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Artículo “Están insomnes; se mueren por dentro”. El sanatorio de los nuevos hombres de éxito Life

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“Están insomnes; se mueren por dentro”. El sanatorio de los nuevos hombres de éxito

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Prometieron que iban a cambiar el mundo, pero la mayoría de ellos solo siente que está creando un mundo peor, y se sienten terriblemente mal por ello. Bienvenidos a Esalen, el lugar al que los ejecutivos de Silicon Valley van a llorar

L.M.R.

11 Diciembre 2017 11:48

“Muévete rápido y rompe cosas. Si no estás rompiendo cosas es que no te estás moviendo lo suficiente rápido”. Durante años, ese fue el lema de Facebook. Su manera de insistir en aquello de que si no cometes errores, es que no lo estás intentando en serio. Y si no lo estás intentando en serio tienes un problema. Porque en Silicon Valley, el que no se mueve, muere. Si estas en un barco que no crece, estás en uno que se hunde. Es cuestión de tiempo.

De la mano de ese lema Facebook ha crecido hasta convertirse en la presencia omnipresente que es hoy. Sus cifras apabullan. Pero hay quien piensa que, en ese camino, Zuckerberg y sus chicos han acabado rompiendo algún que otro jarrón equivocado.

Decía Nietzsche que el remordimiento es como la mordedura de un perro en una piedra: una tontería que limita el desarrollo. Y decía, también, que los remordimientos llevan al hombre a morder. Esas dos frases podrían servir para enmarcar la deriva reciente de algunos grandes ejecutivos de la industria tecnológica. Personas que han pasado de creer a pies juntillas en la cultura del “optimismo hiperbólico” a advertir de los peligros de aquello que ayudaron a crear, y que les hizo ricos. Personas que han pasado del orgullo casi arrogante al sentimiento de culpa.

¿Qué hacer cuando formas parte de una industria que empiezas a ver como un monstruo?

Ante esa crisis cada vez más seria, Silicon Valley ha encontrado su centro de retiro.

¿Recuerdas el último capítulo de Mad Men?

Pues algo parecido.

Mad Men

Meditar para acallar los remordimientos

Solo Dios sabe lo que está haciendo al cerebro de nuestros hijos”, decía hace poco el polémico primer presidente de Facebook, Sean Parker, de la red social. “Facebook ha combinado técnicas de persuasión de propagandistas y de la industria del juego en modos que amenazan la salud pública y la democracia”, añadía. “No podemos confiar en que Facebook se regule a sí mismo”, aseguraba casi a la vez Sandy Parakilas, antiguo jefe de privacidad de la compañía.

Aunque esas bofetadas vayan dirigidas contra la cara amable de la red social, la sensación de decepción, de oportunidad perdida y de irresponsabilidad disfrazada con buenas palabras es extensiva a otros gigantes tecnológicos.

Como dijo Jeff Hammerbacher, antiguo jefe de datos de Facebook: “Las mejores mentes de mi generación se dedican a pensar cómo hacer que la gente pinche en anuncios. Es un asco”.

“Las mejores mentes de mi generación se dedican a pensar cómo hacer que la gente pinche en anuncios. Es un asco” - Jeff Hammerbacher

Jason Henry / The New York Times

Quienes así se sienten han encontrado un lugar de peregrinación en Big Sur, California. Allí, en la costa sur del Pacífico, se asienta el Esalen Instutute, un antiguo paraíso de hippies e intelectuales de la contracultura que acaba de mudar su piel para consagrarse a una nueva misión: ser un hogar para que los tecnólogos reflexionen sobre lo que han construido.

O dicho de otro modo: ayudar a que “las grandes mentes de las empresas tecnológicas” mediten sobre su impacto en el mundo y “aclaren sus conciencias”.

“El interior de los directores ejecutivos está dañado. No pueden dormir de noche” - Ben Tauber, extrabajador de Google y director del Esalen Institute

“Va surgiendo una nueva conciencia en Silicon Valley conforme la gente reconoce que su éxito convencional no necesariamente está haciendo del mundo un lugar mejor”, explica Ben Tauber a The New York Times. “El interior de los directores ejecutivos está dañado. No pueden dormir por las noches. Todos están en esta crisis y por dentro están muriendo”.

El nuevo Esalen institute es, en sí mismo, una extensión de Silicon Valley. Al frente del negocio está Tauber, exdirector de producto en Google. Los programas están coordinados por empleados y ex empleados de Facebook y Google y las sesiones están impartidas por líderes de ese reino del 'oro tecnológico'. Quienes acuden allí, quienes pagan —y no poco— por esos cursos buscan limpiar sus almas, superar los sentimientos de culpa que les causan sus creaciones tecnológicas. Y hay demanda: casi todas las actividades programadas desde la reapertura del centro en octubre están a punto de colgar el 'no quedan plazas'.

“Va surgiendo una nueva conciencia en Silicon Valley conforme la gente reconoce que su éxito convencional no necesariamente está haciendo del mundo un lugar mejor” - Ben Tauber, ex trabajador de Google y director del Esalen Institute

“Quienes vienen se preguntan si están haciendo lo correcto para la humanidad”, dice Tauber. “Estas son preguntas que solo podemos responder a puerta cerrada”.

El nuevo Esalen reúne a inversores de capital riesgo y altos ejecutivos de la industria tecnológica con gente llegada de otros ámbitos con ganas de “transformarse”. Los programas en torno a la depresión, la ética tecnológica, o las conexiones entre la realidad virtual y la espiritualidad se alternan con caminatas contemplativas, sesiones de meditación, clases de alimentación consciente, talleres sobre compasión, baños en fuentes termales y yoga.

Esalen

En la clase de 'Inner-Net', por ejemplo, los presentes pasan diez minutos mirando a los ojos a un extraño mientras se les pide que repitan mentalmente frases como “Esta persona tiene emociones al igual que yo”, “Esta persona ha experimentado el dolor y ha sufrido al igual que yo”, “Esta persona morirá al igual que yo”. Todos están descalzos.

“Quienes vienen se preguntan si están haciendo lo correcto para la humanidad. Estas son preguntas que solo podemos responder a puertas cerradas” - Ben Tauber, ex trabajador de Google y director del Esalen Institute

En Esalen, como en Silicon Valley, las buenas intenciones se confunden con el negocio. Leyendo la reciente pieza del NY Times sobre el terreno, uno no puede evitar pensar en el giro final de aquel último capítulo de Mad Men que citábamos arriba (el episodio fue rodado en Anderson Canyon, pero el centro de retiro al que acaba arrastrado Don Draper estaba directamente inspirado en el Esalen de los años 70).

Don ha tocado fondo, se siente roto. Pero durante una clase de meditación parece sufrir una epifanía. Su rostro se ilumina. ¿En paz consigo mismo? No. Acaba de soñar un anuncio.

Pues eso.

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