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entrevista
Ramón Esono
El dibujante Ramón Esono pasó seis meses en una cárcel de Guinea Ecuatorial por un delito que no había cometido. Su experiencia en el penal de Black Beach ha sido plasmada en el mini-cómic ‘28N: Dimbo Dimbo’ publicado por Altaïr Magazine.
Llevo dos días dividiendo los días en tres, y a cada división, una pastilla de ibuprofeno. No debería, pero estoy en una terraza. No debería, pero me sorbo los mocos y enciendo la grabadora. No debería, pero Ramón Esono fuma tabaco de liar. “Empecé a fumar por la misma razón que dejé los estudios a los 16 años: porque era algo que no podía hacer de cara a mi familia”, enciende, enciende, prende. “Luego descubrí la forma de convertir toda esa rebeldía en activismo contra la dictadura de Guinea Ecuatorial”.
La rebeldía activista siempre tiene un precio, pero en Guinea Ecuatorial la cifra siempre se redondea al alza: Ramón Esono pasó seis meses en prisión acusado de un delito que no había cometido. “Yo salí de la cárcel con una resolución judicial, brother”, dice de la sentencia que le declaró inocente de falsificación y blanqueo de capitales. Aunque esos fueron los delitos de los que se le acusó formalmente, la opinión pública difiere: Esono fue encarcelado por criticar al régimen de Teodoro Obiang a través de tiras y cómics de humor.
“En Guinea Ecuatorial, la gente no se atreve a leer La pesadilla de Obi por la calle”, afirma el dibujante sobre su trabajo más conocido, en el que dispara contra el mandatario ecuatoguineano. “Se distribuyó en círculos muy cerrados y mantuvimos en el anonimato la identidad de los guionistas, porque la dictadura todavía es férrea allí. La pesadilla de Obi fue concebido, desde el inicio, como un cómic que iba a ser censurado en nuestro propio país por la forma en que ‘desendiosaba’ al dictador Obiang”.
De todas las formas con las que enfrentarse a Obiang, ¿por qué elegir el humor? “Yo conocí antes a Mortadelo y Filemón que a Superman”, contesta Esono. “Y antes que a Mortadelo y Filemón, conocí al Roto. Me gustaba la forma en que era capaz de transmitirte muchas cosas con una sola imagen; sus mensajes te llegaban tanto si sabías leer como si no. El cómic tiene ese poder, y es un medio que puede destrozar esquemas al mismo tiempo que construye esperanzas”.
Aunque Esono se ganó fama de sátiro tras La pesadilla de Obi, para su último trabajo ha modulado el tono hasta alcanzar un estilo más evocador y sugerente. En 28-N: Dimbo Dimbo, publicado en Altaïr Magazine, el ecuatoguineano narra un episodio vivido en primera persona durante su privación de libertad. “Durante aquel motín no sentí miedo”, asegura el dibujante, “sino más bien un impulso de fotógrafo: lo quise ver todo, meterme en todos los sitios posible, esquivar sólo las zonas de disparos y gases lacrimógenos”.
“La cárcel de Black Beach es un zulo”, dice, del penal en el que tuvo lugar el tumulto. “Para mí, el estado ecuatoguineano es un estado terrorista, y sus cárceles no son diferentes a los escondrijos dónde ETA encerraba a sus secuestrados. Black Beach está ubicada a los pies de la zona presidencial; es como si a los pies de la Casa Blanca hubiesen colocado la cárcel militarizada más peligrosa de Estados Unidos. ¿Qué ocurrió ese día? A los chavales allí presos se les fue la olla y, cuando se dieron cuenta, estaban en una ratonera”.
“Cuando quisieron parar, los militares ya no podían perdonarlos”, añade. “Los torturaron”.
Mientras Ramón Esono permanecía confinado en Black Beach, las muestras de solidaridad se sucedían en todo el mundo. Neil Gaiman, autor de American Gods, le dedicó una carta abierta. “La leí al salir y me abrumó un poco”, confiesa. “También leí las que me enviaron los Jordis (Sánchez y Cuixart), a los cuáles tengo pendiente visitar”. “Esa gente está en la cárcel por intentar votar. Son, literalmente, presos políticos. ¿Llamarles ‘políticos presos’? Anda a tomar por culo”.
Sobre cosas que mandar a tomar por ***o: los 12 escaños de VOX en Andalucía, ¿qué? “La gente está muy acojonada con el auge de la extrema derecha, pero yo me resisto a estarlo. Me resisto a estarlo, porque sé que en España también hay demócratas dispuestos a partirse la cara por defender sus derechos. Si ellos no están acojonados, yo, que he conocido a la extrema derecha versión black, tampoco tengo derecho a estarlo”, arguye. El miedo, si es que lo hay, pasa por que Pedro Sánchez compre parte del discurso de VOX.
Ramón ajusta el palestino a su cuello y saca el iPad para enseñarme el proyecto en el que se encuentra inmerso, 218: The Big Boy. En riguroso blanco y negro, este cómic desplegable —si se dispensan sus páginas en una pared, las viñetas forman una ilustración de 16 metros— tendrá un total de tres volúmenes, el segundo de los cuales supondrá una nueva oportunidad para plasmar la experiencia carcelaria de Esono. “Utilizaré Black Beach de inspiración, aunque 218: The Big Boy sea un cómic de ciencia-ficción”.
¿Es 218: The Big Boy su inmersión en el afrofuturismo? “Definitivamente, he buscado un estilo africano, desligarme de la tradición franco-belga”, dice, de la línea clara con la Tintín colonizó tantos y tantos trazos. “No quiero romper con mis referentes, pero sí dar rienda suelta a mi universo personal. Llevo años intentando dibujar un cómic que de verdad sienta como propio. Se lo prometí a mi madre; murió sin verlo. La ONU dice que la esperanza de vida de alguien de mi país es de 45 años. Yo tengo 42”, concluye, “así que me quedan 3”.
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