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¿Por qué Argentina pasa hambre si hay comida para 440 millones de personas?

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6 motivos para entender una política alimentaria terrible para los argentinos

Marc Casanovas

19 Septiembre 2018 16:44

Hay una máxima que conoce cualquier argentino después de haber vivido 10 crisis en los últimos 70 años. Argentina produce alimentos para 450 millones de personas. Es decir, 10 veces el tamaño de su población. Entonces, ¿por qué hay tantos argentinos pasando hambre?

Si hacemos caso a cifras oficiales, entre 1,5 y 3 millones de personas sufren hambre en Argentina. La cifra varía considerablemente si los datos los suministra un observador internacional o local. Lo que los datos no ponen en duda es que Argentina está entre los países del mundo que produce más alimentos básicos como miel, soja, ajo, limones, peras, maíz, carne, manzanas, trigo y aceites vegetales, ¿por qué esos 3 millones de argentinos no reciben lo que les pertenece?

Foto: Gamba.cl

1. La losa de ser "el granero del mundo"

Argentina arrastra el mito de país rico. Mucho antes de que los economistas encendieran las primeras señales de alarma, el concepto de Argentina como granero del mundo se enseñaba y se asimilaba como algo muy positivo. Es un título de una supuesta edad de oro que los propios argentinos y sus instituciones se han colgado generosamente cargando con un extra de responsabilidad.

Mientras que de puertas afuera el Producto Interior Bruto (PBI) marcaba que Argentina era una de los diez potencias del mundo, de puertas adentro las oportunidades reales eran escasas. Argentina ha caído en el error sistemático de comprar productos elaborados en el exterior con sus propias materias primas. Es decir, de poco servía exportar vacas, ovejas o trigo a Inglaterra si allí se transformaba en ropa y carne que se exportaba a Argentina con un precio mucho más elevado.

2. Falta de competencia entre mercado interno y externo

Lo resume muy bien Iván Ordóñez, economista especializado en el campo, para BBC Mundo: "El problema de Argentina no es que falten alimentos. No somos India ni Haití ni Venezuela; nosotros no importamos alimentos, todo lo que comemos es industria local. Lo que debería pasar, y no ha pasado, es que el mercado interno compita con el mercado externo, que se exporte más, se genere más riqueza y eso genere más empleo”.

Foto: InfoNews

Un vistazo a la lista de los productos más exportados de Argentina durante el año 2016 prueba que 6 de los 10 primeros tienen que ver con el sector alimentación: residuos industria alimentaria (18,7%), cereales (12,1%), grasas y aceites vegetales o animales (8,6%), aceite de semilla (6,6%), pescado (2,9%) y carne (2,5%). Mientras que importó por millones de dólares vehículos, petróleo, aparatos eléctricos y aviones. Ni rastro de alimentos importados que puedan generar competencia, empleo y riqueza.

Pongamos un ejemplo: según datos del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna, el precio en una carnicería de Buenos Aires del kilo de carne argentina es un 19,2% más alto que en enero de 2017. Para encontrar un mejor equilibrio abogan por la complementariedad entre mercado interno y externo. Según afirman los expertos, es la mejor manera para que las exportaciones sigan creciendo sin que los precios del mercado interior tenga estas grandes subidas por encima de la inflación del país.

3. Concentración monopolista del campo

La frágil economía del país ha multiplicado las desigualdades convirtiendo a Argentina en una economía compleja sin comparación con otros países de América del Sur. Las últimas declaraciones de Mauricio Macri no son un soplo de esperanza y avecinan un nuevo aumento de la pobreza y el hambre.

Además, nunca ha existido algo tan esencial como una relación saludable entre los distintos gobiernos y el campo. La bajada y subida de impuestos ha maltratado a los pequeños propietarios provocando una concentración de la propiedad. Una de las quejas más frecuentes de los agricultores en Argentina es que la propiedad de la tierra es más desigual que nunca. Exigen una ley de acceso a la tierra que otorgue créditos a los trabajadores del campo con los que cuidar mejor de sus cultivos.

"Denunciamos que el Gobierno en el 2018 transfirió 145 millones de dólares al campo más concentrado, al que genera alimento para los cerdos de China y cero pesos para los demás. Para los grandes hay y para los chicos no hay nada", subraya el sindicato Unión de Trabajadores de la Tierra para EFE.

4. El paraíso de la agricultura transgénica

Tal y como constata el doctor Raul Montenegro, biólogo de la Universidad de Córdoba, en una investigación de Justicia Alimentaria, “países como Argentina o Brasil son el paraíso de la agricultura transgénica porque sus gobiernos no han establecido un control sobre enfermedades y muertes. Si estos sistemas de monitoreo estuvieran en su lugar, sería posible medir los efectos de la agricultura transgénica. Tal como están las cosas, los gobiernos de estos países niegan que haya un problema incluso frente a numerosos informes médicos y de personas afectadas”.

Foto: Zárate Alerta

Argentina es el tercer país que más transgénicos siembra en el mundo y sus dirigentes siempre han destacado los beneficios de su uso. En 2017, fueron 23,7 millones de hectáreas, el 12,5 por ciento de toda la superficie mundial implantada con este tipo de alimentos. Manzanas y patatas que no se oscurecen ni deterioran, piñas extra dulces, maíz con mazorcas de mayor biomasa, soja con contenido modificado de aceite o caña de azúcar resistente a insectos. La mayoría de cultivos comprados por potencias exteriores incluso antes de plantarse. Pero no hay números fiables que resuelvan una cuestión clave: ¿cuántas toneladas de estos alimentos transgénicos son para el consumo de los argentinos?

5. Patriarcado en el acceso de tierras

Tal y como explica Lucía Wei en el medio de justicia social Red/Acción, “a la mayoría de mujeres no le reconocen sus derechos. Si ellas tuvieran igual acceso que los hombres a la titularidad de tierras, financiación y capacitaciones podrían producir entre un 20% y un 30% más de alimentos en el mundo. Esto equivaldría a una cantidad de alimentos para alimentar 4 veces a la población de Argentina”.

En InfoCampo se hacen la pregunta sin tapujos: ¿Existen lugares para que las mujeres ejerzan poder en el ámbito rural argentino? Xavier Hernández especifica que el principal objetivo pasa por “revertir la invisibilidad de las mujeres ligada a una tradición, a un discurso de género que posiciona a los hombres como jefes de la unidad de producción, al mismo tiempo que reproduce la división sexual del trabajo. Esta histórica asignación de tareas provoca, entre otras cosas, la diferencia en el acceso a los recursos naturales y económicos y excluye a las mujeres del acceso a la renta monetaria, de la gestión de las actividades productivas y de los espacios públicos de decisión”.

Foto: Radio Mundo Rural

Desde el movimiento Mujeres Agropecuarias en Lucha que lleva más de 20 años de lucha añaden otro factor decisivo que esconde la administración: “Los dirigentes rurales nos odian, nos odian los hombres, nos tienen un desprecio.”. Un baño de realidad para demostrar que no es un problema exclusivo de los gobernantes, también los es de los propios agricultores masculinos que ven amenazados su estatus dentro de una sociedad eminentemente machista.

6. Desperdicio absurdo

En Argentina se desperdician más de 16 millones de toneladas de comida cada año. La gran mayoría de esta comida se encuentra en buen estado, pero se echa a perder por falta de recursos, tiempo o información. En 2017, los bancos de alimentos del país rescataron más de 9 millones de kilos de comida que se sirvieron en 28 millones de platos en 2.500 comedores y hogares de ancianos y niños necesitados.

Aquí es de vital importancia el rol de los productores para minimizar una dinámica peligrosamente negativa. El problema principal es que la mayoría de productores no saben qué hacer cuando tienen un producto altamente perecedero (verduras y frutas frescas) pero no hay negocio para cosecharlo porque el costo es muy alto y no hay demanda.

Es una duda razonable a la que los gobernantes deben dar tres posibles soluciones. La primera debe ser convertirlo en alimento humano. Si no puede el propio productor facilitar en lo medida de lo posible todas las ventajas para que pueda ofrecerlo a otro productor argentino interesado a buen precio. La segunda prioridad debe ser transformarlo en alimento animal. Si no puede asegurarse el uso como alimento humano se puede vender ese excedente a un criador de animales para que se lleve la merma de producto que no llegará al consumo humano. La tercera manera es transformarlo en microenergía o compost para la industria y la agricultura.

Estas son las tres opciones para descartar siempre que se pueda la última solución: tirar productos frescos aptos para el consumo humano a la basura.

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