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Opinion El fútbol y Cs: la guerra cultural de la derecha populista Sports

El fútbol y Cs: la guerra cultural de la derecha populista

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El fútbol y Cs: la guerra cultural de la derecha populista

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/OPINIÓN/ Identitarismo falsamente inclusivo, retorcimiento de la realidad, electoralismo, delimitación de derechos: esta es la cara B de la ofensiva de Ciudadanos para apropiarse de la selección

Se presentaba una "plataforma cívica" pero parecía que jugaba la selección española. Ciudadanos puso de largo España Ciudadana este fin de semana cambiando el naranja por el rojigualda, con Marta Sánchez cantando el himno y el partido de Albert Rivera escenificando su ya indisimulada seducción directa del votante del PP. En el acto se utilizó el recuerdo de Miguel Ángel Blanco sin recordar que era militante y concejal del partido al que Ciudadanos quiere derrotar electoralmente.

También adoptaba un discurso de aparente construcción pero que encuentra su razón de ser en la oposición identitaria al procés catalán. Es casi una vuelta a sus orígenes como plataforma nacida ex profeso a la contra, concretamente contra la normalización lingüística en Catalunya. "Nunca más habrá que pedir perdón por ser español", dijo el domingo Rivera, con palabras que recuerdan más al "¡nadie os volverá a pegar!" dirigido a la minoría serbia de Kosovo en el 87 por un paternalista y desafiante Milosevic que a los Macron, Obama y Macri en los que el político dice reconocerse.

A pesar del aparente repunte de dureza, en este eje simbólico nacional-buenista —el "solo veo españoles" de Rivera ya es un clásico instantáneo, joseantoniano y de encaje perfecto con la posición excluyente del partido, aireada en el Parlament, sobre el derecho a la sanidad públicaque ya ha explorado comercialmente Campofrío para vender embutidos; la selección española juega un papel fundamental. Ciudadanos ha estado presente, en primera línea, en los dos últimos macroeventos que ha jugado La Roja —aunque trabajadoras de RTVE denuncian que no se puede mencionar así en el ente público—, los dos en pleno ascenso electoral. En la Euro 2016, con las pantallas gigantes en la Barcelona comú, pre-intensificación del procés y en plena campaña electoral diciendo que Rajoy llevaba 4 meses leyendo el Marca, Ciudadanos realizó un acto en el Arco de Triunfo en el que el España 3-Turquía 0 tuvo menos recorrido político que las imágenes de Rivera, Arrimadas y Girauta disfrazados de futbolistas.

España Ciudadana no va a dejar pasar la oportunidad de instrumentalizar el fútbol. La derecha populista sabe que le gana a su rival, el PP, a remolque con iniciativas más grises pero igualmente politizadas. Los populares navarros imitan a Ciudadanos pidiendo pantallas para ver el mundial en Tudela o Pamplona, municipios gobernados por Izquierda-Ezkerra y EH Bildu, respectivamente. Para ello, una de las razones que esgrimen es la presencia de dos navarros en la selección, César Azpilicueta y Nacho Monreal.

Sobre todo si la selección lo hace bien en Rusia, esta es una guerra cultural tradicionalmente rentable para la derecha. Explota una adhesión irracional y transversal en cuanto a clase social a símbolos que, en caso de afrenta a la legalidad vigente, pueden usarse como arietes de consenso. No hace falta recordar ningún discurso de emergencia del Rey.

Ha empezado esta guerra de apropiación —además de con la petición de pantallas en los ayuntamientos de Carmena y Colau que Ciudadanos lleva tramitando semanas— con un grotesco retorcimiento de la realidad que define bien las reglas del juego. Ciudadanos ha querido homenajear a la mayor goleada conseguida por la selección española, un 13-0 a Bulgaria el 21 de mayo de 1933. Es decir, una victoria de la España republicana. Para el partido de Rivera, una victoria conseguida bajo bandera rojigualda.

El uso del fútbol por parte de partidos de derecha populista no es nada nuevo en Europa. En ese sentido, es canónico el uso de un grito de fútbol para hacerse nada menos que con un gobierno. Lo sabe bien Forza Italia. Identitarios al acecho del poder desde la extrema derecha como Alternativa para Alemania, la Liga Norte o el Frente Nacional son especialmente activos en el uso del fútbol para determinar la ciudadanía, que es el paso previo a la delimitación de derechos.

De momento, a pesar de estos excesos rojigualdos de fin de semana, Ciudadanos pisa con tiento. Juega al mercado de fichajes con Manuel Valls o Celestino Corbacho y sigue agazapado en ese campofriísmo político de La Roja somos todos, donde sabe que a excepción del anticatalanismo no puede cruzar ciertas líneas.

La líder de AfD lo hizo cuando su líder Beatrix von Storch se preguntaba, tras una derrota, por qué no había jugado la selección alemana de verdad, en mayúsculas. Era un mensaje contra una realidad que supera a la derecha populista tentada por resumir a millones de habitantes en una camiseta de fútbol: Alemania ya no es un equipo mayoritariamente blanco. Todavía se está recomponiendo de una de las contestaciones recibidas: "el equipo del que usted habla perdió la Segunda Guerra Mundial".

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