La cosa acaba a cintarazos... pero entre risas
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¿Cuál es el límite de lo aceptable en una travesura? ¿Existe un punto en el que casi todo el mundo podría aceptar la legitimidad de un castigo físico, aún leve? ¿Alguien puede dudar de que un progenitor pueda y deba enfadarse muy seriamente con uno de sus hijos, menor de edad y sin permiso de conducir, que decide ni más ni menos que tomar prestado el coche de sus mayores?
Esta historia tuvo lugar en El Paso, Texas, el pasado 12 de octubre. El chaval quería ir a visitar a su novia. Y suponemos que no vive precisamente cerca, porque decidió que iba a coger el coche de su madre. Un BMW nuevecito, ni más ni menos, para darle un paseo guapo a su chica.
¿Pedir permiso a sus progenitores? Eso no funciona cuando no tienes carnet de conducir. Porque el protagonista de estas historia tiene 13 años. Así que, como en uno de esos films sobre robos perfectos, diseñó un plan. Este comenzaba por desconectar el wi-fi en su casa para que su madre no pudiera ver las cámaras de vigilancia.
La hermana de este bandido texano comenzó a narrar la peripecia de su deudo en tiempo real desde su TL de Twitter. Tras revelar la maniobra de su hermano y que la mamá de ambos estaba al tanto, Lizaconda relató la caza del hombre y del BMW. Primera parada: la casa de la novia del jovencito.
Lizaconda incluso bromea con cómo su propia madre y la madre de la novia se telefonean y se ponían al día de la situación. “All moms are snitches”, dice. Todas las madres son unas chivatas.
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La hermanita narró algo más: en su regazo llevaba una pequeña correa de color azul. Le había pedido la madre que la cogiera. ¿Su finalidad? Azotar el trasero del hijo en cuanto le dieran captura. Y lo hizo.
En el vídeo también podemos escuchar una breve conversación entre los padres del “pinche ladrón”. Papá habla con mamá saltando del inglés al español y se sorprenden del plan de cargarse el wifi, hasta que la madre le dice que está a punto de interceptarle. Sin luces ni sirenas, aunque sí con bocinazos, bastantes gritos y… la correa. Lizaconda, en cambio no puede parar de reir mientras registra todo.
Esto quedará como una historia de humor en la familia. Algo que en otras décadas hubiera quedado en privado y ahora se hace público. Al menos, priman las risas.
Pudo haber sido más serio. Al fin y al cabo se trataba de un menor de 13 años pilotando un potente utilitario sin permiso ni licencia de conducir. Pero puede que esta vez sea como reza la clásica frase: “Todo lo que acaba bien, está bien”.
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