Las autoridades convirtieron el asesinato de Arkadi Bábchenko en una pantomima para frustrar un supuesto atentado ruso que de verdad pretendía acabar con su vida
Le dispararon tres veces por la espalda cuando volvía a su piso de bajar a comprar el pan. Su esposa salió corriendo a la escalera del edificio en cuanto escuchó los disparos. Él estaba tendido en mitad de un charco de sangre. El asesino, huido. Arkadi Bábchenko, un periodista ruso disidente, murió este martes de camino a un hospital de Kiev. Tenía 41 años.
O eso fue lo que nos contaron los medios internacionales de todo el mundo. Resulta que esta misma tarde, el periodista ruso ha aparecido vivo en una rueda de prensa de la policía ucraniana en la que se anunciaba que en realidad todo había sido un montaje.
La policía ucraniana reveló ayer que se estaban valorando dos motivos de asesinato: su trabajo profesional y su posición civil. Ahora los agentes aseguran que Bábchenko está vivo porque las autoridades han conseguido frustrar un supuesto plan ruso que pretendía acabar con su vida. El propio Bábchenko en persona ha corroborado la versión.
En los últimos años, el periodista se había vuelto muy crítico con el Gobierno de Vladimir Putin. Después de servir como soldado en las dos guerras de Chechenia en 1994 y 1999, Bábchenko comenzó su carrera periodística en el medio Moskovsky Komsomolets. De su experiencia como combatiente nació el libro La guerra más cruel, donde intenta superar el horror por medio de duros relatos bélicos. También su deseo de seguir cubriendo conflictos y zonas calientes del planeta. Sus últimas coberturas las realizó desde el frente Este de la guerra ucraniana.
Precisamente en 2014, tras la anexión de Crimea por parte de Rusia, Bábchenko comenzó a expresar con cada vez mayor asiduidad sus opiniones contra las políticas de Putin. Cuando en diciembre de 2016 se estrelló un avión militar con 92 personas, la mayoría miembros del coro del Ejército ruso, que iba con destino a Siri, Bábchenko publicó en su cuenta de Facebook un mensaje mostrando su absoluta indiferencia hacia las muertes. Ese mensaje marcó el resto de su vida, desató una ola violenta hacia su persona, se reveló su dirección personal en internet y recibió centenares de amenazas. En 2017, decidió huir primero a la República Checa, luego a Israel y finalmente a Kiev, donde ha sido asesinado.
Tras conocer su supuesta muerte, Dmitry Muratov, editor de Novaya Gazeta y colega del periodista, ha declarado que su asesinato solo podía relacionarse con sus opiniones políticas. “No tengo ninguna duda de que lo que le ocurrió fue debido a sus textos, su blog y el periodismo”, ha declarado. Sus amigos sostienen que el periodista nunca se metió en temas asociados a negocio, dinero y crimen organizado en Rusia. Según Muratov, siempre estuvo del lado de las víctimas y los débiles.
Entre los últimos textos que publicó en su blog destaca el colgado el 5 de mayo, día de una masiva manifestación contra la cuarta toma de posesión de Putin. “Nuestro objetivo ahora es vivir hasta los 96 años y morir sanos y libres, después de bailar sobre la tumba de Putin y habernos echado un selfie en la calle Tverskaya (una de las calles de las protestas). Porque Putin, no es para seis años. Para nada para seis. Él ya es eterno”, escribió en el post titulado Él es el zar aquí.
Otros periodistas como el que fuera su editor en Komsomolets despejaron todas las insinuaciones de que el Gobierno ruso pudiera estar detrás de su asesinato. Pavel Gusev sostiene que “los agentes especiales rusos no tienen nada que ver con esto” y el escritor Eduard Limónov le ha apoyado en un post en el que además de descalificar a Bábchenko, asegura que fueron precisamente los servicios de inteligencia ucranianos los que probablemente le asesinaron para “envenenar” tanto como sea posible las relaciones entre Rusia y Occidente.
A pesar de lo descabelladas que son todas las hipótesis, lo cierto es que no es el primer disidente crítico con Rusia en ser asesinado en Ucrania. Antes de Bábchenko fue asesinado el legislador ruso Denís Voronenko a la entrada de un hotel de Kiev, y antes de él el periodista Pavel Sheremetev al que le pusieron una bomba en el coche. Ninguno de esos asesinatos han sido esclarecidos a día de hoy lo que también apunta a que Ucrania ha fallado estrepitosamente como un país seguro para los disidentes.
Quizá por eso mismo, los servicios de inteligencia ucranianos han decidido fakear la muerte para demostrar que en realidad están pendientes de cualquier disidente y siempre listos para frustrar los atentados que se puedan cometer contra ellos. A esta altura de los acontecimientos, solo nos quedan las hipótesis.
