Mientras que la limpia y clasificada Japón se dedicó a especular con el resultado
Japón no ha marcado más goles ni ha conseguido más puntos que Senegal en el Grupo H del Mundial, pero han sido los nipones los que se han clasificado para a octavos de final de Rusia'18 y los africanos los que están volviendo a casa.
Estamos ante algo inédito en la historia de la Copa del Mundo, ya que ambas selecciones acabaron el torneo igual en 6 de 8 criterios de desempate de la fase de grupos (puntos, partidos ganados, empatados y perdidos, resultado directo, diferencia de goles a favor y en contra), así que la FIFA se acogió a la séptima cláusula: el "Fair Play".
En este Mundial, el equipo que tenga menor número de tarjetas -amarillas y rojas- durante la fase de grupo es el que avanza.
A Japón le mostraron 4 tarjetas amarillas, mientras que los de Senegal tuvieron 6, por eso los asiáticos ocupan la segunda posición detrás de Colombia y los africanos acabaron el partido llorando desconsolados en el césped de Samara.
Es la mayor injusticia que se ha producido en este torneo. Resulta difícil de entender que una selección quede eliminada por este criterio.
Más allá del juego violento y las agresiones -no es el caso-, los futbolistas no pueden controlar cuántas amarillas pueden ver en un partido, ya que cada árbitro tiene un criterio diferente para mostrarlas.
El fútbol es un deporte en el que se recibe el mismo castigo por un patadón por la espalda que por cortar un pase con la mano. Por no hablar de las faltas tácticas. Si el equipo rival sale al contraataque en superioridad, los defensas y pivotes se ven obligados a detenerlos como sea, viendo amarilla por sistema.
Si a partir de ahora los equipos quedan eliminados por tarjetas, ¿qué deben hacer?
¿Defender encerrados para no sufrir contraataques o dejar que les hagan 10 ocasiones cada partido?
"Mis jugadores mostraron mucho compromiso. Es difícil jugar bien en la Copa del Mundo sin compromiso. No sé si la regla es cruel, pero no hay forma en que le pidiera a mis jugadores que trataran de evitar las tarjetas amarillas", dijo Aliou Cissé, el seleccionador senegalés -el más joven del Mundial con 42 años- tras acabar el partido.
Acató la norma del Fair Play, pero estaba igual de frustrado porque su equipo está eliminado sin poder hacer nada por evitarlo. Cissé, como tantos otros, debe pensar que la FIFA no ha sabido medir su voluntad de beneficiar el juego ofensivo y detener las agresiones -para algo está el VAR- condicionando tanto la defensa que llega a ser contraproducente.
Muchos aficionados ven más justo un sorteo, el último criterio de desempate, que el tema del Fair Play.
Quizá de esa manera no se hubiera producido el esperpento que protagonizó la selección japonesa en el final de su partido ante Polonia. Por irónico que resulte, el equipo clasificado por su juego limpio especuló con el resultado, convirtiéndose en el partido más vergonzoso del torneo.
Disputó los últimos 16 minutos a no jugar, sin la voluntad de llegar al área rival a pesar de perder por 1-0.
La victoria de Colombia y no ver amarillas le servía. Desde el gol de Mina hasta el llanto de los senegaleses, Japón atentó contra el fútbol. Mantuvo la posesión del balón lejos del alcance de los polacos, confiando más en la defensa colombiana que en su propio ataque. Y le salió bien.
La eliminación de Senegal también es la confirmación del fracaso africano en Rusia. Marruecos, Egipto, Nigeria, Túnez y Senegal han caído eliminadas en sus respectivos grupos, dejando a África sin representantes en octavos de final. De hecho, la Confederación Africana es la única que no cuenta con un equipo en las eliminatorias, quedando precisamente Japón como único símbolo con vida de la Confederación Asiática.
Una debacle sin precedentes en la era moderna del fútbol. Hay que remontarse hasta España'82 para encontrar un Mundial sin africanos en octavos. El Fair Play ha sido su puntilla.
