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Opinion Un festival que hizo NRMAL lo extraordinario Life

Un festival que hizo NRMAL lo extraordinario

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Un festival que hizo NRMAL lo extraordinario

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¿Un cartel musical que mezcla artistas de culto con emergentes y busca la equidad? Sí se puede: el NRMAL materializó no sólo un show, sino una idea

Detrás de cada cartel existe un por qué. Sí, en todos hay fama y dinero de por medio, y muchos festivales se quedan sólo en eso. Sin embargo, hay otros que utilizan los line-ups para plantear posturas culturales relevantes para tiempos modernos y –ta-rá-ta-tááá– el que más nos gusta es el NRMAL.

Desde que empezó en 2010, el NRMAL se ha distinguido por ser un promotor de la diversidad y la equidad en todos los aspectos que comprenden el festival –desde lo que pasa en el escenario, hasta el moncho entre actos– convirtiéndose en uno de los eventos más reconocidos de cada año y uno que realmente ofrece una propuesta diferenciada.

En ediciones anteriores, hemos visto a Deerhunter, The Brian Jonestown Massacre, Explosions In The Sky y Spiritualized, entre otros actos grandes que, probable y desafortunadamente, nunca hubieran venido a México sin un represente como NRMAL. Pero, también, están los otros, es decir, aquellos artistas que quizá un día escuchamos en un clip de skate o desayunando huevito con tocino en el depa de un desconocide, dijimos “esto está bueno” y nunca más volvimos a saber de ellxs –ni de los artistes ni de los desconocides– hasta toparlos, en vivo, una tarde templada de principios de marzo en el Deportivo Lomas Altas.

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Más que chicos, muchos de los proyectos a los que me refiero son emergentes o, más bien, aún no tienen la trayectoria artística de los nombres antes mencionados y no tiene nada de malo. Por el contrario, al mezclar bandas de culto con proyectos emergentes, el público recibe una doble voluptuosidad: la primera, el placer de escuchar bandas que nos moríamos por ver. La segunda, el placer de escuchar bandas que no sabíamos que moriríamos al ver –por ejemplo: Michelle Blades y Los Machetes, Mint Field, Lorelle Meets The Obsolete y Sol Oosel, por mencionar algunos artistas que dijimos “A-L-V”–.

Este año, nuevamente encontramos proyectos de todo tipo: desde sonidos procedentes de recovecos latinos reimaginados por Mateo Kingman, hasta el folk melódico norteamericano de The Sea and Cake; desde el pop entumecedor de BEA1991, hasta Bush Tetras y sus riffs que muerden y te hacen mover la patita; desde la pesadez sonora de un Byetone o Flying Lotus, hasta la inventiva psicodélica de Juana Molina. La cosa estará variadita y, como era de esperarse, el festival volverá a ser uno de los más equilibrados en cuestión de género: de 11 actos en total, la mitad traen represente femenino –3 actos de mujeres (Juana Molina, BEA1991, Jackie Mendoza) y 2 ensambles mixtos (Bush Tetras y Wand)–. Aplauzos de una por eso.

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El NRMAL, como todo, ha mutado con el tiempo, pero si algo ha sabido mantener, es una curaduría fina anclada al binomio equidad/diversidad. Esta curaduría y los valores que representa son su eje, su raison d’etre, la forma en la que combate el sexismo, la segregación y otros males contemporáneos que, lamentablemente, no dejan de estar presentes en nuestro día a día. Más que un festival, el NRMAL es la materialización de una idea que nos invita a normalizar la diversidad y a traspasar límites auto impuestos, a través de la música.

Nos vemos el sábado.

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