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No hay nada malo en querer dinero, lo dice Jennifer López

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Imagen: Getty
 

/OPINIÓN/ “Si nos molesta la celebración desacomplejada del dinero, de Jennifer López a C. Tangana, es porque tradicionalmente la izquierda ha erigido su discurso sobre una demonización simplista de la riqueza”

Eudald Espluga

18 Mayo 2018 17:22

A Jennifer López le ha llegado la fiebre del oro. Acaba de sacar un nuevo tema que tiene más de ritual para el Dios Dinero que de himno pop, y basta con darse un pequeño paseo por Internet para descubrir que son muchos los indignados con esta celebración apasionada del capital. Dinero abandona todo tipo de romanticismo para lanzarnos a lo grisáceo del sistema bancario. Es ambición crematística, pura y sin cortar:

"yo quiero, yo quiero dinero / I just want the green, want the money, want the cash flow / Yo quiero noventa, sí, cincuenta, sí, doscientos / Yo quiero, yo quiero dinero"

Cantar a la fría erótica del capital no es ni mucho menos una novedad. Parece evidente que con esta canción la artista estadounidense ha querido sumarse al carro de la música urbana, que en los últimos años ha convertido el éxito económico en tema perpetuo de sus composiciones. Hemos pasado de la vergüenza del "nuevo rico" al glamour del desclasado: la ostentación sobreactuada del lujo, el "vivir para enseñar", se presenta como una conquista de las clases populares. Es un ejercicio de sinceridad radical, cantado en el único lenguaje que entiende el poder: no odiamos a los ricos, les tenemos envidia; y, ahora que hemos triunfado, lo podemos decir.

Si nos molesta la celebración desacomplejada del dinero, de Jennifer López a C. Tangana, es porque tradicionalmente la izquierda ha erigido su discurso sobre una demonización simplista de la riqueza. Coches oficiales, comilonas en bistrots o mansiones con piscina: reproches tremendamente efectistas, que en campaña lucen mucho más que dirigir acusaciones a la estructura social de la desigualdad. Es un discurso que apunta al mismo inconsciente de clase, al deseo aspiracional de llegar a ser como aquellos a quienes odiamos. Se nos invita a imitar el zorro de la fábula de Esopo, que viendo que no llegaba a coger las uvas, las desdeñaba diciendo que estaban demasiado verdes.

Pensamos que hay cosas que el dinero no puede comprar porque hemos llegado a ver el dinero como un sistema de intercambio que despersonaliza las relaciones humanas

Pero no sólo esto: la institución misma de dinero se ha presentado como intrínsecamente inmoral. Pensamos que hay cosas que el dinero no puede comprar porque hemos llegado a ver el dinero como un sistema de intercambio que despersonaliza las relaciones humanas. Atendemos sólo a su carácter homogeneizante, y lo vemos como un asunto de cálculo racional que transmuta lo cualitativo en cuantitativo, neutraliza lo afectivo y reduce todo valor al interés egoísta. "If you ain't getting no pesos", resume Jennifer López, "¿qué estás haciendo?"

Se entienden, en este contexto, los ardores que está causando el chalet de Pablo Iglesias e Irene Montero. A la hipocresía del zorro debemos sumar la doble traición, a la clase y a la ideas: después de años estigmatizando el dinero, difícilmente podrán presentar los 600.000€ como la calidez de un hogar. Su caso reduce al absurdo la demonización ciega del dinero: el fetichismo de la mercancía existe, por supuesto, pero no parece muy sensato proyectarlo en cada esquina para desprestigiar a los rivales políticos.

Quizá la letra de Jennifer López pueda ayudarnos a salir del cul-de-sac infantil en el que se ha atascado la izquierda. "Merenge to the money / bachata to the bank", escuchamos en Dinero. A lo largo de la canción lo monetario se convierte en un elemento carnavalesco. Escuchándola —bailándola— nadie pensará en balanzas contables o dividendos. El lenguaje que utiliza López contrasta con la retórica impersonal de lo financiero, y nos recuerda que el dinero desprende su propia calidez emocional. Hasta cierto punto, actualiza las tesis de la socióloga Viviana Zelizer en El significado social del dinero: "el mercado es una de las muchas maneras en las cuales las personas interpretan sus complicados y caóticos vínculos sociales".

El dinero que nuestra abuela nos da a escondidas no tiene el mismo significado que los intereses bancarios de nuestra cuenta de ahorro.

Para sintetizarlo en una imagen: el dinero que nuestra abuela nos da a escondidas no tiene el mismo significado que los intereses bancarios de nuestra cuenta de ahorro. Pensamos que hay una diferencia entre la caridad y la pensión, entre el dinero de una caja de resistencia y el de una hipoteca, entre invitar a un café y contratar a un asalariado.

El dinero está siempre socialmente marcado: incluso puede llegar a ser un regalo.

Con el dinero se puede bailar o especular: es un instrumento. Aciertan quienes ven en él un instrumento especial y peligroso, por la capacidad que tiene de permear en nuestras relaciones. Pero precisamente por ello resulta incomprensible que, después de gritar que viene el lobo, nos dediquemos a ignorar su dimensión íntima y afectiva. Al final, el exhibicionismo kitsch del "nuevo rico" —que Jennifer López imita aquí con fines comerciales— puede parecernos ridículo e incluso indignante, pero nos obliga a repensar nuestra relación con el dinero y desafía uno de los prejuicios más rígidos de nuestra cultura: que hay algo esencialmente turbio en el dinero.


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