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Dios salve a la (buena) comida inglesa

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Un profesor del Imperial College de Londres resumía así a la gastronomía del país: "Cenas no comestibles, higiene deficiente y mujeres ebrias practicando sexo oral en la calle" ¿Merece la cocina británica arrastrar la peor fama del mundo?

Marc Casanovas

15 Febrero 2018 06:00

Mientras los analistas económicos se visten de Nostradamus para vaticinar qué país europeo sufrirá una mayor sangría con el Brexit, el Reino Unido afronta con una mezcolanza de incertidumbre y engorilamiento el abanico de nuevas oportunidades que irrumpen de sopetón sin la necesidad de cruzar el Canal de la Mancha.

La empresa no es baladí: revitalizar una agricultura históricamente maltrecha (A finales del siglo XX, en Gran Bretaña había más personas haciendo y vendiendo sándwiches que trabajando en la agricultura), retomar el control de las aguas (los pescadores británicos llevan más de 45 años irritados con cuotas injustas) y, en definitiva, sacar de las catacumbas su gastronomía denostada durante años por todos los vecinos del viejo continente.

A finales del siglo XX, en Gran Bretaña había más personas haciendo y vendiendo sándwiches que trabajando en la agricultura.

"Hace doscientos años", decía el mediático Andrew Zimmern en un viaje gastronómico televisado en 2017, "decir 'una buena comida inglesa’ se consideraba una gran alabanza”. Pero la cosa ha cambiado sensiblemente: “Desde hace veinte años", recalcaba Zimmern, "la comida de las Islas Británicas es universalmente considerada como la más aburrida, la más sosa y la más hervida del mundo”.

¿Qué ha pasado durante el último siglo para se desplome su status? ¿Por qué la cocina inglesa arrastra la peor fama de Europa? ¿Es tan mala como dicen o es bulo injustificado? ¿Por qué sus restaurantes más populares son los que sirven comida francesa, italiana e india? En definitiva, ¿qué demonios es y dónde está la verdadera cocina inglesa?

A todas estas preguntas mejor que no responda un francés. Y entre todos los franceses, el ex presidente Jacques Chirac se ha ganado la enemistad de los británicos de por vida. Durante su mandato, aprovechó la rivalidad histórica entre ambas naciones para centrar todas sus bromas contra la "mala comida inglesa". Barra libre en esta triada sangrante:

Broma 1 torpedeando la hermandad entre naciones: “"No puedes confiar en las personas que cocinan tan mal”.

Broma 2 a la yugular: “La única cosa que los ingleses han dado a la agricultura europea es la enfermedad de las vacas locas”.

Broma 3 con socarronería: “Después de Finlandia, es el país con la peor comida”

Fish & Chips

Los británicos nunca han gastado ni un gota de sudor para convencer al mundo de las bondades de su gastronomía.

Obviando el humor de traje y corbata francés, parece ser que el chiste fácil sirvió para despertar del letargo a la opinión pública inglesa. Es curioso, pero los británicos nunca han gastado ni un gota de sudor para convencer al mundo de las bondades de su gastronomía. Es más, parece que les da exactamente igual lo que piensan de ellos. Que su mesa va mucho más allá del english breakfast, el pastel de cerdo o el fish & chips es de cajón, pero de ahí a ponerse a vender su buena cocina... fuck, no.

El debate se emponzoñaba sin opiniones disconformes. Algo chirriaba en una tierra orgullosa del té, la sidra, el whisky o la cerveza y que pasaba demasiado por alto su riqueza de alimentos sólidos.

“La comida regional de Gran Bretaña es quizás nuestro secreto mejor guardado”, decía con orgullo uno de los ingleses en un foro de discusión de la BBC titulado con elegancia británica: “Is British cuisine inadequate?” (¿Es incapaz de tener éxito la cocina británica?) Incapaz o no, por fin los alimentos tradicionales del Reino Unido retomaban el pulso en la cima de la cadena alimenticia, gracias a un movimiento populista de recetas patrimoniales y un gran aprecio por sus comidas tradicionales que se perdió inexplicablemente por el camino.

Sandwich

Estas son 6 de las grandes razones que provocaron que la gastronomía británica sea uno de los últimos motivos por los que un turista visite el Reino Unido:

1.

Tal y como indica con atino The Victorian Web, "El desarrollo de una economía de mercado socavó la autosuficiencia local y enredó al pueblo en una red de ventas en efectivo. Al mismo tiempo, destruyó la capacidad de los trabajadores individuales para cultivar sus propios alimentos, ya que no tenían tierra para cultivar o tiempo para hacerlo después de largas horas trabajando en el molino o en la mina".

2.

Los efectos residuales de dos guerras mundiales sumado a un estricto racionamiento marcaron sobremanera a toda una generación que se saltó el esencial trasvase de conocimiento culinario. No había tiempo para el aprendizaje a fuego lento que requieren las recetas en el hogar. La comida tenía un único servicio: alimentar para seguir al pie del cañón.

3.

Su privilegiada posición geográfica en el mapa fue una ventaja para su comercio internacional, pero una pequeña tragedia para su gastronomía nacional. Tal y como dice el historiador Dave Cridland en Quora, "aparte de la comida británica tradicional, hay una gran cantidad de alimentos que han sido bienvenidos como parte de nuestra "cocina urraca". Esto es robar alegremente comidas interesantes de todo el mundo e ignorar alegremente la autenticidad propia. Basta con mirar el clásico Kedgeree británico, originalmente proviene de un plato de verduras indio, y ahora se basa en pescado ahumado (y guisantes, por supuesto)".

4.

Los ingleses cuando comen fuera mayoritariamente comen en pubs. Una buena cocina tiene que nacer en los restaurantes. En los pubs se va sobre seguro y se sirve lo que más vende: los platos favoritos de los británicos. Nada nuevo en el horizonte. Ninguna reivindicación de sabor local más allá del vinagre en las patatas de bolsa.

5.

Como anuncia The Guardian, la industria de sándwiches está consumiendo al Reino Unido. A nivel mundial vende 8 billones de libras al año. Transformó la forma en que los británicos almorzaban, luego hizo lo mismo con el desayuno, y ahora también ha alterado las cenas. Y ninguno de los tres cambios fue para mejor.

6.

Los restaurantes más conocidos del Reino Unido son indios, italianos y franceses, pero ni un indio, italiano o francés reconocerían los platos servidos como propios. Los platos de pasta en un restaurante típico "italiano" en el Reino Unido son tan italianos como una pizza en los EE.UU. Un plato "francés" está, normalmente, limitado a estar escrito en francés en la carta. Y en cuanto a la India, dale un Chicken Tikka Massala de Birmingham a alguien de la India y su cara te lo dirá todo.

Pig Pie

Los ingleses cuando comen fuera mayoritariamente comen en pubs.

Incluso Jamie Oliver, el hijo pródigo que todos los padres británicos quisieran para sus hijas, el cocinero nacido en Clavering, las entrañas de Inglaterra, creó su gran imperio de restaurantes en torno a la cocina italiana. ¿La esperanza de la cocina británica fomentando los sabores italianos entre los ingleses? Suena raro, pero nadie se quejó antes de la quiebra millonaria de su cadena de restaurantes que acumula deudas por valor de 71.5 millones de libras. Una gran metáfora del hundimiento de la buena mesa británica.

La cosa no mejora ni un ápice buscando bibliografía. En The Guardian hacen un recopilatorio con un the best of épico. El famoso historiador Bill Bryson recurre constantemente a la "rancia comida británica" en Notes from a Small Island (1995) para reírse de algunas zonas. La periodista estadounidense Sarah Lyall, en A Field Guide to the English (2009), se maravilla de que a su esposo inglés le gusten los "postres británicos que consisten mayoritariamente en pan blanco rancio", mientras se queja de las consecuencias digestivas de comer tan pesado.

Pudding

Con el desarrollo de una economía de mercado, los trabajadores no tenían tierra para cultivar o tiempo para hacerlo.

Y por último. el libro Undercooked Beef del profesor portugués Joao Magueijo. La visión más hardcore de un extranjero sobre la cocina inglesa: "cenas no comestibles, higiene deficiente y mujeres jóvenes ebrias practicando sexo oral en la calle". Una crítica que hizo especialmente daño por tratarse de un profesor titular en el Imperial College de Londres.

Pero lo que posiblemente sea la denuncia más cruel fue escrita desde dentro. Por un inglés de Fulham de alta alcurnia. En 1961, el dramaturgo John Osborne (Look Back in Anger, The Entertainer) publicó en la revista Tribune una pieza que comienza tal que así "Esta es una carta de odio. Es para vosotros, mis compatriotas. Me refiero a los hombres que han profanado mi país. A los hombres, que con sus dedos maníacos, dirigen el cuerpo ciego, débil y traicionado de mi país hacia su muerte".

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