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Lit
No son libros que arden, son libros que nos hacen arder
05 Diciembre 2018 13:41
Ficción
1. Cara de pan, de Sara Mesa (Anagrama)
«Cara de pan lo ha escrito Sara Mesa, pero en su voz resuenan algunos de los relatos eróticos más crudos de Anaïs Nin, e incluso esa violenta ternura que recorre la mirada de la niña protagonista de Primavera sombría, de Unica Zürn. El libro engancha, aunque no como cualquier otro libro que engancha. Engancha de verdad, muy literalmente: como si una rueda pillara un trozo de tela de nuestro vestido y nos arrastrara por el suelo, manchándonos, haciéndonos daño, y al final diera un parón seco para descubrirnos que seguimos vivos. Algo así es leer a Cara de pan, una novela, por otro lado, rara dentro de la narrativa española contemporánea. En un momento en el que todos los grandes autores de la generación anterior y presente de Sara Mesa han dado el salto a las memorias y a las autoficciones, ella se ha mantenido fiel al relato inventado, al cuento de largo aliento que nos hace imaginar. Y sí. Probablemente se trate la mejor novela de 2018». (Luna Miguel)
2. Conversaciones con amigos, de Sally Rooney (Lit Random House)
«Cuando el editor de Faber llamó a Sally Rooney "la Salinger de la generación Snapchat", probablemente no sabía muy bien qué era Snapchat. Era sólo la etiqueta, una coletilla atractiva que significaba: adolescentes atribulados + tecnología, con el subtexto erótico que siempre ha siempre ha rodeado la fugacidad de Snapchat. Y sí. En Conversaciones entre amigos (Literatura Random House), la novela debut de Rooney, aparece una dickpick. Pero el sexting importa mucho menos que los pellizcos que la protagonista se da en el antebrazo; o que las referencias a las leyes irlandesas contra el aborto; o que el epígrafe de Frank O'Hara con el que se abre la novela: “en tiempos de crisis, todos debemos decidir una y otra vez a quién queremos”». (Eudald Espluga)
3. Papeles de Pandora, de Rosario Ferré (La Navaja Suiza)
«Para odisea la de leer Papeles de Pandora. Hacerlo es como ir en un barco, atado al mástil, mientras cantan las sirenas. Pero aquí sólo hay una sirena y es Rosario Ferré, entregándonos un estilo finísimo y al mismo tiempo repleto de patadas en el estómago. Delicado y bruto. Contradictorio, como la sociedad que en su estilo misceláneo retrata. Con poemas que muestran calles oscuras, con cuentos sobre niñas suicidas que ya quisiera Jeffrey Eugenides haber ideado, con reclamos de libertas para una sociedad en la que precisamente a las niñas que no se suicidan y que pasean por calles oscuras las matan, Ferré idea una mitología propia. Lo que Pandora escondía en sus papeles secretos era la sutilieza de una venganza femenina. Las instrucciones para quitarse las cadenas. Un manifiesto para ser libres sólo, y al fin, a través de la violencia literaria». (Luna Miguel)
4. GB84, de David Peace (Hoja de Lata)
«Poner en palabras lo indecible: un año de huelga.Escribir hoy este sintagma resulta difícil, por lo impensable de la situación. Un-año-de-huelga. Pero es lo que hace David Peace en GB84: poner en palabras los hechos ocurridos en Inglaterra entre el 6 de marzo de 1984 y el 3 de marzo de 1985. GB84 es la crónica de una derrota, escrita desde la angustia veinte años después: supone exhumar nuestra desmemoria desde la ficción y bombear el dolor desde el fondo de la realidad». (Eudald Espluga)
5. Florescencia, de Kopano Matlwa (Alpha Decay)
«En Florescencia (Dolor menstrual, en su título original) la joven autora sudafricana habla de cosas tan desgarradoras, tan tremendas (el suicidio, el racismo, la pobreza, la endometriosis, la violación, la pérdida de la fe) y lo hace de una manera tan concisa y poética, que es imposible no dejarse mecer por sus páginas. Si existe una literatura de la enfermedad y tuviéramos que hacer una bibliografía al respecto, Kopano Matlwa viviría y brillaría en ella». (Luna Miguel)
1. El libro del mar, de Morten Stroknes (Salamandra)
«El tiburón de Groenlandia es una de las especies más grandes de este animal en todo el mundo. Su tamaño ronda los siete metros. Dicen que algunos de estos tiburones han llegado a vivir más de 400 años. La mayoría de ellos, por cierto, están ciegos. Aprendo estas cosas en una página de Wikipedia, pero más tarde profundizo en la historia del animal con más longevidad de nuestro planeta cuando consigo comprar la edición francesa de El libro del mar, publicada en Gallimard en 2017. Morten A. Strøksnes cuenta las curiosidades del enorme bicho marino en una crónica en primera persona, cuya escritura surge durante el año en que el escritor decidió reunirse con su amigo Hugo —un artista que expone gatos muertos, y colecciona cachos de barcos que encuentra en sus expediciones en solitario por los mares del norte— para dar comienzo a la caza del tiburón boreal». (Luna Miguel)
2. Un destello de libertad, de Keenga-Yamahtta Taylor (Traficantes de Sueños)
«Probablemente, lo más significativo del Black Lives Matter es que surgiera bajo el mandato demócrata de Barack Obama. Significativo no por la supuesta contradicción de que un movimiento por la "liberación negra" se produjera contra el gobierno del primer presidente afroamericano de la historia de Estados Unidos, sino por lo que explica Keeanga-Yamahtta Taylor en otro libro de reciente publicación, Un destello de libertad (Traficantes de Sueños): porque el triunfo de Barack Obama rubricaba un discurso cultural que llevaba años ganando fuerza, el de la "sociedad posracial"». (Eudald Espluga)
3. Te encontraré, de Joanna Connors (Errata Naturae)
«Veinte años después de ser obligada a mamársela a un extraño. Veinte años después de ver un proceso largo para que ese hombre ingrese en prisión. Veinte años después de empezar a ser débil, temblorosa, paranoica y protectora, Joanna Connors decide que ya está bien, que es hora de investigar y de entender. Que la única manera de combatirlo es contarlo en voz alta, con el noble aunque improbable deseo de que nunca otra mujer se vea obligada a vivirlo». (Luna Miguel)
4. Cómo acabar con la Contracultura, de Jordi Costa (Taurus, 2018)
«Más allá de servir como boydcount de la cultura alternativa española, Cómo acabar con la Contracultura es también una incómoda reunión de cargos socialistas: Alfonso Guerra como director de la compañía de teatro indie Esperpento, Felipe González como abogado del antro Dom Gonzalo Lonely Heart Club, Pascual Maragall viendo cómo la heroína se llevaba por delante a su hermano Pau Malvido, autor de Nosotros los malditos. Con el carnet de partido, no sólo vendría la claudicación contracultural, sino también la imposición de una sensibilidad que sería transversal de derecha a izquierda: el Gusto Socialdemócrata, un baremo artístico de lo sensato, lo bien ejecutado, lo no conflictivo». (Víctor Parkas)
5. Xenofeminismo, de Helen Hester (Caja Negra)
«Propone un enfoque inédito dentro de la teoría feminista. Nace de un manifiesto publicado en 2015 por un grupo de investigación interdisciplinar llamado Laboria Cuboniks, del que Helen Hester forma parte. Es un libro muy polémico sin ser revanchista ni ofensivo hacia otras formas de entender el feminismo. Además en él Helen Hester habla muy claro. Aunque trata temas complejísimos relacionados con el ciberfeminismo, el posthumanismo, el aceleracionismo, la teoría queer o el materialismo, es capaz de sistematizar sus ideas en un estilo sencillo, sin simplificar la discusión». (Eudald Espluga)
1. Cesto de trenzas, de Natalia Litvinova (La Bella Varsovia)
«Desde aquel otoño de 2010 en el que intercambiamos inquietudes han pasado demasiadas cosas con el nombre de Litvinova. Sus libros, decenas de ellos, se publicaron alrededor del mundo. Llevaron a la poeta a posar con el pelo al viento para el objetivo de Daniel Mordzinski. La acunaron en festivales de América Latina y España, publicó y fue publicada, tradujo y fue traducida, creó una comunidad de lectores de esas que se mueven en secreto y pero que consumen vorazmente sus versos a veces prologados por Andrés Neuman, otras veces reseñados por las mejores y los mejores críticos de cada país, otras veces ilustrados, reproducidos, tatuados, voceados, cantados, por quienes cayeron rendidos a los pies de una escritura que se caracteriza por el frío y por la pasión. Por la memoria y por la familia. Por la belleza más dura. ¿Y ahora? Y ahora: Natalia Litvinova, casi una década después de que su primer libro saliera a la luz, publica en La Bella Varsovia su último y más ambicioso trabajo, Cesto de trenzas. Un poemario que es casi la consecuencia de dos viajes: el de la autora a su memoria familiar, y el de la autora a los países frescos del este de Europa, donde imagina una vida que no fue y donde evoca todo lo que la vida no puede curar, pero la literatura sí puede homenajear». (Luna Miguel)
2. El salto del ciervo, de Sharon Olds (Igitur)
«Desde el sexo en la adolescencia y el reto directo a la figura del padre, hasta su manera crudísima de tratar la muerte y el duelo, pasando por su libro sobre el divorcio —una especie de revisión más punk de lo que ya supuso La belleza del marido, de Anne Carson— y hasta el repaso en Odas a una sexualidad en la menopausia, a una belleza y un placer pocas veces mirado, no ya por la literatura, sino por la propia sociedad. Sharon Olds lleva toda la vida escribiendo desde los márgenes, para lanzar lo marginal al centro y convertirlo en tema de debate. En su penúltimo libro, de hecho, El salto del ciervo los temas tabú que la autora aborda son muchos. Cada poema esconde algo casi inédito en la poesía, algo que, lejos de ser sugerido, es puesto encima de la mesa quizá con la voluntad de que nunca jamás vuelva a darnos vergüenza». (Luna Miguel)
3. Cuerpos perdidos en las morgues, de Xaime Martínez (Ultramarinos)
«Un libro que mezcla los géneros como si de un cóctel explosivo se tratara. Bajo la forma de la poesía, aquí leerás una novela de detectives, pero también un manifiesto generacional y una guía de viajes y, por qué no una canción muy lenta que a veces habla de amor y a veces de destrucción. Su autor, Xaime Martínez, pertenece a una nueva ola de poetas que se salen de los márgenes de la palabra “poeta”, siendo a su vez músico, cantante, periodista, editor y hombre de las montañas. Este libro suyo incluye versos inquietantes como “amor, amor, me temo que han robado nuestros cuerpos, pero también restos de Alt Lit, o de de Roberto Bolaño (al menos eso dice el prólogo de Unai Velasco). También hay un poco de eso con lo que experimentaban los poetas estadounidenses de mitad de siglo pasado, con personajes pululando por poemas, como ocurre con Fatal Destínez, el alter ego del autor. En definitiva, este libro es suave y es gris: justo como un cuerpo hermoso perdido en una morgue». (Luna Miguel)
4. Las niñas siempre dicen la verdad, de Rosa Berbel (Hiperión)
«En PlayGround Books nada nos hace más felices que ver crecer a las voces por las que llevamos muchos años apostando y a las que amamos por encima de todas las cosas. Es el caso de Rosa Berbel, una autora de la que os hablamos por primera vez en el instituto, cuando tan solo estaba en el instituto. Hoy Berbel ha demostrado que su camino era brillante, porque los frutos de su obra delicada, íntima y generacional han empezado a surgir recientemente. Este año ganó el premio Antonio Carvajal y ahora Hiperión ha publicado su primer libro de poemas. El delicioso pero también terrible 'Las niñas siempre dicen la verdad'. Felicidades, Rosa, te seguiremos leyendo siempre». (Luna Miguel)
5. Resuello, de Liliana Ancalao (Marisma)
«Escribe desde el sur, con un idioma silenciado. Teme al olvido, a la ignorancia que impone el poder, y lo hace para defender la memoria: la suya y la del pueblo Mapuche. Escribe para arrebatar el "yo" a la poesía, para romperlo con un "nosotros" imposible. Liliana Ancalao escribe desde la doble marginalidad de ser indígena y mujer. Sin llegar a mezclarse, versos e ideas se confunden en Resuello. El libro contiene un poemario, Mujeres a la intemperie y una antología de ensayos, Andás bien. Ancalao reflexiona sobre el lenguaje al mismo tiempo que escribe. Sus pensamientos sobre el mapunzungun no son sólo teóricas e históricas, sino que se hacen carne en sus versos, donde la autora salta del castellano —idioma en el que piensa— hasta a la fría profundidad de la lengua que le fue arrebatada: "tuvieron que matarnos para clavar sus garras deforestadores, desertificantes, depredadoras, contaminantes; sus garras civilizadas, en el wall Mapu, el territorio. Y nos mataron de diferentes modos: a balazos, desangrados, hambreados, separándonos de nuestros hijos, borrándonos la memoria". Resuello es un largo esfuerzo por llegar a coincidir con uno mismo, cuando esto implica desprenderse de una idea estrecha de la identidad y entender lo que somos desde una perspectiva colectiva, en la que pasado, presente y futuro se funden en un sólo tiempo: el de la memoria». (Eudald Espluga)
1. Esclavos del trabajo, de Daria Bogdanksa (Astiberri)
«Esclavos del trabajo es el primer cómic de Daria Bogdanksa y también una suerte de cuchilla andante: bajo su aspecto de novela gráfica de temática slice of life, el debut de esta dibujante polaca esconde una airada reflexión sobre las dificultades que entraña ser inmigrante ilegal en Europa, sobre la necesidad de volver a confiar en el sindicalismo, sobre cómo la pauperidad medra en toda tu vida, incluidos los afectos». (Víctor Parkas)
2. Miss Hokusai, de Hinako Sigiura (Ponent Mon)
«Miss Hokusai existió hace muchos años, sí, pero el manga de Miss Sigiura hizo entender al mundo que sin una reivindicación como aquella, sus flores y sus múltiples nombres quedarían ocultos para siempre. Porque después de una ola viene otra ola. Y porque después de otra ola viene la siguiente, y así. Si el mar embravecido y el cielo de calimas japonés es capaz de esconder a veces la dureza del monte Fuji, ¿cómo no iba a tener la fuerza suficiente para llevarse por delante el trabajo de dos mujeres que trabajaron desde las sombras?» (Luna Miguel)
3. El fruto prohibido, de Liv Strömquist (Reservoir Books)
«Basta con hojear las primeras páginas del cómic de Liv Strömquist para que en la garganta se te haga una bola de emociones. Quieres reírte a carcajadas de las burradas que con un enorme rigor la dibujante ha ido recopilando para reconstruir una historia cultural de la vulva. O mejor dicho: de cómo el patriarcado se ha dedicado a controlar, gestionar, disciplinar y ocultar los genitales femeninos. Strömquist lo expone con una crueldad terrible,revelando los entresijos de un sadismo cultural que, como un espejo, nos devuelve una historia poco halagadora de las instituciones médicas». (Eudald Espluga)
4. Cénit, de María Medem (Apa Apa)
«Captura esa sensación del pie desnudo que se apoya contra la moqueta, contra el parquet, contra la baldosa hidráulica: ¿Qué ha pasado exactamente, mientras tenías la cabeza apoyada contra la almohada? Cuando abandonas el paisaje onírico, ¿quién se apiada de ésa, tu expatriación? María Medem parece escribir, dibujar y colorear desde una vigilia dulce, con trazos improbables pero precisos que convierten una sobremesa en algo mucho más grande, apenas asumible para el dique de contención que son sus viñetas. Y al final,es como una amenaza de sólo 120 páginas: lo que Medem tiene por firmar, sólo puede deslumbrar como un sol partiendo el mundo en dos». (Víctor Parkas)
5. Cuéntalo, de Emily Carroll y Laurie Halse Anderson (La Cúpula)
«5 motivos para leer 'Cuéntalo' : 1. Porque Melinda Sordino escribió en las paredes del lavabo de su instituto: «CHICOS QUE HAY QUE EVITAR → ANDY EVANS». /// 2. Porque Melinda Sordino escribió una nota anónima a una compañera de promoción: «ANDY EVANS TE UTILIZARÁ». /// 3. Porque Laurie Halse Anderson hizo suyas, porque eran suyas, las advertencias de Melinda Sordino en el best seller de 1999 ‘Cuéntalo’. /// 4. Porque no importa las veces que lo cuentes, mientras lo cuentes, y así fue como “Cuéntalo” pasó de las paredes de un baño a una nota furtiva, de una nota furtiva a una novela, de una novela a una cult movie con Kristen Stewart, y de ahí a lo que nos ocupa: un cómic con ilustraciones de Emily Carroll. /// 5. Por cómo las viñetas de Carroll descomprimen la angustia de Halse Anderson, en un dietario pre-MeToo capaz de resultar vigente en la era post-MeToo. El storytelling de Cuéntalo tiene el lirismo y el empuje de la llamada de auxilio en la página dos de una agenda, del haiku involuntario en los márgenes del libro de álgebra, de la pintura levantada a navajazos de la portezuela interior de una taquilla. Porque no importa las veces que lo cuentes, mientras lo cuentes.» (Víctor Parkas)
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