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Artículo No, no piensas “qué suerte estar viva” cuando hay un atentado a 200 metros de ti Now

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No, no piensas “qué suerte estar viva” cuando hay un atentado a 200 metros de ti

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Nuestra periodista Margaryta Yakovenko estaba a unos metros del atentado que ha costado la vida a tres personas en Estrasburgo

Margaryta Yakovenko

12 Diciembre 2018 10:03

La luz era absorbida por los manteles de cuadros rojos y naranjas. Tenían una textura como de terciopelo, lo bastante densos para no reflejar ni un rayo, lo bastante suaves para moldearse bajo el peso de cualquier objeto y quedarse con su forma dibujada en la tela. Al principio pensé que era por un susto. La primera chica con la cara llena de lágrimas iba agarrándose a su madre y mirando hacía atrás, sus labios formaban el mismo gesto que el de la boca de la verdad de Roma. La segunda que pasó a mi lado llorando me hizo sospechar que algo había removido el aire de Estrasburgo. Quizá se habían cruzado con algún maníaco o algún chaleco amarillo dispuesto a prender fuego a unos Audis. Luego vino la avalancha de tuits. La palabra “tiroteo” se entremezclaba con los muertos. Otros se dedicaban a postear fotos de gatitos como negando que en pleno centro de Estrasburgo las luces de colores del familiar mercado de Navidad compartían espacio con una calle ensangrentada con el ADN de 16 víctimas, tres de ellas muertas.

Lo siguiente que recuerdo de las más de seis horas que pasé en un restaurante y un bar, haciendo tiempo durante la redada porque la policía había bloqueado todas las calles, no son más que flashes. Las luces azules y el sonido de las sirenas. El frufru de las hélices de un helicóptero. Las patatas se caían como un peso muerto por la garganta hasta el estómago mientras refrescaba obsesivamente el timeline de Twitter con el hashtag #strasbourg en el buscador. Una pareja búlgara de ancianos le decían a los camareros si podían reservarles una habitación en cualquier hotel que no estuviera en el centro. Todo completo. El atentado ha coincidido con la entrega del Premio Sajarov y la última sesión parlamentaria del Parlamento Europeo. No queda ni una habitación en Estrasburgo. Hay acreditados periodistas, asistentes y políticos de todas las partes de Europa, de todos los orígenes.

Refrescar el timeline se volvió una obsesión. El pollo se enfriaba en los platos y la salsa se espesaba mientras buscábamos un cargador y nos peleábamos por un enchufe. El goteo de noticias era desesperante. El asesino había huido. Estaba fichado. Se le consideraba radicalizado. Tenía 29 años. Nacido en Estrasburgo. Alguien preguntó que cuáles eran sus apellidos. “Es francés”, le contestaron. “Sí, ¿pero de qué origen? ¿Es árabe o no?”.

El asesino huyó herido de los soldados y se atrincheró en una tienda del distrito de Neudorf. Mi apartamento está en ese distrito. ”Bueno pero al menos estás aquí a salvo”, me dijeron. “Preferiría estar en el apartamento, tengo una pieza que entregar mañana”, me escuché decir. No es cierto que cuando un atentado terrorista ocurre a 200 metros de ti tú te pongas a pensar en la suerte que tienes de seguir con vida. Te pones a pensar en cosas como dónde vas a dormir esa noche, ¿alguien tiene líquido de lentillas?, o si no lo entrego mañana el artículo ya estará desfasado, o me he dejado la calefacción puesta.

Quizá mañana piense en que sí, sigo con vida. Pero ahora estoy intentando dormir en el sofá de unos colegas y me he pillado a mí misma deseando que acribillaran al terrorista durante la noche para que al menos mañana pueda ir al apartamento a cambiarme de bragas.

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