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Artículo Adictos al mal tiempo: así es ganarse la vida como ‘cazatormentas’ Life

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Adictos al mal tiempo: así es ganarse la vida como ‘cazatormentas’

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Hablamos con las 2 únicas personas en España dedicadas de forma profesional a la caza de tormentas. Así es vivir a expensas de la ferocidad meteorológica

silvia laboreo

De pequeño, a Joan Boscà le asustaban con lo de 1982. La ruptura de la presa de Tous en la tarde del 20 de octubre de 1982 dejó 30 pueblos arrasados, 8 personas fallecidas y más de 300.000 damnificados en el marco de la peor gota fría de la historia de la Comunidad Valenciana.

Con el barro también llegó el temor de la población del valle de Cárcer a las fuerzas naturales. “En la escuela teníamos miedo a las tormentas. De tanto que nos decían, cuando veíamos el patio llenarse de agua, nos asustábamos”, explica Boscà, de 24 años. Poco a poco, ese miedo infantil se transformó en interés. Y con los años, en un singular trabajo. Él y su compañero Toni Rubio son, hoy o por hoy, los 2 únicos cazatormentas profesionales de España.

A Toni también le llegó la afición de pequeño. De familia de agricultores, pasó su infancia mirando al cielo. “Cuando llovía me pegaba horas y horas en balcón, me cautivaba ver la naturaleza en acción y a pleno rendimiento”, explica. Ya de mayor, estudió Ciencias Ambientales y un máster en Meteorología por la Universidad de Barcelona.

Los caminos de estos dos hombres se juntaron en AVAMET, la asociación valenciana de meteorología. Allí, alrededor de 250 “locos” de las tormentas comparten afición y organizan quedadas para observar, desde tan cerca como les es posible, estos fenómenos extremos. Joan y Toni empezaron a “cazar” juntos en 2014. “Matábamos el gusanillo y seguíamos las tormentas para entender cómo se desarrollan”, recuerda Toni. Hasta que el año pasado les surgió la oportunidad de dedicarse a ello profesionalmente.

Cazatormentas en acción

Météorage, una empresa francesa que dispone de una red de detección de rayos en la Península Ibérica, buscaba a 2 personas que recabaran datos para calibrar sus receptores. Joan y Toni fueron los elegidos, convirtiéndose así en las 2 únicas personas en España, y de las pocas en Europa, con sueldo como cazatormentas. “En EEUU sí hay una mini-industria, se ganan la vida unas 100-150 personas”, explica Joan. “Allí han tenido que invertir mucho dinero en controlar las tormentas. Aparte de los huracanes está el tema de los tornados, algo muy local y específico de una zona. Un tornado puede arrasar tu casa y la del vecino no verse afectada”.

En Europa no hay tornados aterradores, ni huracanes cada año, ni cazadores de tormentas que se juegan la vida en cada salida, pero la labor de Joan y Toni es tan importante como la de sus colegas estadounidenses. Ellos son los encargados de suministrar información de los rayos que caen en la Península a la compañía francesa para la que trabajan. “Ni te imaginas la gente que está pendiente de dónde cae un rayo”, me cuenta Toni. “Desde grandes corporaciones como Iberdrola, que necesitan saber en tiempo real si surge cualquier contingencia en sus campos de aerogeneradores o en su red eléctrica, hasta campos de golf, donde es fundamental un buen detector de rayos por los palos metálicos de los jugadores”, explica. Además, los rayos son los desencadenantes de un porcentaje importante de incendios forestales y tenerlos ubicados puede marcar la diferencia entre un incendio controlado y otro no.

“Ni te imaginas la gente que está pendiente de dónde cae un rayo”

Armados con antenas y dispositivos GPS, ordenador, una cámara que graba a velocidad superlenta y siempre atentos a la predicción meteorológica a tiempo real, Joan y Toni recorren la Península en su coche en busca de tormentas a punto de estallar. “Nuestro trabajo consiste en recoger los rayos que caen cuanto más cerca mejor, sin mojarnos y sin que nos caigan encima”, explica Joan.

¿Es un trabajo peligroso?, preguntamos. “Con la experiencia sabes más o menos cuándo estás en peligro y cuando no”, cuenta Toni. Conforme las primeras gotas caen, el riesgo de ser alcanzado por un rayo aumenta. “No deja de ser posible que te caiga un rayo en seco, pero el riesgo es mucho más bajo”, explica el cazatormentas. “Mi abuela tiene miedo a los rayos y le da pánico este trabajo”, cuenta Joan.

Pese a toda la experiencia, kilómetros de carretera, jornadas de "caza" mano a mano y las precauciones que toman, ambos recuerdan con claridad la vez que más cerca estuvieron de ser golpeados por un rayo. “Fue en Teruel. Estuvimos 4 o 5 horas en un lugar muy bueno de observación, con la tormenta orbitando a nuestro alrededor pero sin acabar de estallar”, relata Toni. “A los 15 minutos de dejar el lugar cayó un rayo en el aerogenerador que teníamos justo detrás”, explica.

“Mi abuela tienen miedo a los rayos y le da pánico este trabajo”

Pese al miedo que puede producir una tormenta, ambos se sienten afortunados. “Es estacional, no es el trabajo mejor pagado del mundo pero lo consideramos un regalo”, explica Joan. “Cuando terminemos nuestra tarea de calibrar rayos, la empresa se irá a otro país y nosotros ya no podremos seguir trabajando de esto”, añade. “El futuro de este trabajo es muy complicado y la sostenibilidad laboral es limitada”, afirma Toni. “Depende de si es un año prolífico de tormentas, porque hay temporadas en las que directamente no hay nada”, se lamenta.

El sueño de Toni y Joan es poder ir al Tornado Alley de EEUU y ver de primera mano uno de los fenómenos más extremos que hay. "Es la cumbre de la brutalidad meteorológica, poder ver algo tan pequeño, tan severo y que hace tanto daño y ver a dónde se dirige, en qué condiciones", mantiene Joan. "Es muy impresionante para los aficionados a la meteorología". Mientras tanto, seguirán matando el gusanillo con un trabajo que funciona al revés del mundo: cuando se avecina tormenta, toca salir a cazar.

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