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Artículo Contra los hijos: “el libro que debería venderse al lado del condón y la píldora” Lit

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Contra los hijos: “el libro que debería venderse al lado del condón y la píldora”

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¿Se puede ser madre y ser libre?

Luna Miguel

19 Diciembre 2017 17:45

En un blurb de Diario de quedar embarazada (Ediciones B), de Claudia Apablaza, la escritora Gabriela Wiener asegura que “la maternidad nunca fue tan feminista”. A lo que Wiener se refiere es a que el libro de Apablaza, una novela en clave de autoficción, pone el foco en mostrar el deseo radical de la maternidad. Un deseo que no depende de un él ni de un nosotros, sino de un ella absoluto. Un deseo que no se basa en las bondades publicitarias —y rosas, y peluchíticas— de la maternidad ideal, sino en la consciencia de las suciedades que esta conlleva. Un deseo según el cual la protagonista es capaz de decidir sobre su propio cuerpo —juega a contrarreloj, su cuerpo va a cumplir los 40 y necesita preñarse, da igual con quién—, y también sobre su trabajo como escritora, y sobre la manera de llevar adelante estas dos tareas agotadoras y desagradecidas que son la literatura y la crianza.

Fue Lina Meruane quien en un maravilloso ensayo titulado Contra los hijos (Ediciones Tumbona) reivindicaba la figura de las madres-escritoras asegurando que son seres excepcionalmente desgraciados porque al contrario de las no-madres-escritoras su labor se sostiene en tres patas: la del trabajo que les da de comer, la del trabajo de escritura literaria y la del trabajo que supone la crianza. Una madre-escritora es una triple trabajadora. Un ser raro y excepcional que debe ser muy fuerte y poderoso —a veces hasta exagerado— como lo es la protagonista de la novela de Apablaza.

Pero cuidado, que aunque Meruane ovacione a las madres-escritoras, esta celebración se encuentra insertada en mitad de un ensayo que en realidad es un canto a la no maternidad. Un manifiesto contra los hijos y a favor de la emancipación de la mujer, que no será total hasta que no pueda decir con libertad que no quiere utilizar esa cualidad biológica a la que durante siglos se ha etiquetado de “don”.

Meruane tampoco llega al extremo de Verity Bargate, cuya narradora en la cruda novela No madre, no (Alba Editorial) da comienzo a su testimonio con la siguiente frase: “Lo que más me impresionó cuando me dieron a mi segundo hijo y lo cogí en brazos fue la total ausencia de sentimientos. Ni amor. Ni cólera. Nada”. Ni habla de ese arrepentimiento melancólico al que se referían las mujeres a quienes Orna Donath daba voz en #MadresArrepentidas.

Por lo que Lina Meruane lucha es por el reconocimiento de la mujer como sujeto que puede ser dueño de sí mismo. Por la destrucción del imperio de las maternidades cursis. Por el empuje y la responsabilidad de los padres que siempre estuvieron ausentes. Y, sobre todo, por derribar el protagonismo cada vez mayor del angelito en la vida familiar. Ese protagonismo que eclipsa las voluntades de los adultos y aparta a los niños de una realidad que luego la adolescencia les traerá con el dolor de un cuchillo abriéndose paso en la garganta.

Aunque la contraportada de Contra los hijos diga que este libro debería venderse junto a los condones y las pastillas anticonceptivas, en verdad debería hacerse junto al zumo, o junto a la carne, o junto a los libros, la ropa interior, los juguetes… en todas partes, vaya. Porque la reflexión de Meruane —que llega a España a principios de 2018 en esa colección con la que Literatura Random House está recuperando algunos textos fundamentales del feminismo contemporáneo: Sontag, Despentes, Ngozi Adichie, July— no deberían leerla sólo los que quieren o no quieren ser padres en un futuro próximo sino, por encima de todo, los que ya tienen a ese ángel temible en casa y dudan de si su estricta rutina, su cancioncilla y su baba bonita les haya arrebatado la libertad.

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