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Artículo Acusaciones de abuso, impagos y estafa: tras el milagro del sello de los poetas de Internet Lit

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Acusaciones de abuso, impagos y estafa: tras el milagro del sello de los poetas de Internet

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Jorge Vales, editor de Lapsus Calami, se enfrenta a varias demandas y a un ejército de autores y lectores enfadados por sus dudosas prácticas editoriales

Luna Miguel

10 Octubre 2016 11:30

*Imagen de Raquel Velilla vía Facebook

19 de septiembre de 2016. La reclamación del músico y escritor Rafael Lechowski contra el editor de Lapsus Calami, Jorge Vales, queda vista para sentencia. Ni Jorge Vales, responsable de la editorial, ni tampoco su abogado aparecen en aquella vista celebrada en un juzgado de lo mercantil de Ourense.

El objeto de la demanda de Lechowski contra Vales tiene que ver con varios asuntos, por ejemplo, el presunto impago de los derechos correspondientes a las ventas de su obra, además de los daños morales que se derivarían del incumplimiento del contrato por parte de la editorial. Según el demandante, Lechowski recibió numerosas quejas de sus lectores y seguidores que habían comprado el libro y, sin embargo, nunca recibieron ningún ejemplar.

Lapsus Calami es un sello que en los últimos años ha conseguido colocar a varios de sus autores en las listas de los libros más leídos de poesía. Paralelamente, también ha sumado un número creciente de voces críticas dentro de su propio catálogo. Figuras como Zahara, Amarna Miller, Borja Sémper, Elvira Sastre o Loreto Sesma, todos ellos autores Lapsus Calami, han cuestionado públicamente la profesionalidad y los procedimientos de su editor.

Lo que sigue es una panorámica de los conflictos de Lapsus Calami y Jorge Vales con sus autores, después de entrevistar a distintos escritores y colaboradores de la editorial. Para la realización de este reportaje también quisimos contactar con Lapsus Calami. Jorge Vales desestimó ofrecer ninguna declaración al respecto.

 

1. La poesía empezó a dar dinero… y entonces un hombre se lo quiso quedar


Era 2014 cuando los suplementos culturales vieron cómo a las listas de libros más vendidos de poesía comenzaban a llegar títulos de editoriales nuevas, cuyos autores eran desconocidos para los menores de 30 o quienes estuvieran fuera de Twitter.

Los llamaron los poetas de Internet.

Algunos periódicos de tirada nacional les dedicaron artículos largos en los que contaban cómo una nueva ola de poetas, casi todos ellos venidos del mundo de la música, de las artes plásticas o de su propio blog o diario online, estaban empezando a publicar sus primeros libros y a reventar en ventas.

Lo más llamativo del fenómeno no fue sólo el resurgir de la palabra “poesía” entre una nueva generación de lectores que, de otro modo, no se habría interesado por el género, sino también la forma en la que conquistó librerías, festivales o listas de top-ventas.

Detrás de aquellos nombres que empezaron a destacar, no estaban las grandes editoriales de toda la vida que anteriormente copaban el mercado. Todos los sellos que acogieron a esos autores eran muy jóvenes, casi marginales, estaban al margen de la industria y quizá por eso pudieron hacer lo que les daba la gana.

Pero de entre las editoriales independientes que destacaban, había una especialmente importante. En su catálogo despuntaron algunos de los autores más reconocibles de esta nueva ola, y la frenética producción de sus imprentas dio a luz a decenas de libros que prometían llegar a miles de lectores, marcando tendencia.

Hablamos de Lapsus Calami, un sello fundado en 2012 por Jorge Vales y sus socios.

Aunque su editorial nació con la voluntad de convertirse en pionera del ebook —así lo afirman algunas de las entrevistas que por aquella época realizaron a Vales, en las que entre otras cosas se quejaba de lo mucho que los editores inflaban el precio de los libros en papel, y auguraba que el futuro de las bibliotecas sería como una especie de Netflix o Spotify—, su rumbo cambiaría pronto.

En 2013 y empujado por el escaso éxito de sus libros digitales, Vales se lanzó a publicar todo tipo de libros en papel, y especialmente aquellos que por suerte o por intuición del editor o de sus colaboradores le darían más rédito: los de los poetas de Internet.

A pesar de los bandazos editoriales, Lapsus Calami empezaría a ser un referente del género, en donde cabían desde autores inéditos y desconocidos, hasta celebridades como Zahara, Rafael Lechowski o incluso Borja Sémper.



*Imagen de Raquel Velilla vía Facebook


Pero cuando el éxito llega, a nadie le importan los claroscuros, y aunque Jorge Vales no tuviera demasiada experiencia en la edición ni mucho menos en la poesía, su catálogo despuntó y gracias a firmas como las de las poetas Elvira Sastre o Loreto Sesma, Lapsus Calami fue la editorial en la que todos los poetas noveles querían estar.

Hasta cincuenta libros en menos de dos años publicó Jorge Vales.

Hasta diez mil o veinte mil ejemplares vendidos de algunos de sus títulos, según él mismo presumía ante otros autores o editores.

Sin embargo, allí no era oro todo lo que relucía.

Y detrás de las ventas, la fama y la celebración, se ocultaba algo que hoy algunos se atreven a decir alto y claro: “Lapsus Calami es un fraude”.


2. Mentiras, amenazas y relaciones tóxicas

Paula Aguirrezabala tiene 24 años y acaba de publicar su segundo libro de poemas con la editorial Amargord. Su primer libro de poemas ya es inencontrable. De hecho es ella la que quiere que nadie lo compre porque pensar en él sólo le produce arrepentimiento y tristeza.

Esta primera obra la publicó hace dos años en Lapsus Calami. En aquel momento, Paula sentía que aquel sello era el idóneo para su poesía porque en su catálogo había encontrado mucha calidad. O al menos pensaba que aquel era el lugar en el que quería estar. No resulta extraño, además, que tras el éxito de algunas firmas, ella también quisiera estar allí, verse mezclada entre esos nombres y publicar con el hombre del que todo el mundo le hablaba, Jorge Vales.

Son las diez de la noche cuando Paula Aguirrezabala descuelga el teléfono y con una voz firme empieza a contar su historia. Al principio, parece un cuento de hadas: una chica joven e insegura de una ciudad de provincias acaba su primer libro, y como por arte de magia el editor de moda escucha sus plegarias en redes sociales y se ofrece sin pensárselo dos veces. “Leyó unos cuantos poemas y me dijo que le mandara todo el libro, que él me lo iba a publicar entero”.

Aunque al principio dudó, Paula se dejó llevar por quien pensaba que trabajaría con ella de manera profesional. No tardó en entablar una buena relación con su editor, a quien califica como “convincente” y también como “adulador”.



En pocos meses, Paula Aguirrezabala estaba anunciando la publicación en sus redes personales, y preparando la presentación del que sería su esperado primer libro. “La verdad es que fue algo precipitado, en el momento de editar el libro es precisamente cuando Jorge estuvo más ausente”.

Paula tenía ya la fecha de la presentación de su libro en su ciudad, y la caja con los ejemplares nunca llegaba. No fue hasta el mismísimo día de la lectura cuando los libros llegaron a su casa, pero aquella era “una edición estropeada, llena de erratas y con páginas que se caían”.

La joven poeta se enfadó, pero también se dijo a sí misma que un error lo tiene cualquiera. Jorge no fue a la presentación porque decía que estaba muy ocupado, y ella la hizo sola, convencida de que su relación con el editor mejoraría en cuanto todos esos problemas se aclarasen.

Con el tiempo, todo seguía igual. Paula hacía recitales en los que vendía su libro y tras los que tenía que ingresar todo el dinero en la cuenta de su editor. “Mis padres me llegaron a decir que eso no era normal, que era él el que me tenía que pagar, y no al revés”.

Como era inexperta, como no conocía a muchas más personas dentro del mundo editorial, Paula lo hacía todo tal y como Jorge se lo decía, porque además discutir con él sobre cualquier asunto era casi imposible. “Se ponía de muy mal humor, me recordaba que aquí el favor me lo estaba haciendo él a mí, y no al revés”.

Entretanto, Paula se enteró de que algunos autores estaban teniendo problemas con Lapsus Calami. Muchos se iban a otras editoriales, e incluso corría el rumor de que otros quería denunciar a Jorge Vales por asuntos económicos. Ella ya empezó a sospechar, y se planteó abandonar la editorial seriamente.

“Me decía que yo no era nadie, que si me iba nadie más me querría publicar, que lo que yo hacía no era tan bueno y que era muy raro, y que ya no me considerarían”.

Según Paula, su relación con Jorge Vales era más parecida a la de un maltratador y una mujer maltratada que a la de un editor y su autora. No existía ningún respeto, e incluso él llegaría a burlarse de ella en público, haciéndole sentir cada vez peor.

“En la feria del libro me trajo una botella de agua, y cuando la dejó en la mesa en la que yo estaba firmando bromeó con que esa botella la había pagado él, para que ya no fuera diciendo más por ahí que no pagaba a sus autores”.

A Paula se le cayó la cara de vergüenza. Después de eso, dejó Lapsus Calami, pidió a sus lectores que no compraran ni un libro más a ese hombre, y animó a otros autores a denunciar la situación de acoso, robo y mentira a la que les había sometido.

Y efectivamente, su caso no fue el único.

En junio de 2016 un tuit de un antiguo colaborador de Lapsus Calami al que, según contaba, Jorge jamás había pagado sus servicios de corrector, empezó a circular. Paula Aguirrezabala aprovechó para contar su historia en Facebook, y también para ponerse en contacto con todos los afectados, cuya cifra comenzó a crecer y a crecer.

Ahí estaban Zahara, Loreto Sesma, Borja Sémper, Amarna Miller, Iria G. Parente, Ana Barrero y una lista interminable de ilustradores, diseñadores, libreros, agentes, representantes y demás colaboradores que no sólo denunciaban la violación continua de sus contratos editoriales o no haber recibido ni un céntimo por parte de Lapsus Calami, sino que también dejaban entrever el trato “ladrón”, “mafioso” y “violento” que Jorge Vales había ejercido hacia ellos.

3. Un hombre demasiado ocupado

 A continuación, algunos testimonios:

“Yo no estaba interesada en publicar mi libro, pero me acabó convenciendo de hacerlo en su editorial. Después, las negociaciones sobre los detalles del libro fueron penosas. Cuando le preguntaba por las ventas, jamás contestó.” (Amarna Miller, autora).

“Me manipulaba. Me decía que lo que yo escribía no le gustaría a ningún otro editor, y que si me iba de Lapsus nadie volvería a leerme” (Paula Aguirrezabala, autora).

“Lo peor no es que no quiera pagarnos, lo peor es que además los derechos de nuestros libros, por contrato, no nos pertenecen, y si él no quiere, no podremos volver a publicarlos hasta dentro de bastantes años”. (Fuente anónima)

“Al principio el trato era bueno. En un momento dado todo se torció. Llegó a enviarme mensajes de voz amenazantes y machistas” (Almudena Vega, colaboradora).

 “Es una serpiente. Un manipulador. Con su labia y sus mentiras conseguía que le creyéramos, que trabajáramos gratis para él y que le facilitáramos todos nuestros contactos. A la hora de pagarnos desaparecía, se inventaba que no le llegaban las facturas o incluso que si no contestaba es porque estaba enfermo” (Fuente anónima).

Su sistema de mentiras era parecido a una estafa piramidal, conseguía siempre lo que quería de nosotros. Hasta que un día nos hartamos y se acabó. Aún nos debe muchísimo dinero” (Fuente anónima)

“No sólo me ha engañado a mí, también a los lectores. Ellos compran mis libros por Internet, pero que luego no les llegan. Se está quedando con el dinero de mucha gente que confía en mi literatura.” (Fuente anónima).

“Prefiero no hablar. Mi paso por dicha casa fue tan sumamente espantoso que mi mente decidió borrar todo lo referente a Lapsus hace ya tiempo” (Fuente anónima).

Estas son palabras de algunas de las personas que han trabajado con Jorge Vales. De entre sus testimonios podemos extraer varias ideas que nos ayudan a realizar un retrato robot del editor.

Supuestamente, Jorge Vales se queda con el dinero de sus autores tras incumplir sus contratos y no dar cuenta de ventas o de liquidaciones, se queda con el dinero de sus lectores —en Twitter hay numerosas quejas de usuarios que, después de haber pagado, dicen no haber recibido los libros— y debe dinero a sus imprentas y distribuidoras.

Sobre él también recaen acusaciones de chantaje: “si no estás de su parte, te insulta” (Paula Aguirrezabala); “es un experto en poner a sus colaboradores en contra, a la antigua imprenta con la nueva, a los antiguos autores con los nuevos… y así” (Fuente anónima); “me dijo que si contaba algo de lo que nos había pasado, me denunciaría y le contaría a todo el mundo que yo era su enemigo” (Fuente anónima).

Al mismo tiempo, Jorge Vales estaría engañando a los autores jóvenes, especialmente si son mujeres: “se aprovecha de su bondad, por eso hasta ahora nadie se atrevía a hacerlo público” (Fuente anónima); “en más de una ocasión le he escuchado decir que publicaba a algunas de sus autoras porque estaban buenas” (Fuente anónima).

De Vales también se habla de sus evasiones de la justicia: “nuestros burofax no le llegan, pero la resolución de la demanda de Rafael Lechowski ayudará a que nosotros también consigamos llevarle a juicio” (Fuente anónima).

Con todo, y gracias a los que están dispuestos a hablar, las suposiciones y comentarios alrededor del editor de Lapsus Calami se entrelazan cada vez con más fuerza.

Tanta, que en septiembre de este año la historia por fin llegó a un juzgado de lo mercantil en Ourense, donde el abogado Miguel Diéguez, en representación del rapero Rafael Lechowski, expuso su demanda contra Vales.

No obstante, cuenta Diéguez que el editor hizo todo lo posible por retrasar el juicio, hasta el punto de cambiar en varias ocasiones de abogado, y decidiendo además no presentarse el día en el que éste se celebró.

A pocos días de que se conozca la sentencia, los afectados atienden a su resolución y Jorge Vales permanece desaparecido para quienes tratan de contactar con él —incluso si Lapsus Calami continua celebrando eventos, jam sesions, presentaciones—.

Lo que los afectados desean no es sólo que se haga justicia y que Vales responda por sus actos, sino que ningún joven autor tenga que verse otra vez en una situación tan desagradable. Que nadie vuelva a sentir que se aprovechan así de su trabajo.

Y como ya nos advirtieron algunos de los entrevistados, contactar con Jorge Vales para este reportaje resultó imposible.

No es casual que en la web de Lapsus Calami todos los enlaces de contacto aparezcan rotos. Cuando escribimos a su Twitter nos dan un teléfono, pero al otro lado nadie responde. Como afirma el protagonista de esta historia una y otra vez, es "un hombre muy ocupado”.  

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