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Culture
¿Hemos resbalado con la piel de un plátano de 120.000 dólares?
10 Diciembre 2019 16:48
¿El mundo de arte se ha vuelto loco?, preguntaba el New York Post en su portada del viernes. La polémica explotó cuando un plátano colgado en la pared con cinta aislante se vendió por 120.000 dólares en la feria Art Basel de Miami. ¿De verdad una pieza de fruta puede exponerse como una obra de arte y venderse por esta cantidad estratosférica de dinero? Estos días muchos se han enfurecido y otros tantos se han burlado de la situación, que no ha hecho más que mejorar con el tiempo.
El último trabajo de Maurizzio Cattelan pretendía reflexionar sobre el valor que le damos a los objetos materiales. La obra fue concebida como una escultura, pero tras probar la resina y el bronce pintado, el artista italiano decidió que la mejor opción para transmitir este materialismo pasado de rosca era usar un plátano real. Una idea que el espontáneo David Datuna reforzó cuando despegó el plátano de la pared y se lo comió en lo que anunció como una performance artística.
Pero David Datuna no destruyó la obra, simplemente tuvo que substituirse antes de lo previsto. Algo que su precursor ya predijo en el libro de instrucciones que entregará a sus tres compradores, donde no solo incorpora un sello de autenticidad de la pieza sino que también explica detalladamente cómo exponerla fuera de la galería, dando por hecho que puede reponerse tantas veces como la fuerza de la naturaleza lo requiera. O lo que es lo mismo, cambiarse cuando se pudra.
Entonces: tenemos un plátano colgado de la pared y un puñado de selfies junto a él inundando Internet, un tipo que se lo come enfrente de una multitud que retransmite el disparate en directo, críticos enfurecidos y extasiados a partes iguales, un montón de memes burlándose de la absurdidad de los hechos y las portadas de los principales periódicos del mundo en un interés por el mundo del arte sin precedentes.
Está claro que la obra es polémica, divertida y transgresora, ¿pero es arte? En la medida en la que es capaz de evidenciar nuestro tiempo, sí debería. El arte siempre se ha hecho preguntas sobre su momento. Quiénes somos, cómo hemos llegado hasta aquí y qué es lo que significa. Y ninguna pieza podría responder mejor a estas preguntas que un plátano colgado en la pared que se vende por 120.000 dólares y que termina en el estómago de otro artista. ¿De verdad la pregunta que debemos hacernos es si el mundo del arte está loco, o realmente es el mundo el que lo está?
La obra de Maurizzio Cattelan es un reflejo de nuestro tiempo y si algo ha demostrado estos días es que la cultura del hype lo ha inundado absolutamente todo. El arte se ha convertido en un producto comercial, igual que el sofá de Balenciaga o el zapatero de Louis Vuitton expuestos unos estantes más allá. Que las marcas de lujo tengan cabida en las ferias de arte contemporáneo demuestra que el capitalismo más exasperado se ha cargado el arte tal y como lo conocíamos. Ante este panorama, ¿por qué nos escandaliza tanto lo del plátano?
La importancia de la experiencia, especialmente si es digital, es otra de las particularidades de nuestro tiempo reflejadas en la obra de Cattelan. Imagina cómo habría sido la reacción de los asistentes de no ser por las redes sociales. ¿Un plátano colgado de la pared les habría interesado lo más mínimo si no pudieran compartirlo en su Instagram? Probablemente no. Todos querían hacer la mejor foto y sus selfies junto a la pieza demuestran cómo el estar ahí era mucho más importante que la propia obra.
Lo que se traduce en una de las características más evidentes de nuestra sociedad: la fugacidad. El interés de los asistentes por la obra terminó justo en el momento en el que compartieron la imagen en cuestión. En unos días nadie va a acordarse de Cattelan ni del tipo que se comió su plátano. El hype durará lo que tarde la fruta en pudrirse. Lo que resulta francamente brillante por parte del artista, que no solo se ha reído de la industria del arte, también de todos nosotros.
El polémico Cattelan, medio retirado desde 2011, buscaba precisamente esto. El asombro, el enfado, la burla y, en definitiva, la conversación generada alrededor de su obra demuestran que hemos resbalado con la piel de ese plátano de 120.000 dólares. O lo que es lo mismo, hemos demostrado exactamente lo que el artista pronosticaba: que el mundo en el que vivimos es absurdo, efímero y está en proceso de putrefacción.
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