Sylvester Stallone, Sly para los amigos… Rambo, Rocky e incluso Cobra, para los cinéfilos. Actor, y para muchos, ¡oh sorpresa!, director y guionista oscarizado, doctorado en Literatura y experto en Edgard Allan Poe.
Denostado y odiado por los “cejas altas” del elitismo cultural durante décadas, Stallone se niega a envejecer y —desde luego— a espicharla, excepto a veces en la ficción y jamás de los jamases sin haber dado guerra antes. Así que para rebatir las ‘fake news’ que hace pocas semanas se filtraron en las redes sociales, tomando como base algún vídeo en el que salía desmejorado (la gripe también debe haber sido fuerte en Hollywood) y que llegaba a afirmar que Stallone estaba terminal y a punto de unirse a Charlton Heston en el paraíso de “los actores para quiénes un arma es parte de la familia”, ha decidido contraatacar y pasar a demostrar públicamente que no hay mal de ojo que pueda con el Eye of the Tiger, ni virus que muela al Demolition Man.
Así que, ni corto ni perezoso, como podemos ver en el vídeo, se marca unos ejercicios que, de sólo imaginar una sesión de más de diez minutos así, nos hace pedir asilo político en el sofá más cercano o en la cafetería con donuts de la calle de al lado porque todo esfuerzo cansa y correr es de cobardes. Pero no para Stallone.
El viejo Sly está dale que te dale a las pesas y en un momento dado se marca una serie de dominadas que asustan. Asustan porque, si te fijas, de sus piernas cuelga una pesa de 100 libras, unos 50 kilogramos de lastre.
Quizá sintáis la tentación de deciros que el vídeo es corto y que para los rodajes hay dobles, pero Sly, con sus 71 años, no está por la labor de que le cuelguen las carnes ni de pedir turno para el IMSERSO, o como quiera que lo llamen en el país de Trump.
Stallone no parece tener ganas de retirarse como tantos otros en Florida o en Atlantic City. Él sigue escribiendo (que sí, que sí… que escribe y en sus vitrinas hay un Óscar al mejor guión por el primer Rocky), produciendo y resucitando tras haber pasado unos pocos años un tanto oscuros. Pero en parte la nostalgia ochentera y en gran parte su irreductible empuje, ya desde los lejanos años en que se le apodaba “El Semental Italiano”, le espolean para no ceder su asiento en el escalafón de los tipos duros hollywoodienses.
Desde luego, de tenerle delante, no sería yo quién le tratase como a un pobre típico integrante del sector pasivo de la tercera edad, sino de ese otro sector que cree firmemente que la edad, como la suerte, está de parte de los que se la trabajan.