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Artículo Bailar, comer en McDonald's y no pensar en la muerte: así es María Kodama Lit

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Bailar, comer en McDonald's y no pensar en la muerte: así es María Kodama

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'Relatos', su primer libro de cuentos, se ha editado junto con las ilustraciones del pintor Alessandro Kokocinski, cuyo último deseo antes de morir fue ver publicadas sus pinturas junto a los cuentos

Eudald Espluga

09 Enero 2018 06:00

"El rol de la viuda malvada a mí me entra por un oído y me sale por el otro."

Así de tajante y divertida se muestra María Kodama cuando le preguntan si se siente atacada por quienes la pintan como una arpía que está usando la figura de Borges y malmetiendo en su legado. Porque hasta ahora esta ha sido su principal imagen pública, filtrada por las polémicas intervenciones legales de Kodama sobre cualquier obra que "se aproveche" del nombre de su esposo. ¿La última? La batalla legal que sostiene con el escritor Pablo Katchadjian, quien lanzó una edición casi artesanal (solo 200 ejemplares) de El Aleph engordado, un libro que partía del cuento de Borges.

Contra ella se han blandido todos los tópicos misóginos: seductora, bruja, equívoca, vampira, bruja, aprovechada. Nunca se piensa en Kodama como escritora, sino simplemente como en un apéndice molesto de la obra de Borges, una contrariedad que tenemos que soportar los lectores —por lo menos, como siempre le recuerdan, hasta que sus obras pasen a ser de dominio público—. Por ello, aunque Kodama ya había coescrito algunos libros, traducido tantos otros y publicado recopilatorios de sus conferencias, el hecho que la "viuda malvada" haya publicado su primer libro de cuentos nos obliga a poner en orden todos nuestros prejuicios.

Bajo el título Relatos, editado por Sudamericana a finales de 2017, se agrupan una serie de escritos que tienen en común la preocupación por la idea del destino. María Kodama cuenta en esta entrevista en El Tiempo que ella ha escrito siempre, desde pequeña —por lo visto Borges ya conocía sus cuentos, le encantaban y quería que los publicara. Sin embargo, ella siempre se había negado—. Si ahora se ha decidio a publicarlos se debe a la influencia de un amigo, el pintor italiano Alessandro Kokocinski.

Kokocinski, antes de morir, expresó su deseo de ver sus pinturas publicadas junto con los cuentos que los inspiraron. "Yo no tenía interés en publicar, pero fue una cosa muy dramática, especial. Sería un monstruo si no lo hubiera hecho". Que Relatos salga al mercado no lo hace especial ilusión: "no siento nada. Fue un deber moral cumplido".

El perfil que acompaña la entrevista, realizado por Natalia Páez, es extraordinario porque junto con las respuestas sorprendentes de la escritora podemos acceder a una imagen completamente distinta de la de la viuda malvada y celosa, la joven trepa que quiso aprovecharse de un viejo en declive. Para Kodama "escribir es como bailar" y María Kodama baila mucho. Se define como hedonista y sale hasta la madrugada todas las noches. Le gusta el rock y la comida del McDonald's: afirma que jamás ha pisado una cocina. Escribe pero nunca ha querido ser escritora, razón por la cual rechazó que sus cuentos se publicaran con un prólogo de Borges. Quizá por eso mismo nunca se sintió incómoda ante la alargada sombra del autor de Ficciones: "no me cohibía. Yo escribía desde antes de conocerlo."

Kodama nunca entendió el verso de Borges que se le quedó grabado cuando tenía apenas 5 años: "el hambre del corazón". No lo entendió porque, todavía hoy, con 80 años, no ha vivido un amor no correspondido. Kodama no piensa en la muerte ni cree en la reencarnación, pero sabe que va a encontrarse de nuevo con su marido: "en el infinito las paralelas se unen".

La publicación de Relatos sirve para tomar el pulso a la crítica una vez más. Porque si una escritora de la talla de Elena Garro fue reducida a esposa, amante y musa, ¿qué pasará con María Kodama, quien no solo fue esposa, amante y musa, sino que ha convertido en la archienemiga de los borgianos? ¿Qué se dirá de ella? ¿Cuantas veces se denigrará su obra sin haberla leído? ¿Cuantas veces se la juzgará por el simple hecho de decidirse a publicar un libro de relatos?

Por el momento, el libro ha pasado sorprendentemente desapercibido. El silencio que ha rodeado la publicación —en octubre de este año— solo ha sido roto por algunas entrevistas y presentaciones. En una rápida búsqueda en Google, es casi imposible encontrar una sola reseña. ¿Hasta qué punto es igualmente sintomática esta invisibilización?

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