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¿Dejar a niños pequeños desatendidos en mitad de una sala de exposiciones? Mala idea
Playground community
27 Junio 2018 09:04
Más vale decirlo cuanto antes y de la manera más indolora: un museo no es un parque de juegos, ni de atracciones. Y lo mismo puede decirse del 90% de las salas de exposiciones y las galerías de arte.
Vale, algunos están preparados para la interacción física aparte de la mental. Los museos científicos, por ejemplo, suelen pedir una actitud proactiva de sus visitantes de cualquier edad y te invitan a tocar y a jugar. Pero la mayoría de los museos y las galerías tradicionales no siguen estos preceptos. Son espacios para la contemplación, la admiración, la reflexión y el enriquecimiento anímico.
La sala de exposiciones del Tomahawk Ridge Community Center de Kansas entra en la categoría más tradicional. Es, sí, una modesta estancia dedicada a las muestras temporales de arte dentro de un centro comunitario, así que lo más seguro es que no hayas oído hablar del lugar en tu vida. Como puede que tampoco hayas oído el título de la obra caída y rota: Aphrodite di Kansas City, de Bill Lyons. Pero la obra tenía su coste y su cotización: 132.000 dólares. Dólares, no dinero del Monopoly. Al menos hasta que un niño pequeño la tiró al suelo jugando, con la mala suerte de destrozarla.
Usualmente, los museos tienen seguros que cubren accidentes, desperfectos, roturas y reparaciones de obras de Arte. Estos incidentes suelen deberse a malas casualidades o infortunios sin mala intención y el seguro se hace cargo de todo. Si te ocurre alguna vez y no has hecho nada malo a conciencia, de ti solo van a necesitar los datos personales para cumplimentar el informe básico requerido por la aseguradora. No volverán a acordarse de ti y tú solo te acordarás en cada cena de Nochebuena cuando vuelvas a contárselo a la familia: “¿sabéis que una vez me cargué un Dalí?”
Pero en ese caso, la familia a la que se le requiere la pasta gansa lo tiene mal. Y esto se debe a que se les acusa de dejación y negligencia en la atención de su hijo.
Tal y cómo se ve en el vídeo, el infante de Kansas corre arriba y abajo por la sala de exposiciones sin ninguna restricción parental, sin supervisión alguna, como si estuviera en la piscina de bolas de un burger. Sus padres recriminan al museo que no hubiera en la cercanía de la rota Afrodita carteles de “No Tocar”. Esta justificación es algo que suena a agarrarse a un clavo ardiendo, algo que no parece que vaya evitar el recorrido legal de la reclamación y que puede apuntar a la bancarrota de cualquier familia media.
Como entonaba el cantautor Joan Manel Serrat, que no es de Kansas, pero se le entiende:
“Niño,
Deja ya de jo...er con la pelota.
Niño,
eso no se hace,
eso no se dice,
eso no se tocaaaaaa".
Y menos si la broma cuesta 132.000 dólares. El dinero que ahora le reclaman a la familia del niño revoltoso.
¿Una de las trastadas infantiles más caras de la historia? Seguro.
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