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Artículo Trumponomics: ¿de verdad es un éxito lo que está pasando en la economía de EE UU? Now

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Trumponomics: ¿de verdad es un éxito lo que está pasando en la economía de EE UU?

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El viento sopla muy a favor de la economía estadounidense. Esto es lo que está ocurriendo subterráneamente

Rafa Martí

04 Febrero 2018 06:00

El debate por el Estado de la Unión en Estados Unidos no podía haber llegado en un mejor momento para Trump. Mientras sus adversarios han llegado al extremo de criticarlo por su apariencia, manías y demás aspectos personales al rebufo de Fire and Fury, el Fondo Monetario Internacional aplaudía la semana anterior, coincidiendo con Davos, su política desregulatoria y la bajada de impuestos. Al mismo tiempo, una biblia globalista como el Financial Times constataba el estado "enfermo" del orden económico liberal y apostaba por reducir los flujos globales de capital, reducir la integración económica o priorizar la política nacional como bases para que lo que tenga que venir —claramente, no lo que hay ahora— sea viable económicamente. Con estos precedentes sentados y los números de la mano, Trump subió al estrado del Congreso y dijo que había cumplido la promesa de un año anterior: America is great again.

En un año, el desempleo en EEUU ha caído a sus niveles más bajos, la creación de trabajo ha experimentado un crecimiento sostenido y los mercados de valores de Estados Unidos han reventado los índices, al tiempo que el global de la economía estadounidense ha experimentado en un año un crecimiento del PIB del 2,6%, para situarse en las expectativas de 2018 por encima del 3%. Vayamos a cifras más concretas, como las que da el exasesor económico de campaña de Trump Stephen Moore, nada menos que en el New York Times, enemigo público número uno de la nueva administración: jamás en los últimos 40 años ha habido menos negros y latinos desempleados que en el último año, los trabajos industriales (Blue Collar Jobs) se han regenerado con la sorprendente cifra de medio millón de puestos de trabajo, la riqueza representada por los altos índices de la bolsa ha alcanzado los 7.000.000 millones de dólares; Apple pagará 38.000 millones de dólares en impuestos en EEUU por la bajada tributaria, declarará 250.000 millones de dólares de beneficios en suelo estadounidense y creará 20.000 empleos en el país, al tiempo que las inversiones han vuelto masivamente y empresas automobilísticas como Fiat Chrysler abren plantas de 2.500 trabajadores en Michigan.

Ciertamente, las Trumponomics han aplicado una receta fácil: menos impuestos y menos regulación en el ámbito doméstico. Esto ha provocado que el gran capital haya visto en la administración Trump un gobierno amigo de los negocios, por lo que los inversores han recuperado la confianza, las empresas han dejado de sentir el aliento del fisco en la oreja y, por consiguiente, la bolsa se ha disparado al tiempo que la coyuntura ha permitido que se cree más empleo.

Ahora bien, ¿tiene Trump una receta mágica como para colgarse la medalla? Y lo que es más: ¿vive Estados Unidos un milagro económico, o estamos solo ante un espejismo sin impacto en la economía real, insostenible en el largo plazo?

Todos los datos que citaba Moore en el Times no tienen nada de falso. Sí es verdad que la percepción del crecimiento económico lo es mucho más que el crecimiento en sí. Cuando Obama dejó la Casa Blanca, la economía estadounidense ya estaba saneada en muchos aspectos (no en la deuda, por ejemplo, que sigue siendo la misma). Aunque en decrecimiento, la economía estaba en 2016 en un 1,6% del PIB y la perspectiva a futuro era el crecimiento, que se ha visto acelerado por las medidas desregulatorias de la actual administración. El crecimiento de 2017 ha seguido por debajo del 3%, cifra en la que estaba antes de 2015, en 2013 y 2014, según recuerda Matthew Yglesias en Vox. Además, la cifra actual e incluso la previsión por encima del 3% en 2018 se queda por debajo del 4% que Trump prometió en campaña.

La fragilidad de los datos, eso sí, se ha visto acompañada por una buena gestión del sentir de la gente: según una encuesta reciente de Gallup, la percepción de la economía es positiva por primera vez desde 2008. Entonces se encontraba en -48 puntos para situarse ahora en 6 puntos positivos. Esto es un aumento de 16 puntos desde el año pasado y ha estado motivado por la ilusión de los republicanos por un cambio de estilo en el Gobierno. Mientras la percepción de los demócratas ha caído progresivamente, la de los republicanos se ha disparado hacia arriba, en un impulso de confianza casi ciega por lo que haría el nuevo presidente.

Como ocurre en otros análisis de escenarios económicos, un número bueno en el PIB no significa que la gente en la calle lo perciba. Prueba de ello es la disparatada subida de la bolsa: más allá de la repercusión que esto tenga en el PIB, la subida significa que las élites inversoras son quienes impulsan el crecimiento, a base de enriquecerse. El 99% restante se beneficia, sí, pero solo se lleva las migajas, al tiempo que la desigualdad se amplía. Esto, en el único país desarrollado en el que las prestaciones sociales como el desempleo, las vacaciones pagadas o la sanidad pública son inexistentes, dejando a grandes grupos de población en la misma situación con independencia de los indicadores macroeconómicos.

El momento de las Trumponomics —y sobre todo, de la buena gestión de la opinión pública favorable— podría ser parecido al que se vivió en EEUU con la administración Bush: un impulso cortoplacista que, a la larga, provoca una distribución desigual del crecimiento que termina en una deuda piramidal insostenible.

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