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La pelea más surrealista de la historia (y la triste realidad que esconde)

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Se agreden “de boquilla”, pero no como imaginas

Playground community

04 Octubre 2018 21:00

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“Dónde fueres, haz lo que vieres”, reza el popular dicho español. Pero no siempre osaría uno llevarlo a cabo.

He aquí dos vídeos grabados en distintos lugares de China. El primero, fue grabado el pasado 22 de septiembre en la ciudad de Tianjin y nos muestra un agresivo enfrentamiento entre dos hombres por motivos al parecer referidos a una obra en la que ambos trabajan.

Agresivo, sí. Y, sin embargo, en ningún momento se ponen la mano encima.

Es más, si estáis atentos al lenguaje corporal, veréis los esfuerzos que ambos hacen por mantener los brazos atrás, por no golpearse en el sentido clásico de una pelea cuerpo a cuerpo. Saben que quién lo haga, perderá.

La intención queda clara al final, cuando uno de los contendientes, el que se muestra más decididamente gallito durante el choque, el que provoca con más fuerza al otro, se deja caer al suelo a la más mínima ocasión. Aprovecha el único roce para desplomarse y fingir un ko que nadie en su juicio puede creer. Pero estamos hablando de China...

Ese es en realidad el juego: el que más provoque y llegue a ser "golpeado", por leve que sea el impacto, se tirará al suelo, se mostrará severamente dañado y procederá a ganar dónde quiere ganar: ante un juez o mediador, con una demanda por daños, con mucho dinero de por medio, complicando mucho la vida de su oponente.

Por eso llega un momento en este vídeo en el que, aprovechando un pequeño empujón, uno de los tipos se deja caer, boca arriba y miembros extendidos, como vencido.

Eso sí, a falta de puñetazos ya veis cómo demuestran su desprecio, cómo intentan motivar al oponente a que les lance un guantazo: a escupitajos. Guerra de escupitajos. Ametrallamiento a escupitajos. Casi casi como estos:

Decíamos que China vive un momento en que hay temor a que la Ley intervenga en tu contra, a verte atrapado en un kafkiano proceso en el que serás indefectiblemente derrotado, aniquilado civil y quizá económicamente. Incluso sin haber hecho nada malo. Incluso habiendo hecho lo contrario: el bien, ayudar a alguien en apuros.

En China existe una tremenda desconfianza que tiene que ver con un problema de raíz legal. Un problema que se manifiesta de forma recurrente en, por ejemplo, la reacción de la ciudadanía —con frecuencia, una brutal indiferencia; nadie se para a ayudar a la víctima— ante los casos de atropello. Atropellos que a veces son fortuitos, y otras veces —en China, muchas veces— son buscados o fingidos por la propia víctima.

Según Dali L. Yang, profesor del departamento de ciencias políticas de la Universidad de Chicago, en China rige una lógica moral de la responsabilidad civil, por llamarlo de alguna manera, según la cual si alguien se ocupa de auxiliar a otra persona, solo puede ser porque ese alguien es el responsable del daño. Ayudar te convierte en sospechoso. Esa lógica funciona a nivel de calle pero también infecta a las instituciones de justicia. El auxiliador, en muchos casos, acaba siendo juzgado como el culpable.

En la conciencia colectiva china pesa el caso de un ciudadano de Nanjing que hace años trasladó a una mujer anciana herida hasta un hospital. Allí, la mujer señaló que su auxiliador fue quien la empujó —no era cierto— y pidió una indemnización. El juzgado acabó dando la razón a la mujer. Al final, el buen samaritano tuvo que pagar a la señora por unas lesiones que él no había provocado. Acabó pagando por ayudar.

Vídeo relacionado:

Los chinos ya tienen esta suspicacia. Una persona puede buscar ser víctima de atropello —o como en el caso del primer vídeo, provocar y fingir una agresión física— para exigir una importante cantidad compensatoria, además de unos costes médicos que a veces se alargan durante años, hundiendo la economía del responsabilizado, que no necesariamente el responsable, del atropello.

La situación ha dado lugar a una perversión tan grande que cuesta hasta enunciarla. Los conductores chinos que atropellan por accidente a un peatón no suelen pararse a ayudar a la víctima, ni siquiera huyen: prefieren dar marcha atrás y volver a pasar sobre la víctima para garantizar que el atropellado esté muerto.

Lo que lees. Muchos conductores chinos rematan de manera consciente a los peatones que atropellan. ¿Por qué?

Lo hacen para ahorrarse gastos. El conductor asume la idea de que volver a atropellar y rematar a la víctima saldrá más barato que proceder a pagar la indemnización por daños.

Como explica Geoffrey Sant en este reportaje para Slate, el dinero que ha de pagar alguien que ha cometido un atropello con víctima mortal es normalmente muy inferior al que debería pagar en caso de que la víctima sobreviva, y que equivale a sus cuidados médicos durante el resto de su vida. La lógica económica derribando hasta el último atisbo de humanidad. ¿Hacia eso vamos?

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