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Adiós ‘Chochorts’ y ‘feminazis’

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Adiós ‘Chochorts’ y ‘feminazis’

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/OPINIÓN/ “Que Raquel Córcoles haya sido capaz de revisitar su obra, e incluso disculparse por algunos de sus mensajes, no es el resultado de una moda, ni una autoflagelación, ni tampoco una manera de meter el dedo en la llaga machista de quienes la leemos”

No era necesario. Pero sí lo era. Y mucho. Me refiero a ese post que se publicó el viernes pasado en la web de Moderna de Pueblo en el que Raquel Córcoles se atreve a revisar algunas de sus viejas viñetas para preguntarse si hoy las publicaría.

Córcoles dice rotundamente no a algunas ilustraciones en las que el mensaje es gordófobo, racista y machista. Pero luego dice que sí, que quizá, a otras en las que el humor prevalece, incluso si cambiaría de ellas ciertos detalles sexistas que tiempo atrás dejó pasar por alto y de los que ahora se arrepiente.

Estas viñetas, en su mayoría, están centradas en las relaciones amorosas, en la lectura del cuerpo femenino o incluso en el empeño de humiññar la manera de vestir, de pensar o de hablar de otras mujeres. En una de ellas, de hecho, Moderna de Pueblo bromeaba con la figura de “la feminazi”, un término que desprestigia al feminismo y que en los últimos años se ha popularizado como insulto en redes sociales.

Córcoles, con razón, se pregunta si hoy estas bromas tendrían cabida en las páginas de sus libros, y su respuesta es contundente: “ni de coña. De hecho no crearía un personaje que se llamara ni ‘la feminista’ ni ‘la feminazi’ porque todos mis personajes principales ya son feministas”.

Aunque el post de Moderna de Pueblo ha cosechado en pocos días miles de likes y retuits por lo que muchos consideran un acto valiente, también es cierto que algunos usuarios se han preguntado si acaso su gesto esconde hipocresía o debilidad.

No en vano, el personaje de ficción de Córcoles se define en Twitter con el siguiente mantra: “las modas cambian, el postureo permanece”. Pero, ¿ser consecuentes con nuestra obra y con la huella que dejan nuestros mensaje significa ser hipócritas? ¿Ser capaces de repensar, desde la humildad y la autocrítica, las ideas que hemos mostrado al mundo, nos vuelve penitentes? Claro que no.

Que Raquel Córcoles haya sido capaz de revisitar su obra, e incluso disculparse por algunos de sus mensajes, no es el resultado de una moda, ni una autoflagelación, ni tampoco una manera de meter el dedo en la llaga machista de quienes la leemos.

Lo verdaderamente interesante de su post, de hecho, no reside en lo que este aporta al debate sobre nuevos feminismos, sino que apunta hacia una parte maldita del proceso creativo, hacia algo de lo que se habla poco y a lo que precisamente hoy se refería Rafael Sánchez Ferlosio en El País, cuando era preguntado por una etapa concreta de su trabajo como periodista: “No estoy de acuerdo con todo lo que he escrito en mi vida”.

Es ahí, en ese "estar en desacuerdo con nosotros mismos", donde podemos entender que el post de Córcoles sí era necesario. Porque, en una sociedad cambiante y creciente. En un mundo donde la exposición es total, donde la información bulle y donde los generadores ideas arriesgadas hacen su labor, ¿quién puede estar de acuerdo con todo lo que ha escrito en su vida? ¿No es ese autocuestionamiento constante de nuestros pareceres lo más coherente que podemos hacer?

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