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Artículo 1-O. Contra la ultraderecha y la represión, ¿patria y patrón? Lit

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1-O. Contra la ultraderecha y la represión, ¿patria y patrón?

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Repúblicas modernas como Alemania y Francia se han topado este año con preocupantes éxitos electorales de la extrema derecha. En ambos casos, como en el resto de Occidente, toma fuerza la lectura por la cual la ultraderecha es heredera natural del capitalismo, de modo que la única forma de vencer a ambos es deshaciendo pactos con políticas neoliberales. Justo al revés que en Cataluña.

Antonio J. Rodríguez

26 Septiembre 2017 12:42

Getty · Mossos detienen a un anti-separatista mientras discute con simpatizantes pro-independencia en una manifestación convocada por grupos de extrema derecha


Meses atrás, la izquierda de Jean Luc Mélenchon tomaba una decisión inaudita, que a ojos de la mayoría supuso una osadía demasiado peligrosa para lo que en ese momento estaba jugándose en Francia. Resulta que en la segunda ronda de las presidenciales, Francia Insumisa se abstuvo de mostrar su apoyo a Macron, quebrando así la histórica institución del frente republicano, una lógica según la cual todos los partidos que no sean el Frente Nacional hacían piña para evitar la llegada al poder de los Le Pen. ¿Por qué esto? Básicamente porque, como ya anunciase la popular máxima de Bertolt Bretch, el fascismo no es más que una fase histórica del capitalismo, lo que significa que mientras haya desigualdad, habrá fascismo. En consecuencia, votar una candidatura como la de Macron no apartaría los fantasmas ultraderechistas, sino al revés. Desde la lógica de los insumisos, la solución real para frenar el fascismo es solo una, y se llama anti-capitalismo.





Siguiendo la lógica de Bertolt Bretch, el fascismo no es más que una fase histórica del capitalismo, lo que significa que mientras haya desigualdad, habrá fascismo. En consecuencia, votar una candidatura como la de Macron no apartaría los fantasmas ultraderechistas, sino al revés.




Estos son tiempos en los que el análisis de los insumisos suena legítimo en todo Occidente: Alemania, como Francia, también es una república cuyos indicadores macroeconómicos predicen mejores estándares de vida que aquí; sin embargo, los dos países centroeuropeos han comprobado este año cómo el voto a la extrema derecha alcanzaba máximos históricos preocupantes. En ambos casos, las causas que explican el ascenso del fascismo son las mismas: un rechazo frontal al establishment, un discurso abiertamente xenófobo y la conciencia perdedora y rabiosa de un electorado que ha sufrido bien la picadora del sistema. Por supuesto, el escenario va más allá: Trump, Wilders o Farage son solo algunos de los nombres más mediáticos de esta nueva ola ultraderechista. Ninguno de estos casos —ni Alemania, ni Francia, ni Estados Unidos, ni Holanda, ni Reino Unido— sufren las consecuencias de nuestro Régimen del 78. Lo que sí que tienen en común es otra cosa: todos son estados perfectamente integrados en la globalización económica.



Ni Alemania, ni Francia, Ni Estados Unidos, ni Holanda, ni Reino Unido, países en los que la ultraderecha se ha marcado algunos cuantas victorias recientes, sufren las consecuencias de nuestro Régimen del 78. Lo que sí que tienen en común es otra cosa: todos son estados perfectamente integrados en la globalización económica




Para cualquier observador externo, lo que está ocurriendo en Cataluña estos días debe ser bastante incomprensible: somos, tal vez, la única geografía del mundo occidental en donde la izquierda parece creer en serio que el modelo republicano, apoyado en su mayoría por un gobierno que no es abiertamente anticapitalista, es el sendero que guía a la utopía. Y eso a pesar de que todos los estímulos exteriores apuntan en dirección contraria. La lógica internacional diría algo así como que primero va el anti-capitalismo, y luego la república. No es el caso. Si la izquierda francesa concluyó, por razones obvias, que bloquear la represión fascista no podía pasar por hacerle el juego a los capitalistas, la izquierda independentista está bastante segura de que hacerle el juego a soberanistas y nacionalistas encantados con la Unión Europea es la mejor forma de parar la represión venida de Madrid. Resumido en un lema que contradice la realidad global: contra la ultraderecha y la represión, también patria y patrón. O parafraseando a Bretch, el fascismo es una fase histórica del capitalismo, excepto si quien encabeza el capitalismo es la coalición de Junts Pel Sí, en cuyo caso se anticipan jugosas oportunidades emancipatorias. Raro es, ¿pero improbable?



Resumido en un lema que contradice la realidad global: contra la ultraderecha y la represión, también patria y patrón



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