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Llevaba 14 años escondido en Tailandia. Hasta que una foto le traicionó
11 Enero 2018 17:46
Al ver esta noticia, no he podido evitar plantearme el titular como lo harían en el programa de Ignatius Farray, Quequé y David Broncano, La vida moderna:
“La vida moderna es ser un miembro retirado de la yakuza escondido en otro país desde hace 14 años y que te acaben pillando porque alguien comparte una foto tuya sin camiseta y la pasma te reconoce por tus tatuajes japoneses to’guapos”.
Cagándose en los clavos de Cristo, o más bien en la familia del inventor de Internet, en las redes sociales y en la obsesión social contemporánea por los likes y los shares, debe andar Shigeharu Shirai, un miembro retirado de la yakuza (para los despistados, la mafia japonesa) al que la poli ha pillado por una foto suya que se viralizó sin que él lo supiera.
Shirai, de 72 años, fue detenido el miércoles mientras hacía unas compras en el mercado de Lopburi, Tailandia. Hacía 14 años que la policía iba detrás suyo.
Las autoridades japonesas andaban tras él desde 2003, cuando estuvo implicado en el tiroteo a un miembro de una banda rival. Después del incidente, el hombre viajó a Tailandia, se casó con una mujer de la zona y vivió discretamente exiliado hasta esta semana.
La vida de vino y rosas de Shirai acabó cuando un vecino compartió en la red unas fotos del mafioso jubilado jugando a las damas en la calle, mostrando sus tatuajes y su dedo meñique amputado, ambos símbolos inconfundibles de su pertenencia a la yakuza.
Las imágenes fueron compartidas más de 10.000 veces, hasta llegar a ojos de agentes de la policía japonesa, quienes debieron tardar milésimas de segundo en descolgar el teléfono y contactar con sus compañeros tailandeses.
“El sospechoso admitió ser el lider de la sub-banda de la yakuza Kodokai”, explicó un portavoz de la policía de Tailandia. “No ha confesado el asesinato, pero ha admitido que la víctima solía meterse con él”.
Según ha aclarado la policía tailandesa, Shirai llevó una vida muy humilde, recibiendo dinero dos o tres veces por año de un hombre que lo visitaba desde Japón.
A diferencia de la mafia italiana o la china, la yakuza en sí no es considerada ilegal en Japón, y tienen sus centros de operaciones muchas veces a plena vista de la policía.
Es decir, a Shirai no se le hubiese empapelado por el simple hecho de pertenecer a una organización criminal. Se le buscaba por matar a otro hombre, el jefe de otra facción, asesinato por el cual siete de los miembros de su banda fueron condenados a entre 12 y 17 años en prisión.
La yakuza tomó fuerza en el caótico japón de la posguerra, y se convirtió en una red de organizaciones criminales multibillonarias implicadas en el tráfico de drogas, el juego, la prostitución, los préstamos ilegales y la protección coaccionada a negocios.
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