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Life
Puede que Rosseau tuviera razón, pero con bastantes matices.
12 Febrero 2020 17:29
La prueba del malvavisco probablemente es el estudio más famoso (y polémico) de las ciencias sociales. El experimento, realizado en la década de los 70 y dirigido por el psicólogo Walter Mischel de la Universidad de Stanford, probó que los niños son capaces de resistir la tentación de comer una chuchería de inmediato si se les dice que esperar les hará ganar un premio más grande. El estudio también demostró que los niños capaces de esperar para conseguir una recompensa mayor obtendrían, en un futuro, mejores resultados en diversos aspectos de su vida.
Pero, ¿qué pasaría si un extraño quisiera hacerse con la misma chuchería? ¿Serían capaces los niños de renunciar por completo a dicha gratificación solo por altruismo?
Pues resulta que sí, al menos según un estudio realizado por el Instituto de Aprendizaje y Ciencias del Cerebro de la Universidad de Washington que la revista Psychological Science publicó hace una semana.
El experimento giró entorno a 100 bebés de 19 meses a los que se les ofrecieron arándanos y uvas. Cuando uno de los investigadores fingió dejar caer una fruta e intentó alcanzarla sin éxito, el 58% de los bebés la recogieron para devolvérsela. Eso sí, cuando el adulto no se molestó en atraparla, solo el 4% de los niños intentó ayudarle.
Pero los investigadores quisieron dar un paso más. ¿Reaccionarían los niños con la misma generosidad si tuvieran hambre? Al fin y al cabo, el altruismo solo tiene sentido si implica generosidad a costa de algún beneficio personal. Para averiguarlo, repitieron el experimento con una muestra diferente de bebés durante la hora de la merienda. El resultado fue que, incluso en estas condiciones, un impresionante 37% de los bebés hambrientos recogieron la fruta, la miraron ansiosamente y se la regalaron a los adultos que fingieron tener problemas para alcanzarla.
Vale la pena destacar que los bebés tenían el camino despejado para escapar con la comida y, por contra, una mesa bloqueaba el acceso del investigador. Además, los niños tampoco recibieron ningún estímulo verbal. Ni “¿puedes pasarme la comida”? ni “gracias” ni “por favor”. Tampoco hubo ningún tipo de comunicación facial: el investigador mantuvo una expresión totalmente neutral durante la prueba. Por lo que los bebés actuaron con la mayor libertad posible.
Sin embargo, estudios psicológicos previos recalcaron que el altruismo a menudo puede ser maleable. Los bebés con hermanos suelen mostrar mayores conexiones sociales, del mismo modo que aquellos criados en culturas que enfatizan esta clase de relaciones interpersonales, como las asiáticas o las hispanas. Por eso los investigadores del estudio decidieron examinar si estos factores podrían explicar la tendencia hacia el altruismo de los bebés analizados, y resultó que estaban directamente relacionados.
Los propios autores han señalado que su estudio tiene limitaciones, incluyendo "el pequeño tamaño de la muestra, la cantidad sesgada de padres que asisten a los laboratorios (para pedirles antecedentes) y la conveniencia de grabaciones de video futuras que muestren las experiencias socioculturales de los bebés en su propio hogar". Además, es importante destacar que en ningún caso los investigadores podrán saber jamás con certeza qué motivación impulsa a los niños a actuar de una determinada manera. Lo que inevitablemente limita esta clase de experimentos.
Entonces, ¿tiene sentido afirmar que el altruismo es intrínseco a la condición humana?
Sin duda, el altruismo es un comportamiento extraño dentro del contexto del reino animal. Los chimpancés, con quienes compartimos un 98% de nuestro ADN, no entregarían nunca alimentos voluntariamente. Algunas aves y mamíferos comparten comida con sus parientes, pero no suelen involucrarse con extraños. Entonces, puede que la generosidad sea una característica exclusivamente humana, pero, ¿realmente es sinónimo de bondad?
Filósofos, psicólogos y biólogos han debatido esta cuestión durante siglos. Algunos creen que el ser humano es altruista por motivos puramente egoístas. Existen hipótesis que sugieren que no ayudar a alguien cuando lo necesita nos provoca tal confusión emocional que, en realidad, lo que tratamos de aliviar es nuestro propio dolor. Y otras teorías dicen que solo somos generosos para conseguir un beneficio a largo plazo o con el fin de aumentar nuestra reputación.
Sin embargo, que la mayoría de bebés actuara de forma naturalmente altruista podría darle la razón a Russeau en aquello de que el ser humano es bueno por naturaleza, aunque los autores del estudio prefieren darle algunos matices a la teoría y se inclinan hacia la idea de que “ciertas prácticas y valores transmiten a los bebés la expectativa de que las personas tienden a ayudar a los demás”. De ser así, continúan, “descubrir cómo promover el altruismo entre nuestros hijos podría ayudarnos a conseguir una sociedad mucho más solidaria”.
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