Otra escena alucinante de parte de una de las criaturas marinas más sociables, inteligentes y dotadas
Existe en el idioma español un adagio que dice “por un burro que maté, mataburros me llamaron”. Por esa mala costumbre, es común entre los humanos de a pie el referirse a los cetáceos orcinus orca como “las ballenas asesinas”, una mala fama absolutamente inmerecida potenciada también por el cine y las malas lenguas.
Alguna vez habrá existido una orca, ballena asesina. Pero lo cierto es que estamos ante una de las criaturas marinas más sociables, inteligentes y dotadas. Y ya sabemos que en el campo de los cetáceos la experimentación suele depararnos alegrías y sorpresas. Y no son sorpresas menores. Sobre todo en lo que se refiere a las maneras de uso de su cerebro para las actividades de comunicación. Entre sus mismos congéneres, sí, pero también interespecies, particularmente con humanos.
Dejando números circenses aparte, cuando el ser humano científico se aplica a intentar encontrar vías de comunicación y respuestas con estos animales solemos encontrar respuestas y reacciones que merecen atención.
Las orcas, en concreto, tienen el don de la imitación de la voz humana. No hablamos del timbre, claro, pero sí del tono y -al menos la vocación, la intención- de las inflexiones. Ello no implica, por supuesto, la comprensión de los conceptos o palabras que llegan a pronunciar o imitar en su cadencia.
En el Acuario Marineland en Antibes, Francia, una orca en cautividad de 14 año llamada Wikie mostró que podía copiar algunas sencillas palabras —como “hola”, “adiós”, y “uno, dos, tres” en inglés”— oyéndolas tan solo una vez.
Los estudios a los que se la ha sometido apuntan a que la imitación vocal entre ballenas es la manera en que aprenden a hablar, tal y como un bebé aprende a base de oír a los adultos que le rodean. Esto indica que esos cetáceos, las orcas, disponen de uno de los fundamentos básicos en el desarrollo del lenguaje: el aprendizaje vocal. O sea, la habilidad para reproducir sonidos, aunque se desconozca su significado.
Pueden sorprendernos más aún: resulta que dentro de distintas manadas hay distintos dialectos. Y se ha comprobado que orcas criadas en cautividad una vez puestas en libertad, al integrarse en una manada, han adaptado sus exclamaciones al rango utilizado por el grupo de adopción. Estas diferencias según los grupos en los que estén, vienen a ser otra prueba adicional de que el cautiverio de las orcas, aunque a veces pueda tener un noble fundamento científico, es una castración, una limitación cultural en su desarrollo.
En el vídeo que encabeza estas líneas, grabado en costas noruegas en noviembre de 2017, vemos a una nutrida manada de orcas sin lugar a dudas, comunicándose en un rango de bajas frecuencias, estimuladas porque estaban siguiendo a un pesquero que arrastraba una carga de arenques.
Esa va a ser otra cosa en la que imitan a los humanos: todos hablamos mejor alrededor de una buena comida.
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