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Artículo Una mañana, tras un sueño intranquilo, desperté convertido en un tuitero facha Lit

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Una mañana, tras un sueño intranquilo, desperté convertido en un tuitero facha

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Imagina si ya sólo pudieras pensar y escribir cosas como "los terroristas eran todos hombres, la culpa es del heteropatriarcado y no del Islam. Madre mía las feminazis"

Eudald Espluga

25 Agosto 2017 08:43

¿Qué me ha ocurrido?

No estaba soñando. Mi habitación, una habitación normal, aunque muy pequeña, tenía el aspecto habitual. Desparramados sobre la mesa estaban los libros en los que estuve trabajando hasta muy tarde, la oscuridad opaca de la pantalla del portátil sin batería y un par de vasos vacíos.

La luz que se colaba entre los visillos era tan tenue que no conseguía amortiguar el parpadeo incesante de esa lucecita que reclamaba mi atención informándome que tenía notificaciones, diciendo que mírame, que ábreme, que por favor léelas, que por favor ya.

He descubierto que algo iba mal cuando, cediendo al llamamiento, he cogido el teléfono.

6419 interacciones en Twitter y un aviso que me confirmaba que eso no era normal.

Al abrir la pestaña de notificaciones, la incredulidad ha dado paso al pavor. Todo el revuelo se debía a un tuit que había logrado una atención enorme, absurda, y que yo estaba seguro de no haber escrito. 

"Hablad en español, hijos de puta."

En la foto de mi perfil estaba ahora Clint Eastwood y mi nombre se había transfigurado: Eduardo Espliego Casamonte. Sonaba aristocrático, portentoso, universal. Además, una bandera de la Unión Europea —símbolo cosmopolita de unidad y fraternidad entre los pueblos— envolvía todo el cuadro.

Scroll down para ver que más había podido escribir y, entonces, el horror.

"Los terroristas eran todos hombres, la culpa es del heteropatriarcado y no del Islam. Madre mía las feminazis."

"Ada Colau no quiere poner bolardos y Jaume Asens fue abogado de los terroristas. ¿Casualidad?"

"Dogmatismo y fundamentalismo es preferir el prejuicio al juicio. Por eso no soy nacionalista."

"Eran solo unos pobres niños. Sigamos acogiendo, ¡viva el buenismo! #TerroristsWelcome"

"Qué bien Enric Hernández y Alfonso Rojo contando lo que nadie se atreve a decir"

"No me sorprende que los eterras de Podemos ahora digan que el atentado es culpa nuestra".

"Siempre certero, el Roto."

"Fotos de los refugiados vale, pero poner los niños muertos a manos de los moros es cruel. Ok."

¿Quién había escrito esas cosas?

¿Me habían pirateado la cuenta? Me reiría si no sintiera que algo estaba mal. Que mis tuits eran solo la punta del iceberg. Porque mientras leía estas proclamas reaccionarias y racistas, un cosquilleo de aprobación martilleaba dentro de mi.

Si no era odio, se le parecía demasiado.

Desesperado, cierro la aplicación. Y entonces lo veo. Entonces la veo.

Me levanto de la cama. Quiero abrir el ordenador, pero antes de darle al botón, dudo. No quiero encontrarme otro fondo de pantalla como ese. Un instante de indecisión que sirve para darme cuenta que los libros que hay encima de la mesa no son mis libros. "Los toros explicados a mi hija", de Joselito; "Sóc convergent, i què?", de Salvador Sostres; "Contra cromañón", de Félix Ovejero; "Arden las redes", de Juan Soto Ivars; "El terrorismo y sus etiquetas", de Arcadi Esp...

—Eduardo —grita mi madre desde el otro lado de la puerta—, ya son casi las doce. ¿No querías ir a misa?

No consigo reaccionar. ¿Eduardo? ¿A misa?

—Sí, sí, gracias madre. Ya me levanto.

Me horrorizo al escuchar mi propia voz, un ronquido sordo y entrecortado que suena a Ducados, a equidistancia calculada y a defensa de la libertad de expresión. Una voz rota como la España que nos están dejando los rojos separatistas y afónica de gritar que el fútbol no se debe mezclar con la política. Cansada, en fin, de denunciar la caza de brujas feminista, el imperialismo de la políticamente correcto.

No me atrevo a salir de la habitación en este estado. Abro nuevamente Twitter, esperando encontrar alguna respuesta.




Empiezo a entenderlo. Me he convertido en un...

—Eduardo, ¿te pasa algo? -—grita mi madre otra vez.

Estoy mudo. Siento un picor en los brazos y la cabeza me da vueltas. Llegan las náuseas, pero enseguida se me pasan. Noto como poco a poco las palabras se algopan en la punta de los dedos, al tiempo que voy perdiendo contacto con mi cuerpo. Es como si me encontrara en la cabina de un vehículo que no puedo controlar.

Unas manos que ya no son mías, que se desenvuelven autárquicamente, empiezan a escribir.

"Muy bien, sigamos combatiendo el terrorismo con el 'Imagine' de John Lennon. Sois unos fieras."

Ya es definitivo. Me he convertido en un tuitero facha.




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