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Artículo Cuando un museo es “Las Vegas de las dunas”: abre el polémico Louvre Abu Dabi Culture

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Cuando un museo es “Las Vegas de las dunas”: abre el polémico Louvre Abu Dabi

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Un imponente edificio de Jean Nouvel alberga el primer “museo universal del mundo árabe”. Su apertura sigue rodeada de polémicas

Luis M. Rodríguez

11 Noviembre 2017 06:00

En el principio, el problema fue el nombre. El 'Louvre' y lo que subyace.

Tras diez años de trabajo (y cinco de retraso respecto al plan inicial) y 500 millones de euros gastados (más de cinco veces lo inicialmente presupuestado), hoy abre sus puertas al público el Louvre Abu Dabi. Un museo de lujo plantado en mitad de la isla de Saadiyat que desde su concepción ha generado controversias en el mundo del arte.

La sensación de muchos cuando se anunció el acuerdo que ha acabado dando lugar a este primer “museo universal del mundo árabe” —así reza su eslogan— fue de apropiación cultural a golpe de talonario, de usurpación de un patrimonio histórico mítico por parte de un país sin apenas historia.

Los Emiratos Árabes Unidos tiraban de petrodólares y se “compraban” la marca del museo más famoso del mundo como quien se compra un equipo de fútbol de una de las grandes ligas de Europa. En Francia, algunos se llevaron las manos a la cabeza.

Louvre Abu Dhabi

Primero llegó un manifiesto firmado a tres manos por Françoise Cachin, veterana directora del Musée d'Orsay, y los polemistas e historiadores del arte Jean Clair y Roland Recht. “Los museos no están a la venta”, rezaba aquel escrito. “Las obras de arte son un patrimonio a mostrar, pero no una atracción o una mercancía”, decían, negando la realidad del mercado desde su torre de marfil.

En torno a esos tres ejes se formó un foro que acabó dando lugar a una petición popular para paralizar el proyecto. Firmaron cerca de 5.000 personas, entre ellas muchos museólogos, arqueólogos, historiadores del arte y académicos. Todos estaban contra la participación del Louvre en lo que definían como “Las Vegas de las dunas” y acusaban al museo de comportarse “como una corporación con una estrategia claramente definida: la maximización de sus ganancias”.

El entonces director del Louvre, Henri Loyrette, se defendió aludiendo a “concesiones”, “roles tutelares” y “tarifas justas” por los servicios que se iban a prestar. Así es la Economía de Museos. “No estamos vendiendo el legado y patrimonio francés. Queremos que esta cultura irradie en las partes del mundo que la valoran. No estamos aquí para transformar la cultura en un producto de consumo”.

Como si no lo fuera ya.

No estamos vendiendo el legado y patrimonio francés. Queremos que esta cultura irradie en las partes del mundo que la valoran

Henri Loyrette, exdirector del Louvre

La 'Asphyxiante Culture' de la franquicia artística

En realidad, el Louvre Abu Dabi va mucho más allá del Louvre. La cesión del nombre forma parte de un acuerdo entre Estados del que participan otros museos franceses agrupados bajo el paraguas de la Agence France-Muséums (AFM).

El convenio entre Abu Dabi y Francia, firmado en 2007, incluye el permiso para usar el nombre del Louvre durante 30 años y seis meses. Solo por eso la monarquía emiratí pagará la friolera de 400 millones de euros.

Francia también se compromete a prestar obras para el nuevo museo durante una década. Ya han enviado trescientas, un inventario que se irá renovando y a la vez reduciendo a medida que el Louvre Abu Dabi vaya agregando obras a su colección permanente. Además, el Louvre y otros 12 museos franceses, como el Pompidou, o el Orsay, se comprometen a asesorar a nivel curatorial y a prestar obras para exposiciones temporales durante 15 años. En total, Francia se embolsará 974 millones de euros.

El deseo del emirato de convertirse en el centro cultural de todo el mundo árabe, e incluso más allá

Theodore Karasik, consultor de geoestrategia de Gulf State Analytics

Louvre Abu Dabi

Desde que se anunció la fecha de apertura del nuevo Louvre el pasado septiembre —abrirá sus puertas al público este sábado—, decenas de aviones han salido de París rumbo al Golfo Pérsico. Aviones cargados de obras de Leonardo da Vinci, Giacometti, Monet, Van Gogh, Rodin, Klein, Manet, Gauguin, Rothko, Matise, Pollock, Man Ray... hasta el Napoleón que cruza los Alpes a lomos de un caballo blanco —el célebre retrato de Jacques-Louis David— ha viajado a Abu Dabi en lo que podría interpretarse como una metáfora de nuevas conquistas —económicas, en este caso— para el país de Macron.

Pero algo no termina de hacer clic.

De momento, esta invasión francesa está generando, sobre todo, una suerte de asombro perplejo. Al menos, en el observador de occidente.

Muchos de los periodistas desplazados esta semana desde Europa para asistir a la inauguración de este “palacio de la cultura”, como repiten sus promotores, no han podido evitar un rictus de extrañeza al ver tanta cultura clásica re-presentada fuera de eje. Y claro, algunos se preguntan:

¿Tiene sentido un retrato del emperador Napoleón tan lejos de su contexto territorial original? ¿Tiene sentido una pintura geométrica de Mondrian, primera obra que el museo adquirió en 2009 para su colección permanente, en mitad del Golfo Pérsico?

Manuel Rabaté, director de la sucursal en el emirato, objetaba a estas dudas el pasado miércoles en una abarrotada rueda de prensa recordando que el propio Napoleón, a finales del siglo XVIII, regresó de su campaña egipcia cargado de piezas de arte que acabaron en el archivo del Louvre. Algunas de esas piezas hacen ahora el viaje de vuelta. “¿No ha sido siempre ese intercambio de objetos el que ha regido la historia de los museos?”, se preguntaba el francés.

¿Qué es el Louvre Abu Dabi? Es una narrativa de la humanidad desde el principio del conocimiento, usando el arte como testigo de las épocas

Jean-François Charnier, comisario jefe del proyecto y director de Agence France-Muséums

Tender puentes para el diálogo (y los turistas)

Quienes han podido pasear por los pasillos del imponente edificio de Jean Nouvel hablan del afán totalizador de un museo en el que hay pocas sorpresas en lo que se refiere a la nómina de artistas seleccionados. Salvo algunas excepciones, sus galerías son un escaparate del Dream Team extendido de la historia del arte. Ese que abarca desde un utensilio prehistórico a artistas contemporáneos como Ai Weiwei.

Jean-Luc Martinez, actual presidente-director del Louvre, defiende ese canonicismo panorámico remitiendo a lo que, según él, persigue la sucursal de Abu Dabi: “Contar cómo hemos llegado hasta aquí a través de las interconexiones culturales que se han dado a lo largo de la historia de la humanidad”.

La cosa no va solo de alquilar tesoros del arte occidental, recalcan sus impulsores. El Louvre Abu Dabi nace con la ambición de convertirse en un destino de prestigio mundial que sirva de puente entre las culturas globales. Un lugar de encuentro e intercambio entre oriente y occidente.

El Louvre Abu Dabi va de compartir culturas de ambos lados. Va de descubrir las cualidades de civilizaciones que no son la nuestra

Jean Nouvel

Por eso, todo en el nuevo Louvre tiene una clara intención pedagógica. En primer lugar porque, como ha reconocido la subdirectora del museo, Hissa Al Dhaheri, se trata de “generar una comunidad de amantes del arte en Abu Dabi, que hasta ahora es muy modesta”. Educar en casa.

Louvre Adu Dabi

Zaki Nusseibeh, actual Ministro de Estado de los Emiratos Árabes Unidos, explica que para su Gobierno el nuevo Louvre también es parte de una estrategia cultural que busca contrarrestar tensiones en la región. “La prioridad es invertir en educación y cultura. Es algo fundamental por lo que ha pasado con la radicalización de grupos que han secuestrado el Islam”.

Los Emiratos Árabes intentan capturar toda la historia en un edificio en Abu Dhabi. Quieren capturar la esencia de otras sociedades porque provienen del desierto y están en busca de la historia

Theodore Karasik, consultor de geoestrategia de Gulf State Analytics

Los Emiratos quieren promover la capital de Abu Dabi como una ciudad moderna, tolerante y abierta al mundo. Una ciudad capaz de atraer, al estilo del Guggenheim de Bilbao, a los miembros más pudientes de la tribu global del turismo cultural.

En esa misión el Louvre es solo un primer reclamo, la primera piedra de un gigantesco distrito cultural en la isla de Saadiyat que, si el viento sopla a favor, acabrá incluyendo otros tres grandes museos. Está prevista la construcción de una enorme sucursal del Guggenheim, diseñada por Frank Gehry, y también el Museo Nacional Sheikh Zayed, con edificio de Norman Foster, y un Museo Marítimo a cargo de Tadao Ando. Eso, y nuevos hoteles y complejos de apatamentos y sitios de recreo. El plan, soñado hace una década, justo antes de la Gran Recesión, cuenta con un presupuesto de 18.000 millones de dólares.

Quizás ahora entiendas mejor aquello de “Las Vegas de las dunas”.

Luces y sombras de una arquitectura colosal

De momento, el recurso al arquitecto estrella funciona. En el día de la inauguración del nuevo Louvre, las obras artísticas eran un poco lo de menos. Casi toda la atención fue para la majestuosa cúpula que cubre el complejo. 180 metros de diámetro y 7.500 toneladas de aluminio y acero dispuestas en varias capas de tejido perforado a la manera de una enorme celosía que crea lo que Nouvel describe como “una lluvia de luz”.

Louvre Abu Dabi

Bajo la cúpula se levantan 55 cubos blancos de diferentes tamaños que albergan las galerías y definen con sus contornos las zonas comunes. “El complejo está concebido como algo a medio camino entre una medina árabe, con sus calles estrechas, y un ágora griega, un sitio para congregarse y hablar de la vida y el arte en un contexto de total serenidad”, ha dicho Nouvel. “Quería crear un barrio del arte, más que un simple edificio”.

Esta arquitectura colosal, sin embargo, también tiene sus sombras. El miércoles, decenas de trabajadores asiáticos aún se agitaban bajo el sol para acicalar los exteriores o esconder algunas zonas sin terminar en el interior del museo. Al verlos era difícil no pensar en las denuncias de explotación de los migrantes que han trabajado durante la última década en la construcción de la isla de Saadiyat.

La organización de derechos humanos Human Rights Watch habló de maltratos y condiciones cercanas a los trabajos forzados. Nouvel siempre ha defendido que las condiciones de los trabajadores que ayudaron a levantar su edificio fueron auditadas y se consideraron correctas, incluso mejores que las de muchas obras del mismo calado en Europa.

Louvre Abud Dabi

A partir del sábado, el nuevo Louvre tendrá que demostrar que es algo más que un capricho de 'nuevos ricos'. Una cuestión que se repite es cómo de atrevido va a ser el museo. Laurence Des Cars, primer director de adquisiciones del centro, insiste en que los funcionarios culturales de Abud Dabi ya han tomado "posturas osadas en lo que se refiere a la forma de lidiar con la religión y la desnudez". También hay cierto miedo de que su bulimia en la adquisición de obras para su colección permanente acabe generando una burbuja en los precios a nivel internacional, algo que, según los especialistas, de momento no ha pasado.

Mientras, la ducha de petrodólares parece haber calmado los escozores de la élite cultural francesa. El director del Louvre asegura que la sucursal árabe ya ha tenido un efecto dramático en la escena museística del país.

“Gracias al Louvre Abu Dabi, nuestros museos se han visto obligados a trabajar juntos después de 50 años de diferencias”, contaba Jean-Luc al New York Times. “Tenemos algunos egos. [Verlos dispuestos a colaborar] Es una revolución en las mentalidades”.

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