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Artículo El nuevo Supreme se ha cargado la cultura underground juvenil Life

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El nuevo Supreme se ha cargado la cultura underground juvenil

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La moda urbana de los noventa requería vocación pero el nuevo streetwear solo exige dinero en la cartera

Gemma Cuadrado

16 Diciembre 2019 18:10

Cientos de adolescentes (y algunos adultos) acampan con sillas plegables y sacos de dormir en el Soho de Nueva York. La mayoría son blancos y todas sus carteras están a rebosar. La última colección de Supreme está al caer y ninguno podría soportar quedarse sin alguna de sus nuevas prendas. Esta ansiedad desmedida es culpa de los drops, el popular sistema de ventas que limita la distribución de las piezas en tiempo y espacio. Las colaboraciones con otras marcas de renombre, incluso de lujo, también ayudan a avivar este entusiasmo por la exclusividad. Aunque para los que no tienen tiempo para toda esta parafernalia, siempre les quedará gastárselo todo en la reventa.

Así es como funciona Supreme, aunque no siempre ha sido así. Esta última década lo ha cambiado todo y es con este pretexto con el que nace su último libro: Supreme (Vol 2), que muestra los productos, colaboraciones y momentos culturales clave de la marca desde 2010 hasta 2018. ¿Pero qué es lo que ha pasado en estos últimos años? Se suele decir que el streetwear ha conseguido crear una nueva forma de lujo, pero en realidad, la transformación ha sido mucho más integral. Este término apenas existía antes de 2010, momento en el que raperos, skaters, grafiteros y surfistas, de repente, se volvieron interesantes para la industria de la moda.

Antes de eso, solía hablarse de ropa urbana, que era “otra forma de decir que la llevaban negros y puertorriqueños”, explica el exdirector de Supreme, Angelo Baque. Todo empezó en la California de los 80, cuando una nueva cultura entorno al surf y el skate emergió y, con ella, nacieron un sinfín de firmas independientes como Stüssy o Freshjive, algunas más vinculadas con el hip-hop como X-Large o Cross Colors, y otras tantas como Tripe Five Soul, Ecko Unlimited o la misma Supreme que aparecieron como contra respuesta a esta nueva escena desde la costa este.

Supreme Summer Tees. 06/27/2019

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En esa época, todas estas marcas estaban arraigadas a algún tipo de subcultura. La moda urbana de los 90 requería vocación, igual que la música o los cómics underground. No existía Internet, así que recorrerse estas tiendas era lo más parecido a hacer una peregrinación. Solo el hecho de pensar en la remota posibilidad de revender alguna de sus piezas se les antojaba tan absurdo como devastador, no solo por el vínculo emocional que sentían por ellas, también porque probablemente nadie las hubiera comprado.

La primera tienda de Supreme, la de Lafayette Street, en Manhattan, fue pionera como tienda y galería de arte. Era lo más parecido a un club, una especie de sociedad secreta con paredes blancas y estanterías de madera contrachapada donde los compradores podían mirar, pero no tocar. Antes tenían que ganarse el derecho a comprar porque la autenticidad no podía pagarse con dinero. De alguna forma, la tienda reflejaba la ciudad que tenía alrededor. La mayoría de los skaters, grafiteros y raperos que la frecuentaban provenían de familias desestructuradas pero sabían que, siempre que quisieran, podían pasarse por ahí a tomar una cerveza o fumar con sus iguales en medio de esa Nueva York obscena, turbulenta y callejera previa a Rudy Giuliani.

Supreme®/dead prez. 12/05/2019

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¿Pero qué puede quedar de todo eso en un momento en el que alguien como Justin Bieber se viste de Supreme de pies a cabeza?

Probablemente nada. La cultura underground juvenil asociada a la marca ha muerto, Internet y el nuevo streetwear de lujo se la han cargado. Lo que antes era sagrado para todos esos chicos ahora es un mero producto al alcance de cualquiera con más dinero que autenticidad. Esta nueva tribu de hypebeasts no solo se ha apropiado de los códigos de la marca, también ha apartado de la ecuación a aquellos que en su día formaron parte de su comunidad y, de alguna forma, les han tomado prestada el alma. Todo lo que Supreme tuvo de revolucionario en su día se ha vuelto, poco a poco, más descafeinado y corporativo. No es que haya dejado de molar, son los chavales que la visten los que han dejado de hacerlo.

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