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La historia de fantasmas con Kristen Stewart que redefine el realismo en el cine

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En ‘Personal Shopper’, los contactos con el más allá se hacen vía WhatsApp

víctor parkas

17 Mayo 2017 06:00

En un momento de Personal Shopper, Kristen Stewart jadea y se retuerce en una cama que no es la suya. Quieres creer que está sola; masturbándose. Y en realidad —en todo aquello que atañe a lo real—, así es: Olivier Assayas, el director, filma a Stewart como si ésta se estuviera masturbando, en soledad, sobre la cama de su jefa ausente.

¿Por qué, entonces, parece estar en medio de un polvo salvaje, follando con una figura incorpórea?

Kristen Stewart, la Personal Shopper que da título a lo nuevo de Olivier Assayas, no solo dedica su tiempo a comprar ropa que jamás va a ponerse: también intentará, a lo largo de la película, contactar con su hermano recién fallecido. Sí: Stewart, Maureen en Personal Shopper, tiene la misma destreza para elegir prendas de alta costura que para contactar con el más allá.

También, para sentir una atracción fatal por las presencias fantasmales.

Y es que Stewart, aun y convertida en musa del cine indie, parece no poder desencasillarse del rol con el Crepúsculo la hizo mundialmente famosa: el de chica-frágil-enamorada-del-monstruo. Del lapso de tiempo que va de Crepúsculo a Personal Shopper, los vampiros y los hombres lobo han sido sustituidos por las presencias fantasmales, sí; pero el subtexto —las relaciones de mierda y cómo ensalzarlas— sigue siendo el mismo ahora que entonces.

Relaciones de mierda: o las tuviste tiempo atrás o, peor aún, estás en una ahora mismo. En cualquier caso, sabes de qué estamos hablando. Y también sabes que las relaciones —las de mierda, pero también las otras— han cambiado sustancialmente desde que la primera parte de Crepúsculo se estrenase en 2008.

Ahora, Bella, sublimaría sus turbulencias amorosas descargando, enviando y recibiendo WhatsApps. Así, por lo menos, las sublima Maureen en Personal Shopper.

La película de Assayas, de esta forma, refleja de forma tan fidedigna nuestro presente —y cómo pasamos buena parte del mismo ensimismados en esta o aquella pantalla— que, aun y desde el fantástico, supone el acercamiento más realista que el cine actual haya dado sobre nuestras nuevas formas de comunicación. Sobre el aislamiento al que nos someten. Sobre cómo han aniquilado cualquier parecido con el romanticismo clásico.

‘Personal Shopper’ es una película de fantasmas donde los fantasmas prefieren manifestarse por mensajería instantánea que por sesiones de ouija. Los sustos, las manos temblorosas y la tensión propia del cine de terror, en la película de Assayas, suelen ir precedidos de una notificación de WhatsApp

Personal Shopper habla de todo eso, y lo hace de forma desapasionada; sin hacer de ello un drama —hay cosas que no son buenas ni malas, solo son. Assayas, que se sabe pionero en esto de ficcionalizar el infierno de aburrimiento al que nos ha llevado internet, no mostrará sus cartas durante el primer tercio de película: en el arranque de Personal Shopper, las señales fantasmagóricas que recibe Stewart huelen a cine de terror clásico; a golpes secos en casas encantadas; a grifos de ducha que se activan solos.

“Voy a necesitar de ti algo más”, dirá Maureen, cerrando ese mismo grifo de forma tan literal como metafórica. Y, claro, cuando una millennial reclama “algo más”, eso solo puede significar una cosa: Lo. Hablamos. Por. Whats.

Sí: Personal Shopper es una película de fantasmas donde los fantasmas prefieren manifestarse por mensajería instantánea que por sesiones de ouija. Los sustos, las manos temblorosas y la tensión propia del cine de terror, en la película de Assayas, suelen ir precedidos de una notificación de WhatsApp. ¿Que si funciona? Tan bien como disparar en la rodilla a un nazi.

Sin embargo, incluso prescindiendo del elemento fantástico, Personal Shopper seguiría suponiendo un acercamiento igual de certero a nuestro zeitgeist. Stewart pasa, fácilmente, dos tercios de película completamente sola, consumiendo vídeos de YouTube en la tablet, cuando no, directamente, ensimismada en su móvil. Personal Shopper, así, alterna primeros planos de pantalla de móvil con primeros planos de Kristen Stewart. Plano de la pantalla. Plano de Stewart. Pantalla. Stewart. Pantalla. Stewart. Créditos finales.

Y es que, ¿existe acaso otra forma de contar historias intimistas en 2017? La nueva intimidad pasa, necesariamente, por bajar el cuello y centrar la vista en esos puntos suspensivos que te indican, qué nervios, que el otro está escribiéndote un mensaje. Todas las historias de amor empiezan así. El cohetazo de deseo inicial; aquello que dará paso al idilio, está supeditado, obligatoriamente, a conocer la contraseña del wifi más cercano.

Pero en Personal Shopper no hay mensajes sobreimpresos en pantalla, como en Sherlock, ni tampoco un intento de trasladar el lenguaje de internet al medio cinematográfico; no es Open Windows. Por supuesto, no es un estertor de muerte para atraer al público joven como The Emoji Movie. Assayas, como siempre he hecho, apuesta por el cine de autor de línea dura y con pocos diálogos —esta vez, el silencio de sus personajes tendrá un smartphone como coartada.

La película de Assayas viene a normalizar un tipo de narrativa cinematográfica todavía en construcción —el cine mainstream del futuro, por fuerza, terminará respirando como Personal Shopper. Que el relato funcione, avance y te lo creas (funciona, avanza, te lo crees) tiene que ver, y mucho, con una Kristen Stewart que ha conseguido exceder, aun interpretándolo, ese manido rol a lo suicide girl del que hablábamos antes.

A Stewart hoy, como les pasó en los noventa a Winona Ryder o a Christina Ricci, quizás quieran encorsetarla en papeles siempre oscuros, cortados con un patrón similar. A diferencia de ellas dos, la actriz de Crepúsculo tiene el potencial para coger ese tipo de roles y reventarlos desde dentro. Es enormemente divertido ver cómo lo hace; la forma apática en la que recita su texto, como si alguien se lo estuviera chivando por un pinganillo.

Kristen, cuando se relaciona con espíritus, está más cerca del Bill Murray de Los Cazafantasmas que de la Winona Ryder de Bitelchús. Maureen, su personaje en esta historia de fantasmas, quizás necesite “algo más” durante la película, no así nosotros. Personal Shopper, tal y como está, no solo es perfecta: también es una bocanada de aire fresco; eléctrico. Del futuro.

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