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La intimidad desnuda del escritor que leía a Hitler y seducía adolescentes

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Publican el poema de amor adolescente que Ben Brooks escribió con 16 años y sí, es tan melodramático como brillante

Eudald Espluga

21 Marzo 2018 15:15

Ben Brooks tiene un lado ñoño.

El escritor que con 18 años gastaba su fama en drogas y prostitutas también se encerraba en casa, abría una libreta y escribía versos anhelantes. El preadolescente que en 2007 leía a Hitler y se drogaba hasta la extenuación también se enamoraba ridículamente, penosamente, hasta el punto de ponerse a hacer listas de "los momentos que congelaría".

"La policía vendrá a buscarme, por melancólico de mierda", se decía.

Pero seguía escribiendo. No había cumplido los 17 y todavía se comportaba como un niño "llorica, desorientado, egocéntrico". Se despreciaba, exultante de rabia, porque detestaba su violenta autocompasión. Y aun así escribía, en mayúsculas sobreactuadas: "no estoy BIEN".

Echaba de menos a una chica. No podía soportar la ruptura y esa era su única excusa para escribir un libro. Se trataba de un amor primerizo que idealizaba con sentimientos nobles y palabras cursis. La resaca, los porros o su nihilismo radical importaban menos que ese poema, diario o carta que le estaba escribiendo a ella. Importaban mucho menos que la sobrecojedora certeza de no volverla a ver a Dasha.

"Te estoy escribiendo una carta para contarte que ya no existes y que todo lo que recuerde a ti será tratado a partir de ahora como si fuera un sueño, o un sinsentido".

Dasha —publicado ahora en España por Blackie Books— es un poema de amor. Es uno de los muchos libros que Ben Brooks envió a su editor cuando todavía no creía ser un escritor. Es un autorretrato que hoy, con 25 años, recuerda con vergüenza y cariño. Es un libro para leer borracho y solo; para descender a un abismo pueril; para salvarse de la ironía; para cagarse en Dios y querer la muerte; para llorar acurrucado, desear un abrazo y poder decirlo en voz alta.

Pero Dasha es mucho más que adolescencia salvaje y gamberrismo hormonado. Es un cantar de gesta existencialista. Su lirismo exasperado nos deja imágenes turbadoras, impensables en boca de un niño triste que gimotea porque lo ha dejado la novia. Más cerca de John Ashbery que de Bukowski, de Frank O'Hara que de Houellebecq, Ben Brooks escarba en su intimidad con una espátula mística.

"Una plegaria silenciosa por el café instantáneo, la literatura de antes de la guerra y el vidrio. Estoy esperando a tu lado. Estoy a tu lado esperándola. Tengo claro que no te hace gracia. No sé qué eres. Sé que no estás."

Quizá Dasha no es un buen libro. Imperfecto y desigual, constituye un almanque de ideas deshilvanadas. ¿Cómo iba a ser otra cosa, si lo escribió colocado y triste con 16 años? Pero este Ben Brooks atormentado y ñoño —"no me quiero morir sin volver a verte / quiero volver a hacerlo todo— es también el Ben Brooks transgresor y a ratos misógino que siente que Dios está borracho y que desea que todos los aviones se estrellen.

Este poema es la intimidad que todos quisimos leer, con su autor en fuera de juego, bochornosamente sincero. Una pieza que nos permite entender al escritor que sería después: la dimensión oscura y humana que sabíamos que estaba allí, entre el alcohol y el sexo, pero que todavía no habíamos podido saborear.

"Puedo hacerlo mejor.

Puedo liarle los cigarros a los ángeles.

Esta vez iré a los sitios vestido.

Te lo prometo."

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