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Sí, también hay mujeres que pagan por tener sexo con otras mujeres

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Aunque son una minoría, la realidad de las mujeres que pagan por sexo es más común de lo que crees. Algunas trabajadoras sexuales aplican, incluso, tarifas de descuento exclusivas para mujeres.

anna pacheco

19 Junio 2017 06:00

Vía Getty

Algunas mujeres llegan un día, de repente. O de rebote, con la pareja. Otras lo buscan directamente en Internet: teclean sus fantasías o lo que creen que son sus fantasías. Tal vez reprimidas durante años de matrimonio feliz, dos críos y vacaciones en la playa. Obtienen una cara, un cuerpo, un teléfono y llaman. Conciertan una cita. Ellas también. Hay mujeres que pagan servicios sexuales con otras mujeres. No son muchas, no al menos que se sepa, no al menos de forma tan visible. Pero las hay.

Marina* (nombre ficticio) tiene 34 años, es venezolana y se define como pansexual, esto es, siente atracción sexual independientemente del género. Hace un par de años emigró a Buenos Aires y fue ahí donde empezó a entablar contacto con colectivos punk y queer.

Marina es artista y desarrolladora y durante muchos años, en su ciudad natal, vivió reprimiendo completamente su sexualidad. “¡Con mi madre llegamos a bromear de que yo era omnívora porque nunca tenía pareja ni manifestaba atracción por nadie!”, dice entre risas por conversación telefónica. Pero claro que no era omnívora. Cómo iba a serlo.

Eso era solo lo primero que se le pasaba por la cabeza a una adolescente que creció en el seno de una familia de mormones en Caracas. ?Es por este mismo motivo por lo que prefiere mantenerse en el anonimato?.


Vía Getty

Su llegada a Argentina supuso, en gran medida, una especie de liberación en todos los aspectos. Marina empezó a sentirse libre de moverse en espacios que tal vez antes no frecuentaba e incluso desarrolló una app para las trabajadoras sexuales, un botón que les permite pedir auxilio en caso de peligro.


Me di la libertad de explorar abiertamente mi sexualidad, sin ningún tapujo. He probado un poco de BDSM, roleplay, etc. Siempre que solicité servicios las invitaba a cenar, nos tomamos algo y luego al hotel


Fue en ese momento cuando conoció a trabajadoras sexuales sindicalizadas. Eran mujeres de carne y hueso. Algunas eran sus amigas. No tenía nada que ver con esa imagen abstracta de chicas con apodos que conocía en las páginas de periódicos. Un día pensó: “¿Por qué no probarlo?

“¿Cómo te contacta la gente? ¿Cómo te debería contactar yo si quisiera tener una cita contigo?, le preguntó un día Marina a una conocida suya.

Desde esa primera vez volvió a contactar entre unas diez o doce veces más. Algunas veces chicas conocidas, otras no. “Me di la libertad de explorar abiertamente mi sexualidad, sin ningún tapujo. He probado un poco de BDSM, roleplay, etc. Siempre que solicité servicios las invitaba a cenar, nos tomamos algo y luego al hotel”, explica Marina a Playground.

Para ella existe un tabú en torno a la sexualidad femenina que se manifiesta también dentro del trabajo sexual. “Se vive como un tabú, a algunas mujeres ni se les pasa por la cabeza que ellas también pueden pagar por sexo”.


Me contó que fue madre hace poco y que le gustan las mujeres, pero que no sabe cómo encararlas. Le parece buena opción pagar por este servicio ya que le facilita el acercamiento para cumplir su fantasia


“A las mujeres se nos enseña a acceder a la sexualidad a través del amor romántico y de la seducción. El acceso a nuestra sexualidad tienen que pasar por la aprobación de otro: de ahí que nos eduquen para gustar”, explica Saisei-Chan, trabajadora sexual con tres años de experiencia en el sector. Saisei-chan ha tenido alrededor de diez clientas mujeres.

Y hay experiencias de todo tipo: “La mayoría vinieron en pareja, solo recuerdo a tres que viniera solas”. Las edades eran muy variadas de entre los 20 y los 50 años.


Fotograma de The Girlfriend Experience

Saisei-chan recuerda el caso de una mujer lesbiana que descubrió a través de su encuentro con ella su verdadera orientación sexual. “Descubrió que eso implicaba deshacer toda su vida: su matrimonio, su familia”, explica. Saisei defiende que la prostitución permitió a esa señora conocer  una faceta que sus circunstancias personales no le permitían.

Nadia Karenina tiene 28 años y se ha encontrado con dos clientas mujeres en el poco más de año y media que lleva en la profesión. Ella diferencia muy claramente esas dos mujeres: “Por un lado, está una mujer de 24 años. Me contó que fue madre hace poco y que le gustan las mujeres, pero que no sabe cómo encararlas. Le parece buena opción pagar por este servicio ya que le facilita el acercamiento para cumplir su fantasia”.

Por otro lado, sus otros clientes son una mujer de 50 años y su marido con los que ya se ha encontrado unas cuatro veces: “Ella cumple un rol más complaciente hacia su pareja con la fantasía que él propone. No es ella quien toma la iniciativa a mi parecer”, explica. La idea de cumplir fantasías en pareja es algo relativamente nuevo.

O es así como lo percibe la Srta. Rius, una madame que regenta una casa de citas emblemática en Barcelona desde hace más de 40 años. Rius asegura no haberse encontrado nunca con una clienta mujer; “si en cambio, desde los últimos cinco años, cada vez es más frecuente que vengan mujeres para tríos en el día del cumpleaños de alguno de los dos”.

A veces, puede empezar como trío, pero acabar en experiencia en solitario. Esto es lo que le pasó a Shirley, una trabajadora sexual transexual de Barcelona. Ella tiene pocas clientes mujeres —”¡ojalá fueran más!”—, pero a una de ellas la conoció primero a través de su pareja.

Luego, esa misma mujer, la llamó porque quería quitar al marido de la ecuación y quedar con ella a solas. 

“En mi caso, además, es particular. Vienen buscando algo específico, al igual que los hombres, vienen buscando a una mujer con “sorpresa”. Dentro del sector femenino esto se ve como algo más nuevo. Esa posibilidad de estar con una trans es una fantasía a la que acceden más fácil los hombres a través del porno. Para ellas es todo un descubrimiento”, explica Shirley.



Esa posibilidad de estar con una trans es una fantasía a la que acceden más fácil los hombres a través del porno. Para ellas es todo un descubrimiento



En su caso, existe además un estigma entre las propias mujeres trans: algunas de ellas prefieren no aceptar a las mujeres. “Porque creen que pueden sentir su feminidad cuestionada si aceptan a una mujer, pero para mí nada que ver, la feminidad no tiene nada que ver con eso”.


Imagen vía Getty


Sororidad y cuidados


Recientemente, un hilo de la comunidad online Reddit discutía precisamente sobre las mujeres que pagaban por sexo a otras mujeres. Varias trabajadoras sexuales compartían algunas de sus experiencias con clientas mujeres con total sinceridad. Y también hablaban de las diferencias que percibían entre sus clientes hombres y mujeres.

Algunas de ellas aludían con frecuencia al concepto de ‘chica guay o enrollada’, esto es, un tipo de mujer que recurre a ellas solo para complacer las fantasías de su marido, “para hacerse la divertida”.

También parecía existir cierto consenso, además, en que a prácticamente todas ellas les gustaría tener más mujeres clientas.

El trato es distinto. Ellas buscan sexo, pero también buscan complicidad, hablan más. Con las mujeres te lo tienes que trabajar un poco más. Es casi como una relación de amistad”, explica Shirley a quien le gustaría que más mujeres contactaran con ella porque lo disfruta más. 

Saisei-chan  no percibe tantas diferencias entre un sexo u otro, pero también admite que le gustaría tener a más mujeres entre sus clientes. Ahora está formando en un tipo de masaje tántrico especializado en el placer femenino.


El trato es distinto. Ellas buscan sexo, pero también buscan complicidad. Hablan más. Con las mujeres te lo tienes que trabajar un poco más. Es casi como una relación de amistad


Para Marina, la mujer venezolana del principio cuya sexualidad se vio fortalecida gracias a estos encuentros, la clave está en la naturalidad de estas citas. En la conexión. Las citas no son frías ni impersonales. “Hay ternura, hay besos, hay caricias, hay abrazos, nos decimos cosas lindas sin que sea ridículo. A veces se nos olvida que ellas también son personas con sentimientos”. Marina valora la experiencia con las profesionales porque gracias a ello reforzó su autoestima y sus dotes en la cama. "¡Mi pareja ahora me dice que yo debería monetizar mi talento!".

Otro aspecto desconocido es que muchas de las trabajadoras sexuales aplican tarifas reducidas a las mujeres. “Aplicamos cierta sororidad para que a las mujeres que quieren venir les salga más barato”, cuenta Shirley. A las mujeres les cobra la mitad por encuentro. Espera que así se animen más: no solo porque las prefiere por su orientación sexual, sino porque es su forma de intentar contrarrestar la brecha salarial en el mercado.

La trabajadora sexual Maria Riot, que ha estado con más de una veintena de clientas, también aplica descuentos: “Las mujeres siempre hemos tenido menor poder adquisitivo y a día de hoy seguimos accediendo a puestos peores pagados. Muchas no pueden siquiera pensar en pagar una relación sexual. Es por eso por lo que yo hago descuentos a mujeres, lesbianas y trans”.

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