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Se cumplen 50 años de la misión Apolo 11. Estos números son el mejor retrato de la dimensión de aquel hito histórico en la carrera espacial
16 Julio 2019 16:36
Hoy se cumplen 50 años del lanzamiento de la misión Apolo 11. El 16 de julio de 1969, Neil Armstrong, Michael Collins y Buzz Aldrin partieron rumbo a la Luna. Cuatro días después, llegaron a su destino.
John F. Kennedy, el presidente que se comprometió a llevar a un hombre a la Luna, no estaba entusiasmado con la exploración espacial. Le preocupaba tirar el dinero de los contribuyentes. “No me interesa tanto el espacio”, le aseguró el presidente a James Webb, el entonces jefe de la NASA, en una reunión privada en la Casa Blanca en 1962. “Estamos listos para gastar cantidades razonables de dinero, pero estamos hablando de estos fantásticos gastos que arruinan nuestro presupuesto”.
La conversación, publicada por la Biblioteca Presidencial John F. Kennedy, revela las verdaderas motivaciones del Presidente: vencer a la Unión Soviética. “Hacerlo en este momento y de esta forma, es porque esperamos vencerlos y demostrar que comenzando atrás, como lo hicimos por un par de años, les superamos”.
Pero el costo de ganar la carrera espacial sería enorme. Los siguientes números nos dan la medida de la dimensión del programa Apolo de la NASA.
Lo que equivaldría a unos 175 mil millones de dólares en la actualidad. La financiación de la Nasa alcanzó su cota máxima en 1965, representando un 5% del gasto gubernamental. Hoy en día solo se destina a la Agencia Espacial una décima parte de esta cifra.
Los ciudadanos estadounidenses no estaban convencidos de que la carrera espacial fuera una prioridad nacional. De hecho, más de la mitad de los encuestados se opusieron a las misiones espaciales tras el incendio del Apolo en el que murieron tres astronautas el 1 en enero de 1967.
Cada traje estaba hecho a medida y disponía de una mochila con sistemas de soporte vital que lo convertían en una nave espacial autónoma. Como dato curioso: la Nasa los encargó a un fabricante de sujetadores, la International Latex Corporation, para asegurarse de que fueran fuertes y resistentes.
Cada traje estaba formado por múltiples capas de fibras plásticas, caucho y alambres metálicos, todos cubiertos con telas recubiertas de teflón, cosidas a mano por un equipo de costureras.
Antes de lanzar el Apolo 11 a la Luna, el presidente Richard Nixon preparó dos discursos: uno para el caso de que la misión concluyera en éxito y otro por si los astronautas no podían volver jamás. Si los módulos de aterrizaje no funcionaban, estaban perdidos. Y es que nunca antes se había fabricado una nave diseñada para llevar astronautas al espacio y traerlos a casa de nuevo.
NASA estima que un total de 400.000 personas en todo Estados Unidos participaron en el programa Apolo. El número incluye desde astronautas a controladores de misión, científicos, contratistas, proveedores, médicos o programadores.
La ingeniera JoAnn Morgan, controladora de instrumentación, fue la única mujer presente en la sala de control durante el lanzamiento del Apolo 11 en Cabo Cañaveral. Sin embargo, como sabemos ahora, fueron miles las mujeres que brindaron soporte al programa Apolo y fueron esenciales para su éxito. Secretarias, matemáticas, enfermeras, programadores. Las mujeres cosieron los trajes espaciales y enrollaron los cables de las computadoras de guía Apolo.
Los astronautas del Apolo 11 volvieron a la Tierra siendo mundialmente famosos. Pero eso no se reflejó en su sueldo. Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Mike Collins cobraron entre 17.000 y 20.000 dólares por la misión, lo que equivaldría a unos 120.000 dólares en la actualidad.
Los astronautas ganaron más dinero gracias al acuerdo de la NASA con la revista Life o a los posteriores anuncios de televisión que protagonizaron que con la propia misión. Su sueldo ni siquiera contemplaba una partida por peligrosidad. Lo que sí que se les permitía era reclamar gastos de viaje. Buzz Aldrin lo hizo: 33,31 dólares para cubrir su viaje desde su casa a Houston. Que después pasara por la Luna, era otro tema.
La audiencia más grande alcanzada en televisión hasta la fecha. Sin embargo, el interés no duró demasiado. Las cadenas de televisión estadounidenses decidieron no cubrir la llegada del Apolo 13 a la Luna. Sin embargo, el mítico “Houston, tenemos un problema” reavivó la fascinación del público global, que finalmente siguió de muy cerca el dramático rescate.
La llamada “canica azul” fue sin duda la fotografía más icónica y perdurable que se tomó durante los cinco años del programa Apolo. Hoy en día, la imagen sigue siendo vigente e inspiradora. Como dijo el comandante del Apolo 8, Frank Borman: "Ninguno de nosotros pensó que una vez en la Luna, estaríamos mucho más interesados en mirar hacia la Tierra".
Antes de iniciar el programa Apolo, muchos ingenieros y astronautas de la NASA se mostraron contrarios a retransmitir en directo la misión. Les parecía frívolo y que podía interferir negativamente en su trabajo. Sin embargo, la tripulación del Apolo 7 cargó por primera vez una cámara de televisión en órbita. Lo llamaron “el show de Wally, Walt y Don” y aportó a las misiones una dosis de inmediatez nunca vista antes que entusiasmó al público mundial.
La cámara de vídeo construida para la superficie lunar se basó en tecnología militar desarrollada para filmar por la noche en las selvas de Vietnam. Estaba montada en un compartimento en un lado del módulo de aterrizaje lunar. Al salir del modulo, Armstrong cogió la cámara y la colocó sobre un trípode.
La NASA tomó precauciones extraordinarias para garantizar que la señal de vídeo en vivo llegara a la Tierra. Se dispuso que las transmisiones fueran recibidas por dos radiotelescopios con platos de 64 metros de diámetro en Goldstone, California, y en Parkes, en Nueva Gales del Sur, Australia.
Los ingenieros de Parkes pasaron meses trabajando con la NASA para preparar el radiotelescopio gigante. El 21 de julio de 1969, todo estaba listo para el gran evento, cuando el clima cambió repentinamente.
El mundo estuvo a punto de perderse el momento.
“Apenas unos minutos antes de que comenzara el paseo lunar, un violento estallido golpeó el telescopio con vientos que superaron las velocidades operativas seguras”, relata John Sarkissian, el científico a cargo de las operaciones de Parkes. “Pero John Bolton, el legendario primer director del observatorio, mantuvo el nervio, le dijo a sus hombres que permanecieran en él y, justo cuando encendieron la cámara de televisión, la Luna entró en el campo de visión y recibimos las fotos”.
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