yo”, me explica. “No espero nada del juicio, solo hacer ruido, mejorar las condiciones de las que vengan. Vivimos una situación de esclava, es un producto muy bien empaquetado, muy sofisticado. Lo que quiero, lo que espero, es que se consigan derechos”.

El Colectivo Hetaira, que ha asesorado y acompañado a Evelyn en este proceso, también solicitará una indemnización por abuso de poder y vulneración de derechos fundamentales. Si se declara que, en efecto, menoscabaron la integridad y dignidad de Evelyn, esta sentencia podría sentar un precedente en la lucha de muchas mujeres que ejercen la prostitución por conseguir una vida digna. Esta sentencia puede abrir camino. “Sabemos que es difícil, dificilísimo”, subraya Mamen Driz, activista de Hetaira.

“Están expuestas a una explotación laboral brutal, como en muchos otros sectores. No se está teniendo en cuenta que existe una relación laboral para terceros y eso precariza su situación, mucho más en el momento del despido”, explica.

Las principales demandas de cara al juicio del viernes es que, en primer lugar, se reconozca que existió una relación laboral entre Evelyn Rochel y la empresa. En segundo lugar, plantear si la actividad de alterne podría enmarcarse dentro de alguna Categoría Profesional del Convenio Colectivo de Hospedaje de la Comunidad de Madrid. “Con esto solo perseguimos blindar a las trabajadoras y que desarrollen su actividad en mejores condiciones y con todas las garantías de un trabajador asalariado con sus despidos, bajas, permisos y vacaciones”, explica Driz.

“Yo ya tengo mi vida perdida. Yo no tengo nada que perder”, cuenta Evelyn. Su lucha no ha acabado. Evelyn me habla desde casa de una amiga, donde reside temporalmente. Sigue dedicándose al trabajo sexual y no descarta la idea de seguir haciéndolo más tiempo. Cuenta que se siente "cómoda" porque es lo que ha hecho siempre. Solo quiere hacerlo en las condiciones que ella elija. “El problema no es la prostitución, sino todo lo que hay alrededor nuestro, eso es lo que dificulta nuestro trabajo y nuestra vida. El problema viene de arriba, la ausencia de leyes y las penas de bromas permiten a a estos desgraciados hacer lo que quieran con nosotras".

Tampoco descarta cambiar de profesión en el futuro, o volver a su Colombia natal. "Nosotras vivimos al día, mi amor. Pero parece que lo de revolucionar a las compañeras tampoco se me ha dado muy mal", se despide entre risas.

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