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Opinion Dioses, orgasmos y sacrificios: algunas ideas sobre OT 2018 Culture

Dioses, orgasmos y sacrificios: algunas ideas sobre OT 2018

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Imagen: Arte PG
 

Dioses, orgasmos y sacrificios: algunas ideas sobre OT 2018

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¿Podemos ver un espectáculo como Operación Triunfo desde una perspectiva religiosa? ¿Es exagerado pensar en el programa como una invitación a reflexionar sobre la muerte y la finitud del ser humano? En todo caso, es la posibilidad que nos ofrece 'The Wicked + The Divine', un cómic sobre la cultura pop que va más allá de la trillada crítica sobre la sociedad del espectáculo

"Cada noventa años, doce dioses regresan como jóvenes. Los aman. Los odian. En dos años, mueren todos. Está ocurriendo ahora. Está volviendo a suceder."

Esta cosmogonía circular, en la que doce dioses de distintas mitologías se reencarnan en estrellas del pop adolescentes, es la premisa de uno de los mejores cómics de los últimos años: The Wicked + The Divine.

Pero ayer, viendo la primera gala de OT 2018, pensaba que es también una descripción bastante ajustada del ciclo de construcción y destrucción de ídolos a la que obliga cada nueva edición de este programa. ¿Quién será la nueva Amaia, reina del Panteón y de España? ¿Quién ocupará el lugar de los viejos dioses en el sofá de la academia? ¿Podrán Natalia, Noelia y Alba Reche igualar la fascinación que ejercían los antiguos dioses?

"Cada año, dieciséis dioses regresan como jóvenes. Los aman. Los odian. En unos meses, desaparecen todos. Está ocurriendo ahora. Está volviendo a suceder."

La correlación es evidente. Los cómics de Gillen McKelvie y Wilson Cowles se presentan, aparentemente, como una sátira de la sociedad del espectáculo. La estética satinada de The Wicked + The Divine apunta directamente hacia el sistema de celebrities de la escena musical global: Rihanna, Kayne West, Daft Punk, Miley Cyrus o David Bowie. Y Operación Triunfo es una reproducción a escala de este sistema, un microcosmos que reproduce y escenifica 24/7 los mecanismos de la industria: concentra en una fórmula extremadamente eficaz el ciclo de la fama y el fracaso.

Sin embargo, reducir The Wicked + The Divine a una crítica frontal a la música mainstream resulta insuficiente y, quizá, equivocado.

Estos cómics no son una plataforma elevada desde la que reírnos del apego irracional que los seguidores sienten por Aitana o Famous. Es cierto que McKelvie y Cowles establecen un paralelismo explícito entre el culto religioso y el fanatismo pop: "no es una misa", dice Laura, la fangirl protagonista, "es aquello a lo que aspira a ser una misa. Lo que aspiran los orgasmos a ser". Pero esta aspiración religiosa del espectador no aparece como un reproche, ni es tratada como una superstición ridícula.

The Wicked + The Divine no es el ñeñeñé de Adorno contra las industrias culturales y la música pop, ni es la regañina de Guy Debord por pasarnos el día pegados a la pantalla. Más bien al contrario: sus autores presentan una reflexión —matizada, contradictoria y extensa— sobre la secularización, la supervivencia de la religiosidad y el hecho de que programas como Operación Triunfo ayuden a encauzar esta espiritualidad mediante formas rituales.

OT 2018: nuevos dioses serán sacrificados

De entrada, dejemos clara la premisa. The Wicked + The Divine nos enseña que OT es en esencia lo mismo que el resto de religiones y cultos espirituales: una forma de relacionarnos con la muerte.

No es una exageración. Cuando ayer Aitana volvió a la academia para charlar con los nuevos concursantes llegó incluso a verbalizar esta idea: dijo que vivió cada expulsión "cómo si se hubiera muerto alguien". Pero más allá de esta significativa anécdota —pensemos en los llantos, en los abrazos, en las etapas del duelo— tanto la estructura del concurso como la de las galas de expulsión, están pensadas como ejercicios rituales en los que el paso del tiempo, la finitud y la contingencia juegan un papel fundamental.

Un ritual es un acto simbólico, un comportamiento pautado que, en palabras del antropólogo Carles Salazar, no tiene una finalidad práctica específica, sino una finalidad expresiva, que está ligada tanto a nociones de carácter religioso o sobrenatural, como a la necesidad del individuo de sentirse parte del cuerpo social.

(Twitter / Operación Trinfo: @OT_Oficial)

El ritual religioso por antonomasia es el sacrificio, y está dividido en cuatro fases: presentación, consagración, invocación e inmolación. Es difícil ignorar los paralelismos con el funcionamiento de OT, especialmente porque la simbología de los rituales casi siempre es metonímica. Como explica Salazar, "expresamos aquello que queremos decir haciéndolo parcialmente". Implica, por lo tanto, una sustitución metafórica: no hace falta que matemos a nadie para celebrar un sacrificio ritual, sino que basta con escenificar la pérdida y aceptar colectivamente la necesidad de su desaparición.

Sin embargo, la relación de OT con la idea de muerte y la religión va más allá de las galas, las nominaciones y las expulsiones. No por casualidad, el primer número de The Wicked + The Divine se titula "El acto fáustico", se abre con un epígrafe del Doctor Fausto de Marlowe y la primera viñeta del cómic es una calavera gigante: los dioses del Panteón, como los de OT, son unos dioses muy especiales, cuyos poderes están estrechamente ligados a la brevedad y la fragilidad de su existencia.

(Amaterasu, la diosa solar, en conciero)

Si el "carpe diem", el "trabajo diario" o el "aprovechad la oportunidad", que escuchamos una y otra vez por parte de profesores y jurados de OT, sirven de propaganda ideológica es porque el paso de los concursantes por la Academia funciona como una analogía de nuestro paso por la vida. Es esta conciencia de la finitud lo que nos convierte en seres religiosos: tanto para los dioses pop, como para los espectadores que nos identificamos con ellos, la muerte es el límite que da sentido a toda nuestra vida.

"Somos dioses. Vivimos para inspirar"

Para muchos, la religión es una patología de la razón: un remanente de irracionalidad que nos convierte en sujetos pasivos, emocionales, abandonados a una veneración desmesurada. Marx habló de "opio del pueblo" y Freud de una "enfermedad colectiva". Por ello, se cree que los fans sufren es trastorno en primera persona. Enajenados, los espectadores de OT se comportarían como animales excitados, igual que lo hacen los hinchas del fútbol durante un mundial.

Pero The Wicked + The Divine no entronca con esta tradición escéptica y crítica. Cuando compara la música pop con un culto religioso lo hace para señalar lo que acabamos de ver: que la religiosidad no es sólo el negocio de unas cuantas instituciones eclesiásticas, sino una aspiración universal que resulta tanto de nuestra finitud como de nuestro carácter social. En consecuencia, la comparación con los dioses no ha de ser vista como un reproche a los fanáticos, sino como la expresión de conflictos universales que se repiten en el tiempo y que toman cuerpo en estas figuras simbólicas que las diferentes culturas de todo el planeta han llamado dioses.

Si la cosmogonía de programas como OT resulta circular, es porque esperamos que se repitan unos mismos problemas, unas mismas relaciones, unos mismos enfrentamientos. Y lo esperamos porque son los mismos conflictos que vivimos nosotros como espectadores. Mantenemos con ellos una relación análoga a la que los griegos podían sentir con Deméter, la diosa de la agricultura, o los egipcios con Sakhmet, la diosa de la guerra: concentran nuestras preocupaciones en una narración pública que puede ser consumida socialmente mediante comportamientos rituales.

Laura, la protagonista de The Wicked + The divine, representa este viaje aspiracional, y ejemplifica con su vida la conexión entre los desconocidos que miran OT y los desconocidos que llegan a ser estrellas de OT. Spoiler: ella es una simple fangirl que termina por convierse en diosa, y no en una cualquiera, sino en Perséfone, la diosa del infierno que tiene que morir para poder llegar a formar parte del Panteón.

"Somos dioses", explica Amatersu en una rueda de prensa. "Vivimos para inspirar". Es el resumen perfecto de porque OT 2018 desvela nuestra disposición espiritual hacia lo sagrado: porque al renovar el panteón y ofrecer unos nuevos ídolos, nos recuerda que la esencia de lo religioso es la muerte o, como dijo una vez el antropólogo Lluís Duch de forma mucho más elegante, "la expresión de las insuprimibles continuidades de todos los seres humanos, de su radical igualdad estructural".

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