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Feminismos VS. Feminismos: el momento que todos los reaccionarios estaban esperando

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Feminismos VS. Feminismos: el momento que todos los reaccionarios estaban esperando

/OPINIÓN/ “Nombres y periódicos críticos con el feminismo han encontrado en el manifiesto de las celebridades la oportunidad perfecta para vengarse del movimiento #MeToo y hacer eso que más le gusta a los reaccionarios: utilizar a los progresistas en su propia contra”

Pocas cosas alegran más la existencia de los conservadores que asistir a los reproches de la clase trabajadora al pensamiento de izquierdas, y a las discusiones internas que se producen en el seno de los movimientos sociales. El debate surgido a propósito de la respuesta al movimiento #MeToo por parte de personalidades de la cultura francesa es un buen ejemplo de ello, además de una estupenda oportunidad para que cabeceras, entidades y nombres propios escépticos con el feminismo, cuando no directamente promotores de un pensamiento machista, se cobren lo suyo tras varias semanas de merecido hostigamiento ininterrumpido. Ocurre, sin embargo, que el asunto es más profundo e interesante que un debate entre feministas que no se entienden.

Entre los detalles más llamativos del manifiesto está el hecho de que muchos de los pasajes más citados no contradicen al movimiento #MeToo. Sirva de ejemplo la famosa frase de Catherine Deneuve: «La violación es un crimen. Pero la seducción insistente o torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista». Cierto. La violación es un crimen. Y la seducción torpe no es un delito. Lo que el texto olvida decir es que la mencionada seducción torpe no se fundamenta en las pocas habilidades empáticas del hombre, sino precisamente en lo contrario: la anti-galantería. Es decir: si tú por la calle exclamas “vaya culo”, lo que estás haciendo precisamente no es seducir. Nadie espera encontrar así a su media naranja. Lo haces precisamente porque niegas cualquier conato de empatía —ni siquiera esperas respuesta—, y porque la cosificas, y es en la cosificación, en la negación de la humanidad en la mujer, donde residen los cimientos de una cultura machista, sin la cual los delitos y crímenes machistas no existirían.

La lectura atenta del manifiesto demuestra que una parte importante de las ideas arrojadas no tienen por qué contradecir los fundamentos políticos que precipitaron la existencia del movimiento #MeToo. Su retórica antagónica, por el contrario, facilita que los reaccionarios utilicen el texto como un ariete contra el propio feminismo

En corto: la galantería no es una agresión machista, pero la anti-galantería sí que lo es, y esta es una idea que encajaría con el pensamiento de Catherine Deneuve y Caroline De Haas. O como bien detallaba aquí Ana I. Bernal-Triviño, «la seducción insistente cuando no hay aceptación por la otra parte es un mecanismo de presión, imposición y acoso».

Otro pasaje interesante es el siguiente: «Sobre todo, somos conscientes de que el ser humano no es monolítico: una mujer puede, en el mismo día, dirigir un equipo profesional y disfrutar de ser el objeto sexual de un hombre sin ser una “zorra” ni una vil cómplice del patriarcado. Puede velar por que su salario sea igual al de un hombre pero no sentirse traumatizada para siempre por un roce en el metro, incluso cuando eso es un delito. Puede interpretarlo como la expresión de una gran miseria sexual, como un no-acontecimiento».

La escritura de este pasaje omite tramposamente verdades que no contradicen las ideas expuestas. A saber: puedes dirigir un equipo profesional y puedes decidir libremente convertirte en objeto sexual de un hombre al mismo tiempo que puedes denunciar el patriarcado. También puedes no traumatizarte por un sobón del metro al mismo tiempo que denuncias la agresión.

La lectura atenta del manifiesto demuestra que una parte importante de las ideas arrojadas no tienen por qué contradecir los fundamentos políticos que precipitaron la existencia del movimiento #MeToo. Sin embargo, el texto omite cualquier debate en materia de racismo o clase social: no es igual el poder que detenta Catherine Deneuve que aquel otro de una mujer anónima sin herramientas para defenderse de la opresión sexual en un entorno laboral —aunque como también ha demostrado el caso Weinstein, ni siquiera las actrices de Hollywood estaban libres de perder su carrera en caso de delatar a sus acosadores. Igualmente relevantes son los tiempos: lamentar los efectos colaterales de #MeToo en los hombres cuando el año pasado al menos 108 mujeres fueron asesinadas en Francia a manos de sus parejas es, cuanto menos, desproporcionado. Tal vez, si nuestro tiempo hubiese superado brechas salariales y asesinatos machistas sería interante enfocarlo todo a las posibles consecuencias de una delación apresurada. No es el caso.

Así como el laicismo y la instrumentalización de éste al servicio de un relato nacional son dos cosas muy distintas, lo mismo está ocurriendo ahora con el feminismo… y la instrumentalización de sus debates internos al servicio del statu quo.

Por otro lado, y aunque las ideas del manifiesto en verdad no están tan lejos de #MeToo, la retórica del texto se despliega como si fueran posiciones radicalmente antagónicas, obligando así a una respuesta a muchas de las promotoras y militantes del movimiento de base. A su vez, esta situación produce un escenario de riesgo político para la izquierda en donde parte del feminismo es utilizado como ariete contra el otro, para gozo y júbilo de los reaccionarios, los machistas.

Por cierto, tampoco es baladí que el debate haya surgido en Francia, país con una rica y admirable tradición de pensamiento político liberal-progresista… que la derecha ha sabido quebrar en su beneficio. Un buen ejemplo de ello es el laicismo: en el debate entre multiculturalidad y laicismo, dos marcos de pensamiento cuyo origen no es precisamente reaccionario, la derecha ha conseguido aprovechar sus incompatibilidades para convertir el laicismo en una especie de iceberg a la deriva, nacido de un profundo rechazo al conservadurismo pero ahora más cerca del continente de los reaccionarios.

Así como el laicismo y la instrumentalización de éste al servicio de un relato nacional son dos cosas muy distintas, lo mismo está ocurriendo ahora con el feminismo… y la instrumentalización de sus debates internos al servicio del statu quo. Es conocido por todo el mundo la fascinación que los medios reaccionarios sienten por la violencia en las manifestaciones: basta una bengala del black bloc en un contenedor para que la manifestación se divida entre las tácticas que son legítimas y las que no, y para que la manifestación en su totalidad se lea como violenta y peligrosa, y en consecuencia como una institución a extinguir, anti-social. El manifiesto de las celebridades es esa bengala en el contenedor.

Ellas son de las nuestras; no permitamos que nuestros adversarios se sirvan de ellas para sus propósitos.

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