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Opinión
Mayo del 68: bajo los adoquines estaba el mercado
La relación de Emmanuel Macron con la herencia del mayo francés reabre el debate sobre si la rebelión se vendió al capitalismo o si sus valores siguen siendo revolucionarios
Esta primavera se cumplirán 50 años del mayo del 68, una importante efeméride que ya tiene al gobierno de Emmanuel Macron en vilo. Desde el año 78, con el décimo aniversario, existe en Francia un fuerte debate sobre la conveniencia de conmemorar oficialmente una revuelta que amenazó con derribar las estructuras mismas del Estado y atentó contra sus valores fundamentales.
Giscard d'Estaing, en su momento, aprovechó para reclamar la herencia de los soixante-huitards como fuente de modernización, mientras que Sarkozy se propuso enterrarlo como un cáncer moral: la doctrina del todo vale que "había borrado la diferencia entre bueno y malo, entre lo cierto y lo falso, entre lo bello y lo feo".
Ahora es el turno del nuevo presidente de la República, que sabe que no se trata de un simple acto institucional —un par de retrospectivas, algunos comentarios amables y muchos apretones de manos—, sino de recuperar y redimensionar el significado histórico de un momento clave de la historia política del país.
I.
"Reformes, chloroforme": Emmanuel Macron en la encrucijada
Que el debate sobre la conmemoración del mayo del 68 se haya avanzado más de ocho meses no se debe solamente a los tiempos burocráticos necesarios para organizar tal celebración. Desde setiembre, la ciudadanía francesa ha vuelto a llenar las calles para protestar contra la reforma laboral, el primer gran proyecto legislativo del gobierno que, entre otras cosas, establece límites a las indemnizaciones por despido improcedente y ofrece más libertad a las multinacionales para deshacerse de los trabajadores.
Macron ha respondido a las protestas con la proclama más contrarevolucionaria que cabe imaginar: "la democracia no es la calle". En este contexto, es difícil que el líder de La République En Marche! quiera encabezar la recuperación pública de un movimiento popular que en las paredes de París pintó cosas como "la belleza está en la calle", "reformas, cloroformo" o "en otro tiempo solo teníamos adormideras; hoy, las calles."
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Parecía verosímil, pues, la información que Le Journal du Dimanche publicaba el pasado domingo: el Presidente habría decidido no hacer nada para commemorar el mayo del 68. Información que contradecía lo que había avanzado Opinion el 18 de octubre: que Macron pensaba en organizar grandes eventos que tuvieran una dimensión y repercusión internacional. Para acabar temporalmente con este significativo cruce de noticias, el portavoz del gobierno, Chrisophe Castaner, explicaba en Libértion que desde el Palacio del Elíseo estaban trabajando en la organización del aniversario.
La apuesta de Macron por una tercera vía centrista e ideologicamente descafeinada vuelve a tambalearse en esta nueva encrucijada, que no le permite equidistancia posible. Cualquier gesto —incluso la ausencia total de movimiento— supondrá una apuesta. Y cuesta creer que el Presidente de la República, ese extraño y elusivo Júpiter que Emmanuel Carrère dibujó con todas sus sombras, desaproveche esta gran ocasión para reinterpretar el mayo del 68 y ligar su proyecto político a un imaginario en disputa.
II.
"Il est interdit d'interdir": liberales y libertarios
Todo el debate se sustenta sobre un solo interrogante: ¿qué fue el mayo francés?
Conocemos los hechos, sabemos quiénes fueron los actores y, ahora, podemos analizar sus consecuencias. Sin embargo, establecer cadenas de causalidad y etiquetar bajo grandes conceptos unos movimientos que fueron ambiguos desde su nacimiento parece una tarea imposible.
¿Fue una revuelta colectiva contra las fuerzas del orden o un caranval narcisista organizado por aburridos baby boomers? ¿Era un movimiento socialista o constituyó la puerta de entrada del individualismo consumista? ¿El libertarismo que se profesaba era la lógica cultural de un neoliberalismo naciente? ¿Las críticas al borreguismo y al hombre gris eran el preludio de la ideología del emprendedor creativo o esta supusieron más bien una apropiación y deformación perversa de las ideas contraculturales?
Hoy, ni toda la derecha francesa ha querido desmarcarse de los logros del 68 ni toda la izquierda ha querido aceptarlos acríticamente. El "prohibido prohibir", lema que estuvo en el corazón del movimiento, retrospectivamente permite una lectura elástica de la lucha por la libertad: desde el libertarismo revolucionario hasta el anarcocapitalismo, esta paradójica prohibición invita a una interpretación eminentemente liberal del mayo francés.
No sorprende, entonces, que quien fuera uno de los líderes intelectuales del movimiento sesentayochista, Daniel Cohn-Bendit, se declare como "libertario liberal" y apoyara a En Marche! desde su nacimiento: "en una economía de mercado como la que tenemos, creo que se necesitan soluciones innovadoras que dinamicen la economía. Y Macron las tiene."
III.
"Revolution essentiel": la revolución esencial del capitalismo
Si Macron puede verse como un hijo legítimo del mayo del 68, ¿significa que efectivamente la revolución se vendió al capitalismo? ¿Que bajo los adoquines, en vez de la playa, estaba el mercado?
Así lo entendía Régis Drebry, que en 1978 aprovechó la eferméride para publicar Modeste contribution aux discours et céremonies officielles du 10e anniversaire, un panfleto en el que, como recuerda Serge Audier en Libération, veía en el mayo del 68 el acto fundacional de la americanización de Francia y su conversión al neolibralismo. Una visión, por otro lado, nada excepcional.
"Sed realistas, pedid lo imposible": de los grafitis en las paredes de la Sorbona a las tazas color pastel de Mr. Wonderful, todo apunta a que la contracultura de los 60 en Francia y Estados Unidos habría sido capitalizada por el mundo de la publicidad y convertida en retórica del nuevo management.
Libertad, creatividad, flexibilidad, imaginación, juventud, singularidad, horizontalidad y optimismo. Lo cierto es que la imaginería del mayo del 68 está en la base del nuevo espíritu del capitalismo, que es como los sociólogos Luc Boltanski y Eve Chiapello llaman a "la ideología que justifica el compromiso con el capitalismo".
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Su idea es simple: el capitalismo no puede prescindir de una orientación hacia el bien común. Requiere de razones externas a sí mismo que lo justifiquen: "necesita la ayuda de sus enemigos, de aquellos a quienes indigna y se oponen a él". Por ello, Boltanski y Chiapello coinciden en ver el mayo del 68 como una crítica al capitalismo que le permitió reinventarse: proponiendo una mejora efectiva en términos de justicia, el sistema incorpora una parte de aquellos valores en nombre de los que era criticado.
Los soixante-huitards no se vendieron al capitalismo, sino que formaron parte de una revolución de muchas cabezas que se produjo dentro y fuera del mercado, que lo golpeó y lo reanimó a un mismo tiempo. De esa lucha contra el autoritarismo tradicionalista y la moral rancia del gaullismo nació también Macron.
La cuestión es saber si ahora, en vísperas del 50 aniversario, le interesa más representar a esa juventud libre, valiente y optimista que no quiso callarse o, por el contrario, ponerse en el lugar de esa mano del Estado que nos tapa la boca.
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