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Artículo De pegar tiros en ‘Wild Wild West’ a perrear con Bad Bunny Culture

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De pegar tiros en ‘Wild Wild West’ a perrear con Bad Bunny

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Marc Anthony / YouTube
 

A un año de que su ‘Willenium’ cumpla dos décadas, la faceta rapera de Will Smith se rinde al dominio de lo latino con ‘Está Rico’. ¿Ha vuelto 'El Príncipe de Bel Air' para quedarse?

víctor parkas

03 Octubre 2018 12:02

Era 1988, NWA llamaban al baño de sangre policial en la antirrepresiva Fuck tha Police mientras la MTV cubría su cuota de rap con Parents just don’t understand. La canción, que ganaría el Grammy al mejor rap al año siguiente, era un devaneo sobre los conflictos paternofiliales que se generan, por ejemplo, al tomar prestado el coche familiar o al ir a comprar ropa al centro comercial: “¡Le pedí a mi madre unas Adidas y me compró unas Zips!”.

La canción era el single principal de He’s the DJ, I’m the Rapper, el segundo álbum de estudio de DJ Jazzy Jeff & The Fresh Prince, tándem formado por Jeff Townes y Will Smith.

Smith, que en 1990 daría el salto a la pequeña pantalla con El Príncipe de Bel Air, ya llevaba tres discos a sus espaldas cuando se convirtió en una inesperada estrella catódica. Influenciados por referentes hip hop con notas funk como Grandmaster Flash, Smith y Townes debutaron con Rock The House y afianzaron su sonido con And in this corner, el disco que haría a la NBC se fijase en ellos para enrolarlos en su famosa sitcom.

En una época donde el hip hop ganaba popularidad a la vez que evidenciaba potencial político —además de los desvergonzados NWA, Public Enemy también ganaban posiciones a finales de los ochenta—, DJ Jazzy Jeff & The Fresh Prince eran una arma de desprogramación masiva: rimas blancas y para todos los públicos, inabarcable distancia irónica en su propuesta, desmesurada ambición pop.

Jeff y Will Smith, restándole potencial subversivo, hicieron del rap algo asumible para el mercado, allanando el camino para su desactivación completa en favor del grunge. “En lugar de la lucha social y el tomar las calles”, dijo al respecto de este trasvase Raúl Sensato, “el grunge retrataba al joven que se encierra en casa y se deprime él solito en su habitación”. La abulia, con las risas enlatadas de la NBC de fondo, pasaba mejor.

La fama que El Príncipe de Bel Air granjeó a Smith daría a sus dos últimos trabajos con Jeff un trampolín más grande desde el que lanzar sus singles: Summertime, del disco Homebase, se coló en el top ten del Billboard Hot 100, además de volver a seducir a los Grammy como mejor rap del año 1992. Meses después, despidiéndose con Code Red, Smith dejaría aparcada la música para dedicarse a la actuación a tiempo completo.

El barbecho duraría cuatro años. Will volvería en 1997, esta vez en solitario, con álbumes que estarían llamados a formar parte de la mercadotecnia de sus películas: Big Willie Style, cuya Gettin’ jiggy wit it, le valdría otro Grammy, sirvió de merchandising a mayor gloria de la primera entrega de Men in Black; Willenium, un producto más que comprar, al salir del cine, tras el visionado del western futurista Wild Wild West.

Willenium, que el año que viene cumple dos décadas, fue la cara amable del hip hop mainstream de finales de siglo. La oscura, lanzada el mismo año, fue el debut de Eminem con The Slim Shady LP. Aunque hoy parece difícil de creer, en 1999 y para el público profano, los mejores valedores de la cultura hip hop eran un chaval blanco de Detroit y una superestrella de Hollywood abandonada al delirio steampunk.

Pese a que Born to Reign, su tercer álbum, todavía tuvo un evento cinematográfico en que apoyarse —su single principal, Black Suits Comin, era leitmotiv de Men In Black II—, el disco Lost & Found volvería a poner punto y a parte a su carrera en 2005. Paradójicamente, ese mismo año Kanye West lanzaba Late Registration, demostrando que el talento derrochado en The College Dropout no era flor de un día.

En 2003, tan solo dos antes, Jay-Z lo había cambiado todo con The Black Album.

Con el rap en plena reconfiguración, figuras como la de Smith —también la de Eminem, aunque su estertor de muerte se extendería hasta nuestros días— se verían obligadas a dejar libre un trono del que se habían apropiado por mera falta de comparecencia. Tras Lost & Found, el único legado musical de El Príncipe de Bel Air pasaría a ser aquel producido por sus hijos, Jaden y Willow Smith.

Este hiato en la carrera musical de Smith, aunque más pronunciado que el que sucedió a la ruptura de DJ Jazzy Jeff & The Fresh Prince, volvería a ser eso mismo: un hiato. La pasada semana, haciendo equipo con Marc Anthony y Bad Bunny, el Will Smith cantante volvía a las andadas con el track Está Rico, un tema de salsa post-Fania con toques de reguetón soft. ¿Que cuántos millones de views? Dieciséis y subiendo.

Hay que ser prudente para señalar Está Rico como un come back estricto: la canción no parece marcar tanto el tercer reinicio de la discografía de Smith, sino que más bien funciona como producto exploit del valor meme que el actor viene acumulando en su Instagram. La premisa de la colaboración, reunir una triada tan improbable como la que forman Smith, Anthony y Bad Bunny, parece ideada en una reunión de guionistas de Saturday Night Live.

De alguna forma, y pese a que su objetivo no sea rebootear al Smith rapero, Está Rico funciona —la canción es pegajosa, lúbrica, bailable— y lo hace, en gran parte, recuperando ese sarcasmo al que recurrían DJ Jazzy Jeff & The Fresh Prince: las palmas y el spanglish de Smith, la certeza de que entre él y Marc Anthony suman 100 años, "sacude tus caderas, always taking pictures, laughing blowing kisses, I think you’re delicious".

Está Rico es —tenía que serlo— un sketch, porque sólo un sketch podía consolar a todos esos fans de Willenium a los que 2005 les frenó el baile. “You gotta play that again”, frasea Smith en el cierre del track. Vamos, sí: tócala otra vez, Will.

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