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La ‘moda virtual’: la nueva ilusión 3D de Instagram

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Cómo lucir divino vistiendo ‘ropa digital‘ que no existe en la vida real

PlayGround

10 Julio 2019 19:41

Imagina que sustituyes el gesto de ir a una tienda o abrir un armario lleno de ropa por el de revisar una carpeta de imágenes en tu teléfono, un “armario virtual”. Quieres ponerte algo nuevo y distinto. Buscas entre esas imágenes alguna prenda que te apetezca probarte, o un estilismo que te inspire y tap. En cuestión de segundos puedes lucir esa ropa, ajustada a la medida sobre tu cuerpo, en tu próxima foto de Instagram. Ropa que no has tocado en tu vida, y que solo existe en formato digital.

Como está:

La moda virtual existe y es muy fácil de usar. No tiene absolutamente nada que ver con el acto físico de vestirse tal y como lo conocemos, pero no puede negarse que responde a las nuevas velocidades de consumo compulsivo marcadas por Instagram.

Las empresas pioneras en este ámbito ofrecen piezas singulares o paquetes de prendas que puedes comprar. Una vez adquirida una de estas piezas, un algoritmo 3D ajusta la ropa digitalmente a tu foto, que puedes compartir al momento en tus redes sociales. Y ya está. La prenda no existe en la vida real. Aunque... ¿por qué debería hacerlo, si cada vez más tendemos hacia el uso de la moda como contenido digital que no siempre tiene un reflejo en nuestra “vida real”?

La primera pieza del mundo de "alta costura digital", que se vendió en una subasta benéfica por 9.500 dólares, fue diseñada por Amber Jae Slooten, directora creativa de The Fabricant.

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La primera pieza del mundo de 'alta costura digital', diseñada por Amber Jae Slooten, directora creativa de The Fabricant

De momento, ninguna firma de lujo ha sacado una colección completamente digital. Pero tiempo al tiempo. Otros han tomado la delantera. La compañía noruega Carlings sacó la primera en noviembre del año pasado y la casa de moda holandesa The Fabricant se encarga de crear prendas digitales hiperrealistas para diferentes marcas.

Esta nueva forma de consumo funciona porque, en la última década, la moda se ha trasladado de la calle a las redes sociales. Instagram se ha convertido en una pasarela virtual. Los influencers nunca repiten ropa. Muchos revenden las prendas una vez compartida la foto en cuestión, o las devuelven en las tiendas, creando un creciente problema para las marcas.

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Prendas de la colección digital Neo-Ex de Carlings

Digital y sostenible

Vivimos en una constante paradoja. A las nuevas generaciones les gusta expresarse a través de la moda pero también les preocupa reducir el impacto de la industria en el medio ambiente. La moda virtual podría ser una buena respuesta a estos nuevos hábitos de consumo, y a la vez puede ayudar a que la industria mute hacia un modelo más sostenible.

Si la gran mayoría de las piezas de ropa que necesitamos para alimentar nuestra imagen pública solo existieran virtualmente, la huella de carbono de la industria de la moda disminuiría significativamente. Lo cual resulta especialmente interesante para todas esas prendas reconocibles o extravagantes que no suelen usarse más de un par de veces y pasan la mayor parte de su vida arrinconadas en un armario.

Luego está la cuestión económica. Las prendas de diseñador suelen costar entre varios cientos y miles de euros en la vida real. En cambio, las virtuales oscilan entre los 9 y los 30 euros. Al ser mucho más accesibles también funcionarían como agente democratizador del acceso a la moda. Porque ser capaz de comunicarte a través de la moda no debería depender del dinero que tengas en el banco.

Pero la tendencia hacia la digitalización de la moda no es nueva. Los jugadores de Fornite llevan tiempo acumulando piezas de ropa virtuales para sus avatares. Moschino lanzó una colección cápsula inspirada en los Sims y la acompañó de una versión virtual para los personajes del videojuego. Y cada vez más diseñadores apuestan por modelos virtuales como Lil Miquela o Shudu, que a pesar de no existir en el mundo real, cuentan con miles de seguidores en Instagram y marcas dispuestas a contratarlas.

La moda virtual responde a la inmediatez, la velocidad e incluso la excentricidad de una forma de consumir muy concreta. Pero no puede ser la única. ¿Qué pasa con la relación emocional que desarrollamos con nuestra ropa o la sensación que nos produce un determinado tejido en la piel?

La moda es más que una foto en redes sociales, pero eso no significa que nuestra forma de consumirla en el mundo real no deba cambiar cuanto antes.

¿Y si pudiera convivir una moda rápida y arriesgada online con una slow y ecológica en la vida real? Todos saldríamos ganando.

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