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¿Por qué Macri no quiere pronunciar la palabra 'crisis'?

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El brindis al sol del gobierno argentino en la cumbre del G-20 después de pedir un préstamo de 50.000 de dólares al FMI

Rosa Molinero Trias

23 Julio 2018 14:33

Una tormenta sin lluvia y sin relámpagos, con un impacto económico que aprieta y ahoga, ¿sigue siendo una tormenta? ¿O es más bien una crisis?

Según el presidente Mauricio Macri, en Argentina:

“Estamos enfrentando una tormenta, pero hemos sabido arriar las band…, las velas”.

Esas fueron sus palabras en la conferencia de prensa del miércoles pasado en la Quinta de los Olivos. Y otras, como “turbulencias”, “parate” o “freno”, están siendo usadas por miembros de su gabinete, tal vez por si el tan temido término de “crisis” destapara la caja de Pandora o por si lo de ponerle nombre a la realidad la confirmase en una suerte de acto de performativo.

“Hace unas semanas tuvimos que hacer frente a algunas turbulencias debidas a volatilidades externas y algunos factores internos, pero logramos navegar por estas aguas agitadas y mantener el rumbo. Estamos convencidos de que estamos haciendo los esfuerzos necesarios”, dijo el presidente, en el marco de la reunión de ministros de Finanzas y presidentes de Bancos Centrales de la segunda cumbre del G-20, que este año preside Argentina.

Macri junto a Christine Lagarde, directora del FMI

Por su lado, dos funcionarios del gabinete insistían para Clarín: "no hay ninguna señal para hablar de una situación como la de 2001/2002".

La finta verbal de Macri a la crisis parece una estrategia común en política de tiempos revueltos. En España lo vivimos en 2008, cuando estábamos al borde del abismo y el entonces presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, todavía hablaba de “desaceleración” o de “frenazo”.

¿Por qué deshonrar a la verdad cuando más verdad se necesita? Al fin y al cabo, la no mención a los hechos que apuntan a una realidad se convierte en un silencio acusador.

En esta línea, el filósofo británico Bernard Williams en Verdad y veracidad (Tusquets, 2006), una genealogía sobre la verdad, contaba que en el ámbito político prolifera “el engaño a la opinión pública”: “es típico que las pequeñas sociedades tradicionales estén llenas de mentiras, porque es demasiado difícil mantener algo en secreto, y así el silencio podría tener que convertirse en evasión y está en engaño”.

Por contra, el filósofo definía la verdad por sus dos valores básicos, la sinceridad y la precisión, a los que quiso atribuir, tal y como el propio Williams lo llamó, un “pedigree” que confiriera a la veracidad un sentido de compromiso a la sociedad con ambas y que la convirtiera en un valor y una virtud.

Pero Macri sigue optando por la evasiva. Celebró el apoyo de la comunidad internacional ante los planes económicos de su gobierno y se mostraba optimista con las circunstancias hasta el punto de augurar un crecimiento económico para el próximo año, aunque el requisito impuesto por el FMI de alcanzar de alcanzar el equilibrio fiscal en 2020, es decir, la friolera de ajustar un 1,5% el PIB. Lo decía Raúl Dellatorre para Página 12: “Para 2019, la meta de reducción del déficit fiscal es ambiciosa, que es lo mismo que decir que el ajuste será brutal”.

De ahí que el optimismo del presidente suena a canto de sirenas en muchos sectores de la Argentina. La inquietud se ha acrecentado desde que el 7 de junio se confirmó el préstamo de 50.000 millones de dólares que el gobierno de Macri solicitó al Fondo Monetario Internacional. Porque no hay nada que traiga más a la mente de un argentino la palabra crisis, en mayúsculas y neones, que la solicitud de un préstamo. No todo el mundo recuerda la del gobierno de la Revolución Libertadora, en 1958, pero el Corralito de 2001 sigue siendo hoy la peor pesadilla de jóvenes y ancianos, que con los #MacriTips tiran de humor negro para afrontar la que se avecina.

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