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Opinion Todos esos adultos que coméis como niños: tenemos que hablar de vosotros Food

Todos esos adultos que coméis como niños: tenemos que hablar de vosotros

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See-ming Lee
 

Todos esos adultos que coméis como niños: tenemos que hablar de vosotros

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Odian los ingredientes verdes y la fruta y se jactan de comer tres o cuatro platos de pasta. Todos conocemos a uno de ellos

Carlos era un monitor infantil de 38 años que se enorgullecía de no haber probado una verdura en su vida. Dejaba claro que nadie lograría cambiar su dieta basada en mucho pollo rebozado, mucha pasta con tomate, postre cargadito de azúcar y a correr. Lo que popularmente se conoce como "menú infantil de los restaurantes" aplicado a un adulto era la base de su alimentación; ese monstruoso formato que tanto daño hace a la buena nutrición y que logra que los hijos crean equivocadamente que su comida debe ser diferente a la de sus padres.

Pero Carlos no está solo, ni mucho menos es un caso aislado porque son muchos los adultos que comen como niños. Todos tenemos un Carlos en nuestras vidas; un Peter Pan de la comida que se niega a crecer con su dieta y que preferiría cualquier cosa antes de probar un plato o un sabor nuevo.

Donald Trump y su dieta Peter Pan

En la mesa, Carlos explicaba con tono jocoso su dieta con todo lujo de detalle ante cualquier desconocido. Se recreaba describiendo cualquier alimento que fuera de color verde resaltando sus ganas de vomitar y se jactaba diciendo que las ensaladas eran bols con todos los ingredientes que quitaba de la hamburguesa. La cruda realidad es que Carlos soltaba sus andanadas rodeado de niños que estaban en un momento crucial de crecimiento individual para adquirir buenos hábitos alimentarios. Si lo pienso detenidamente, la estampa era más bien ridícula: Carlos comía como un niño rodeado de niños que comían como adultos. O mejor dicho, Carlos comía peor que un niño porque había muchos pequeños que comían verdura, fruta o legumbres sin queja alguna.

El periodista C. Brian Smith lo explica con todo lujo de detalle en MEL Magazine. En su artículo The men who eat like boys describe a un hombre de 56 años que come toneladas de pollo, patatas fritas, arroz, noodles, mac ’n’ cheese, pizza y McDonald’s con Coca Cola en vena. Así lo ratifica Nancy Zucker, directora del Duke Center for Eating Disorders, que identificó a 2600 adultos que se describían a si mismos como “picky eaters” (algo así como “maniáticos de la comida”). El problema de raíz nacía en la niñez, se prolongaba en la adolescencia y se fijaba en la madurez. El nutricionista del articulo lo justifica por una cuestión de género y centraliza el foco en los hombres: "Muchas personas quedan atrapadas en una versión de sí mismos de 10 años y nunca llegan a la edad adulta nutricional. Culturalmente es más aceptable que un hombre rechace frutas y verduras, mientras que tradicionalmente las mujeres han sido las encargadas del cuidado de la familia”.

Turi Calafato, World Press Photo

Pero la cosa no acaba aquí. Hay un mensaje colateral para las madres y las novias de estos adorables niños adultos. El primero es para las novias: “La propensión a comer como un niño solo se magnifica cuando hay una pareja cerca para dar testimonio. Por ejemplo, cuando Ally conoció a su novio Brad, él no comía verduras, solo carne, pasta, hamburguesas, pizza y bagels. Con 28 años comía como un niño de 7 años. ¿Qué hombre adulto bebe regularmente chocolate con leche con sus cenas antes de ir a la cama?”. Para cambiar esta mala tendencia la novia tenía que aportar su granito de arena: “Brad ha expandido sus horizontes culinarios. Ally lo ha ayudado a darse cuenta de que las comidas que 'no le gustaban' se basaban en opiniones que había formado a los 7 años. 'Inténtalo' se convirtió en su nuevo mantra”. El segundo mensaje es para las madres: “La madre de Brad lo amamantaba y se sometía a todos sus caprichos alimentarios cuando era un niño. Cocinaba tres comidas diferentes si él y sus hermanos lo exigían”.


Lo que C. Brian Smith no desarrolla en su artículo es que este comportamiento oculta un poso oscuro y profundo de machismo aceptado por nuestra sociedad. Es decir, si un hombre adulto come como un niño es culpa primero de la madre que no lo ha educado como es debido y luego la culpa recae en la esposa porque no lo mima como una buena mujer. En todo este tinglado, ¿dónde están las responsabilidades de estas criaturas que ya se afeitan el bigote? Es tan ridículo como culpar a la pareja de tu disfunción sexual esquivando el error de bulto con altas dosis de cobardía.

Hay algo que delata a cualquier Peter Pan de la dieta. Si se sigue comiendo igual más allá de los 40 años, el organismo puede traicionar a cualquiera con una barriga por sobrepeso. Y que yo sepa no existe tribunal en el mundo, por muy corrupto y machista que sea, que aceptaría esa curva delatora como prueba contra nadie que no sea uno mismo.

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