"¡Vuelve a tu puto país!" o un "¡Ojalá te deporten!" son algunas de las lindezas que le dedica al conductor mientras golpea todo lo que encuentra
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Ya son unos cuántos los actos racistas cometidos por individuos con estados mentales más o menos alterados —sea por el uso de sustancias o por mera suciedad presente en sus cerebros— que deciden crear el caos en espacios públicos con total indiferencia a la presencia de las cámaras.
Un ejemplo reciente este reciente altercado sucedido en Ealing, en el oeste de Londres. Una agresión contra el conductor de un autobús público que, en vista de la gravedad y del peligro potencial que nos permite ver, ha sido remitida a Scotland Yard con la esperanza de poder localizar al nefasto protagonista de estos incidentes.
El conductor de un autobús solicita a un usuario que muestre una tarjeta identificativa. Este se enfada, pero más allá de cualquier razonable, irrazonable o innecesaria irritación. La violencia en su respuesta hacia el conductor comienza de manera oral, con gritos e insultos, que rápidamente derivan hacia aspectos raciales. "¡Vuelve a tu puto país!" o un "¡Ojalá te deporten!" son algunas de las lindezas que le dedica al conductor.
De los gritos e insultos, pasa a la agresividad física, golpeando la cabina protectora del conductor y haciéndole todo lo que le hubiera gustado hacerle al hombre, suponemos. Golpes, escupitajos y gritos y más gritos. Alaridos, mejor dicho.
El violento individuo sale del bus, pero solo para intentar acceder a la cabina del conductor por la puerta exterior, ajeno a los vehículos que pasan y a los ciudadanos que circulan por la acera.
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Si alguien pensó que el ataque iba a parar al bajarse el hombre del vehículo, se equívoco. En vista de que el conductor sigue seguro en su recinto, vemos como el agresor prosigue con sus imprecaciones, escupitajos y golpes, tanto con sus puños como con botellas de plástico y latas de cerveza vacías. Vacías porque ya las ha rociado contra el parabrisas del vehículo. Frustrado, llega a romper los limpiaparabrisas del bus con sus propias manos, retorciéndolas.
Llega un momento en el que algunos de los presentes se hartan y se lanzan contra el individuo. Puede que porque les haya hartado ya con su actitud o porque, simplemente, el tipo con su brutal berrinche haya provocado que el autobús esté detenido y, por lo tanto, no llegue a destino y ellos, a sus citas y deberes.
Dentro de lo malo, nadie sale herido de este incidente. Ni siquiera el estúpido agresor racista que parece estar poseído o brutalizado por alguna sustancia.
Ahora, todo queda en manos del Yard, que gracias a esta grabación intenta localizar a este individuo para enseñarle, de una vez por todas, que esta no es la actitud.
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