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Este ‘commuter’ decidió acudir a una cita de trabajo en Manhattan desde Nueva Jersey en... paddle board

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Ahí lo tienes, con su traje y su maletín colgando del hombro, remando en las aguas del Hudson “para ahorrar”. HÉROE

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25 Junio 2018 22:19

Jesús caminó sobre las aguas, dice el Nuevo Testamento. Scott Holt no llega a tanto, pero está peleando por la medalla de Plata.

Vale, no camina, sino que rema sobre una tabla de paddle board. No lo hace en una dorada playa californiana bajo las pluscuamperfectas melodías de los Beach Boys, sino en la Bahía del Río Hudson, en plena Nueva York.

Como tantos ciudadanos, Scott vive en New Jersey y trabaja en la Gran Manzana, así que cada día laboral ha de cruzar la franja del río. Para ello hay un servicio de ferrys, pero puede que hayáis oído que hay una crisis. Y Scott se dijo: “claro que es más cómodo ir en un ferry, sentado, leyendo la prensa en mi tablet y escuchando música en mi IPod, o quizá charlando con otro pasajero y tomando un café take away, pero…”. El dinero es el dinero y Mr. Holt sacó su espíritu ahorrativo. “¿Para qué voy a pagarme un billete de ferry si puedo cruzar la bahía por mí mismo? Tengo una tabla de surf y un remo. ¿Qué más necesito? He de ir ya trajeado al trabajo, pero malo será…”.

Rememorando su hazaña, que fue grabada de forma casual por una pasajera del ferry de nombre Eunice Rivers (¡Ríos, qué apellido tan apropiado!), y luego reproducida y viralizada por las redes sociales y varias decenas de informativos de televisión, Scott admitió que hubo un par de ocasiones en las que, por las pequeñas olas y perturbaciones causadas por las embarcaciones que pueblan el Hudson, estuvo a punto de darse el chapuzón, pero logró mantener el equilibrio de su cuerpo y su mochila sobre la tabla.

Scott, que trabaja como comediante de stand-up, ha contado que ese día tenía una cita con un potencial mánager en Manhattan. “Iba mal de tiempo para llegar a mi reunióny no quería pagar por el ferry, así que me subí en mi tabla”. Fácil.

Entró al Hudson a la altura del Morris Canal Park y empezó a remar. “Mi objetivo era alcanzar el otro lado cerca de la estación de ferry de Battery Park. Luego las corrientes me fueron empujando y acabé en un muelle cerrado de taxis acuáticos en la punta sur de Manhattan. La gente allí no quedó muy contenta de verme allí”.

Morris llegó a tiempo a su cita, que, por cierto, no cuajó. Sigue buscando un buen mánager. “La mejor parte del viaje fue que la policía me dejó ir, aunque no estuvieran muy contentos conmigo”, cuenta.

Afortunadamente, todo salió bien y Mr. Holt puede contarlo de manera divertida. Si no hubiera sido así, nos habríamos quedado con la idea de que este acto, entre lo deportivo y lo osado, había sido generado en el fondo por un espíritu de tacañería o por una triste carencia de medios.

Lo mejor de todo, es que Scott tenía una cita laboral. Y llegó a tiempo. Me pregunto si la persona con la que se reunió tuvo bastante olfato como para captar algo de sudor mezclado con los aromas del Río Hudson o si Mr. Holt pudo ir sobrado y se tomó cinco minutos para acicalarse e ir cómo se supone que uno ha de ir a un encuentro de trabajo. “Mr. Scott Holt, espíritu e iniciativa”, podría hacer constar desde ahora en sus tarjetas de visita.

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