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Fetichismo extremo: ¿quién lleva puesta la falda de Sylvia Plath?

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La falda de cuadros de Sylvia Plath fue subastada el pasado marzo junto a sus joyas, primeras ediciones, vestidos, máquina de escribir y otras pertenencias. La escritora A. N. Devers, la compró, y ahora la luce en Instagram

Eudald Espluga

23 Abril 2018 18:59

Larga y plisada, de tartán azul y verde, con el nombre de Sylvia Plath delicadamente bordado en el interior de la cintura. La misma que la poeta llevó en los años cincuenta, cuando estudiaba en el Smith College, y que conservaría hasta el final de sus días. No fue la pieza de ropa más emblemática de Plath: el bikini blanco, sus camisas holgadas o el vestido de verano amarillo quizá se ajustan más a la imagen idealizada que hoy tenemos de ella. Pero lo cierto que en Sylvia, la película de Christine Jeffs, veíamos a Gwyneth Paltrow lucir una prenda muy parecida.

Hoy, sin embargo, la falda de Sylvia Plath la lleva otra mujer.

"Si la falda encaja, llévala". Así de simple y directa es la justificación de A.N. Devers, la escritora y coleccionista que ahora luce la prenda de Plath. Devers, colaboradora de The New Yorker y de A Public Space, la adquirió en Londres el pasado marzo, cuando se subastaron 108 lotes con manuscritos originales, prendas de ropa, joyería, fotografías, bolígrafos, dibujos y libros (entre ellos, el tercer volumen de El señor de los anillos, con una dedicatoria de Ted Hughs para su mujer y su hija).

Aunque A.N. Devers es la propietaria Second Sheft, una empresa de coleccionismo dedicada exclusivamente a rarezas escritas por mujeres, de momento no tiene intención de revender la falda. Lo sabemos gracias al reportaje que Kate Bollick, autora de Solterona, ha dedicado al legado de Sylvia Plath. Tras seguir la pista de los compradores, ha llegado hasta figuras como Devers, que nos explica el sentido de su adquisición —más allá del comprensible fetichismo—.

"Mi madre tenía esa misma falda. La llevó una generación entera de mujeres que tenían que parecer perfectas todo el tiempo", ha contado Devers en The New York Times. "Plath fue miserable, pero creó arte, y la falda es una representación de esa lucha".

De momento, la coleccionista sólo lleva la falda en casa, pero su acto ha tenido extrañas repercusiones, especialmente después de la publicación del reportaje, como la avalancha de mensajes privados que está recibiendo en Twitter en los que le piden haga pública la talla usa, puesto que así podrán deducir qué talla usaba Sylvia Plath.

El de la falda es el último capítulo de una obsesión con la poeta, aunque ni mucho menos el más oscuro: recordemos la polémica por la sexualización del cuerpo de la poeta o el cruel outfit de la revista Glamour España que incluyó un horno rosa como complemento para vestir à la Sylvia Plath. Sin embargo, la propia Devers explica que, a grandes rasgos, existe una diferencia de género en los hábitos coleccioistas: mientras que los hombres prefieren copias prístinas, sin dedicatorias ni firmas, las mujeres tienden a sentirse atraídas por las marcas que los autores dejan en los libros e incluso por el desgaste, que cuenta la historia que existe tras ese ejemplar.

Devers, en su trabajo con primeras ediciones y libros extraños, busca redescubrir el legado literario de muchas mujeres hoy olvidadas. Y llevar la falda raída de Sylvia Plath es también una forma de volver a contar su historia desde la cotidianidad más íntima, que une a Plath con tantas otras mujeres de su generación. Así, su pequeña transgresión rompe con el mito e incluso desmiente la falda de cinematográfica de Gwyneth Paltrow, marrón en vez de azul. Es un fetichismo consciente, casi político, que encarna una lucha por la visibilización que trasciende a la poeta norteamericana.


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